Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Cada diciembre, mientras el frío se cuela por las rendijas de las casas y el calendario se vuelve una cuenta regresiva emocional, un aroma en particular vuelve a ocupar el centro de las cocinas mexicanas. No es solo comida: es memoria. El pavo —o guajolote— reafirma su lugar como el gran protagonista de las cenas navideñas en México, año tras año.
De acuerdo con datos del Gabinete de Comunicación Estratégica, esta ave concentra 29% de las menciones espontáneas como el platillo preferido de la temporada, superando a tamales, pierna al horno y otros clásicos decembrinos. La cifra no es menor: habla de una tradición viva, compartida y transmitida de generación en generación.
La producción nacional de pavo alcanza su punto más alto en diciembre y representa 11.3% del total anual, una señal clara de que la Navidad también se mide en tiempos de crianza, comercio y planeación familiar.
Mucho antes de que llegaran los hornos modernos y los rellenos importados, el guajolote ya ocupaba un lugar central en las festividades. Los pueblos originarios, particularmente los mexicas, lo criaban y lo cocinaban con cebollas, puerros y salsas de chiles rojos para ocasiones especiales.
Más allá de la nostalgia, el pavo se mantiene vigente por razones prácticas. Su carne es baja en grasa y colesterol, rica en aminoácidos esenciales y vitaminas B3, B6 y B12, lo que la convierte en una opción equilibrada para mesas abundantes.
Su versatilidad es otra de sus virtudes: asado, relleno, en mole poblano, con salsas regionales o marinados que varían según la receta familiar. Cada hogar imprime su sello, pero el centro de la mesa suele ser el mismo.
RPO