Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- La pregunta de si alguna vez podría haber una mujer que ocupe el cargo de Papa en la Iglesia católica ha sido motivo de debate por siglos, especialmente a medida que crecen las demandas de equidad de género en distintas instituciones del mundo.
De acuerdo con la doctrina oficial, solo los hombres pueden acceder al sacerdocio, ya que Jesús eligió exclusivamente a hombres como sus apóstoles. Este principio se ha mantenido desde los orígenes del cristianismo y ha sido reafirmado por el Vaticano en múltiples ocasiones.
En 1994, el Papa Juan Pablo II escribió en la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis que “la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres”. Este documento cerró, al menos oficialmente, cualquier posibilidad de que una mujer pueda ser sacerdote, obispo, y mucho menos Papa.
El Papa es, en esencia, el obispo de Roma. Para llegar a ese nivel jerárquico dentro de la Iglesia, se debe pasar por el sacerdocio, una vía cerrada para las mujeres. Esta cadena de requisitos excluye automáticamente a las mujeres del máximo cargo de autoridad en el Vaticano.
A pesar de esta exclusión, existe una historia fascinante que ha alimentado la imaginación colectiva durante siglos: la leyenda de la Papisa Juana.
Según esta narrativa medieval, una mujer disfrazada de hombre logró escalar los rangos eclesiásticos hasta convertirse en Papa en el siglo IX.
Se dice que su verdadera identidad fue revelada cuando dio a luz durante una procesión, lo que provocó su caída inmediata y el supuesto borrado de su nombre de los registros papales.
No obstante, los historiadores coinciden en que esta historia carece de base documental sólida y forma parte más del folclore que de la realidad eclesiástica.
Aun así, la leyenda ha perdurado por siglos como símbolo del cuestionamiento a los roles de género en la Iglesia y del poder oculto que, incluso en secreto, podrían haber ejercido algunas mujeres en el pasado.
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