Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- El Porfiriato fue un período crucial en la historia de México que se extendió desde 1876 hasta 1911. Durante este tiempo, el general Porfirio Díaz gobernó el país con mano firme y autoritaria. Aunque su régimen dejó una huella imborrable en la sociedad y la arquitectura de la época, es importante señalar que algunos avances en infraestructura y economía tienen su origen en la República Restaurada.
En la segunda mitad del siglo XIX, durante los años de la República Restaurada (1867-1876), Morelia, al igual que otras grandes ciudades de México, experimentó un proceso de recuperación económica y demográfica sin precedentes. A finales de 1860, las autoridades liberales intentaron recuperar ciudades que habían permanecido “sin crecimiento” desde la Independencia y las consecuentes intervenciones militares de países extranjeros.
Varios factores contribuyeron a este proceso de cambio. Se puede señalar que el primer proceso de restauración de la capital michoacana se da cuando recupera su papel central en la vida social y política del estado. Posteriormente se produjo un cambio radical en el aspecto de la ciudad debido a la desamortización de los bienes de la iglesia. Estas trasformaciones, que comenzaron con la República Restaurada, finalmente se consolidaron durante el Porfiriato.
Durante el Porfiriato, la ciudad de Morelia experimentó un notable proceso de crecimiento. Este proceso estuvo marcado por varios elementos clave. En primer lugar, la arquitectura urbana se transformó debido al auge de las construcciones tanto públicas como privadas, siguiendo las tendencias de la época.
Un ejemplo destacado de esta transformación fue la fachada del antiguo Palacio de Justicia de Morelia, ubicado en la calle Allende. El ingeniero Guillermo Wodon de Sorinne intervino en 1884 y 1885, revistiendo la fachada con un estilo ecléctico. En ese mismo sitio, junto al Palacio, se encuentra “El Palacete de Sorinne”, donde vivió el famoso ingeniero y que también exhibe el hermoso estilo ecléctico de la ciudad.
Sin embargo, los cambios no se limitaron a las edificaciones. Las autoridades porfiristas también desarrollaron nuevos caminos, reconstruyeron puentes, calzadas, calles y paseos. Sorprendentemente, este proceso de embellecimiento se extendió incluso a las periferias de la ciudad, especialmente en áreas donde se estaban estableciendo nuevas empresas.
Se construyeron banquetas, se rehabilitó el empedrado y se mejoró la infraestructura hídrica. Estas renovaciones impulsaron aún más la modernización y embellecimiento de Morelia. Las autoridades tomaron medidas un tanto inusuales para regular la circulación de vehículos y el paso del ganado en las calles céntricas. Su objetivo principal era preservar el cuidado de las calles y garantizar la imagen propia de una ciudad moderna.
Las fotografías antiguas suelen mostrar las calles de Morelia con pocos vehículos y caballos, ya que estas vías eran principalmente peatonales. Sin embargo, uno de los logros más notables de las autoridades porfiristas fue la restauración de las plazas y jardines.
El Jardín de Villalongín, rehabilitado en 1889 durante la administración de Mariano Jiménez, se destacó por su famosa fuente con la escultura de Tetis y otras cuatro fuentes (actualmente desaparecidas) en las esquinas del jardín. Además, se embelleció el “Jardín Azteca”, ubicado en parte de la antigua Plazuela de las Artes, donde se instaló la terminal del viejo tranvía. En este jardín se agregó en 1886 una hermosa fuente y miniaturas que emulaban el arte prehispánico.
Detalles del Jardín fray Antonio de Lisboa, también conocido como Jardín Azteca:
En cuanto a las fuentes de agua, durante ese período se erigieron cuatro que son sumamente representativas para Morelia. En 1877, se construyó la Fuente de Sorinne, un monumento prácticamente dedicado a Porfirio Díaz con grabados de sus victorias militares durante la Segunda Intervención Francesa y el Segundo Imperio. En 1889, se levantó la fuente de la plazuela de Capuchinas y antes de que comenzara el siglo XX, se completaron la histórica Fuente del Soldado Mexicano en 1893 y la emblemática Fuente del Gallo Negro en 1896.
Fue precisamente la administración del gobernador Mariano Jiménez (1885-1891) la que desempeñó un papel crucial en la trasformación del aspecto urbano, pero sobre todo en la creación de monumentos en honor a los grandes héroes nacionales. Jiménez, un hombre con formación militar y admiración por la historia nacional, encargó la construcción de diversos monumentos en lugares públicos de la ciudad de Morelia.
Estas efigies conmemoraron las hazañas de los héroes y contribuyeron a fortalecer los valores cívicos a través de la historia de bronce.
Uno de estos monumentos es el dedicado a Miguel Hidalgo, inaugurado el 16 de septiembre de 1887. Este obsequio del presidente Porfirio Díaz fue otorgado al Colegio de San Nicolás, especialmente a la “Juventud estudiosa”. La estatua del cura Hidalgo fue realizada por Primitivo Miranda, mientras que el impresionante pedestal fue diseñado bajo la instrucción del ingeniero Gustavo Roth. Actualmente, se puede apreciar este monumento en el interior del Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo.
Otro monumento destacado fue el erigido en honor a Melchor Ocampo, instalado durante las remodelaciones de la Plaza de la Paz (actual Plaza Melchor Ocampo) en 1888. Este monumento se colocó con motivo del 78 aniversario de la Independencia. La escultura fue realizada por Primitivo Miranda, y el exuberante pedestal se diseñó siguiendo las instrucciones del ingeniero Gustavo Roth. Las enigmáticas damas que rodeaban el monumento representan las alegorías de la historia, la industria, la justicia y la filosofía, cada una de ellas elaboradas en Alemania.
Alegorías en el Museo Regional Michoacano:
Durante el siglo XX, la plaza experimentó una nueva trasformación, y las alegorías que antes representaban los ideales porfiristas encontraron un nuevo propósito como musas del Museo Regional Michoacano “Dr. Nicolás León Calderón”, lugar que, por cierto, fue fundado en 1886. La escultura de Melchor Ocampo también tuvo un cambio de ubicación y fue colocada al sur de la plaza, donde actualmente permanece.
Por último, recordemos que, gracias a una suscripción popular impulsada por el gobierno de Aristeo Mercado, se acordó la creación del famoso monumento ecuestre en honor a José María Morelos. Originalmente se planeaba inaugurar este monumento en septiembre de 1910, durante las celebraciones del centenario de la Independencia. Sin embargo, la Revolución interrumpió el proyecto, y no fue hasta 1912 que se logró ensamblar todas las piezas.
El pedestal, elaborado por Albino Cottini en 1909, sostiene el conjunto escultórico creado por el artista Guiseppe Inghillieri, rindiendo así homenaje a la memoria de uno de los héroes más importantes de México.
Sin duda, los porfiristas no solo se esforzaron por impregnar la ciudad con el afrancesamiento de la época, sino también en construir una imagen que reflejara el ideal de orden y progreso. Estos esfuerzos no solo embellecieron la imagen urbana, sino también fortaleció los valores cívicos.
Cada 2 de julio, conmemoramos el aniversario luctuoso del general Porfirio Díaz, que, a pesar de sus complejidades y claroscuros, su legado nos inspira a mirar hacia el futuro con ojos críticos, aprender de sus errores y reconocer sus logros. Que sus enseñanzas nos guíen hacia un futuro más justo y equitativo, donde el progreso realmente nos beneficie a todos.
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