Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- A raíz del reciente robo de joyas imperiales en el Museo del Louvre, ocurrido este domingo en la Galería de Apolo, se ha recordado que este no es el único hecho delictivo que ha enfrentado el museo más visitado del mundo. A continuación, presentamos los robos más relevantes que ha sufrido el Louvre y otras instituciones culturales europeas, marcando momentos clave en la historia del arte.
Este domingo por la mañana, cuatro encapuchados ingresaron al Museo del Louvre por una zona en obras a orillas del río Sena. Utilizaron una plataforma elevadora para alcanzar el primer piso e irrumpieron en la Galería de Apolo, donde rompieron vitrinas con una motosierra y sustrajeron nueve piezas de joyería vinculadas a Napoleón Bonaparte y la emperatriz Eugenia de Montijo.
Entre las piezas robadas se encuentran tiaras, broches y una corona con más de 1,300 diamantes y 56 esmeraldas. Los delincuentes huyeron en motocicleta tras ejecutar el robo en solo siete minutos. Más tarde, una de las piezas fue encontrada dañada cerca del museo. Las autoridades francesas calificaron el atraco como un hecho de “gran escala” y cerraron el museo para investigar.
El 21 de agosto de 1911, el Museo del Louvre vivió uno de los robos más famosos del mundo del arte: la desaparición de la Mona Lisa, obra de Leonardo da Vinci.
El ladrón fue Vincenzo Peruggia, un carpintero italiano que conocía bien las instalaciones del museo, ya que había trabajado ahí. Aprovechó el cierre para esconderse dentro del edificio y, vestido con una bata blanca similar a la del personal del museo, salió con la pintura escondida bajo su ropa.
La obra permaneció desaparecida durante dos años. Fue recuperada en Florencia cuando Peruggia intentó venderla a un galerista, quien notificó a las autoridades. Este hecho marcó un antes y un después en los protocolos de seguridad de la pintura.
Aunque esta obra no fue robada directamente del Louvre, sí ha tenido vínculos históricos con el museo, ya que formó parte de su colección tras un saqueo.
La adoración del Cordero místico, un retablo de 1432 de más de 3.5 metros de alto por 4.6 de ancho, es considerada la obra más robada de la historia. En 1794, las tropas napoleónicas se llevaron el panel central a Francia, donde fue exhibido temporalmente en el Louvre.
Posteriormente, en 1816, seis paneles fueron vendidos de manera sospechosa. En 1934, dos piezas del retablo fueron robadas por hombres vestidos de negro, quienes dejaron una nota con referencia al Tratado de Versalles. Durante la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler ordenó llevar el retablo completo a Alemania. Fue escondido en una mina de sal hasta que fue recuperado por los “Monuments Men”, una unidad especial del ejército aliado encargada de proteger obras de arte saqueadas por los nazis.
La famosa obra noruega “El Grito”, del pintor Edvard Munch, también ha sido blanco de robos espectaculares en Europa.
En 1994, mientras se celebraban los Juegos Olímpicos de Invierno, el ladrón Paul Enger accedió al Museo Nacional de Oslo con una escalera de madera, entró por una ventana, cortó los cables de seguridad de la pintura y huyó en menos de un minuto. Dejó una nota burlona: “Gracias por la falta de seguridad”.
En 2004, otra versión de la obra fue robada junto con Madonna, también de Munch, en una sala abarrotada del Museo Munch.
Uno de los robos más misteriosos y trágicos fue el de “La Natividad”, obra de Michelangelo Merisi da Caravaggio.
El hecho ocurrió en Palermo, Italia, en octubre de 1969. Dos sicarios de la mafia ingresaron durante la noche al oratorio de San Lorenzo y, con una cuchilla de afeitar, cortaron la tela del cuadro para llevarse la pintura, valorada en más de 20 millones de dólares.
A la fecha, la obra sigue desaparecida. Se presume que fue dividida en partes para su venta en el mercado negro o destruida por mafiosos en un intento de ocultarla.
Con estas historias, el reciente robo en el Louvre se suma a una larga lista de atracos que han puesto en jaque la seguridad del patrimonio cultural internacional. A pesar de los avances tecnológicos y protocolos reforzados, el arte sigue siendo un blanco valioso para el crimen.
BCT