Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- En el Centro Histórico de Morelia, se encuentra un recinto que ha resistido el paso de las décadas sin perder su esencia: el Mercado Nicolás Bravo, también conocido con cariño por las y los morelianos como el Mercado del Santo Niño, en honor al templo que se encuentra a tan sólo unos metros.
Este domingo, el emblemático mercado celebra su 50 aniversario, una fecha que no sólo conmemora su apertura oficial, sino también el legado de generaciones de comerciantes, que este domingo se reunirán para festejar.
Ubicado sobre la calle Nicolás Bravo, el mercado alberga a más de 100 locatarios y cuenta con alrededor de 20 tolerancias otorgadas a personas provenientes de comunidades y tenencias cercanas, quienes llegan con productos frescos, cultivados o preparados por sus propias manos.
El color de las frutas, verduras y distintos objetos que se pueden encontrar en el recinto, así como el olor a los antojitos mexicanos, son parte de la atmósfera diaria en este lugar que sigue abriendo sus puertas cada mañana, como lo ha hecho durante medio siglo.
Aunque su inauguración oficial fue en 1975, la historia comercial en la zona se remonta mucho más atrás, a tiempos donde la actividad se desarrollaba en la vía pública.
Benjamín Peña, uno de los locatarios más veteranos y vendedor de periódicos desde hace más de seis décadas, guarda en su memoria los inicios de este espacio. Hoy, a sus 78 años, recuerda con nostalgia aquellos días en los que, siendo apenas un niño, ayudaba a su madre y a su hermano a vender diarios y revistas justo enfrente de lo que ahora es el Mercado del Santo Niño.
“En 1955 empecé a vender aquí con mi mamá y mi hermano. Desde la calle Corregidora hasta Allende era donde se colocaban los comerciantes. Nosotros nos poníamos frente a una tienda que se llamaba La Metrópolis”narró detalladamente.
En aquellos años, lo que era un tianguis tenía actividad tanto en las mañanas como en las tardes e incluso por las noches. Era una zona llena de vida, transitada constantemente por los habitantes de la ciudad, -explicó Don Benjamín-.
Don Benjamín recuerda que el mercado, antes de ser el inmueble actual, fue parte de una gran vecindad conocida como “La Nopalera”. El nombre, cuenta, se debía a los nopales que crecían al fondo del terreno. Su estructura, indicó que estaba hecha por cantera, alrededor se encontraban los cuartos y al centro estaba el patio.
Con el tiempo, la propiedad fue vendida y el Ayuntamiento de aquel entonces anunció que en ese mismo terreno se construiría un mercado formal para dar orden a la creciente actividad comercial en la zona. Fue entonces cuando comenzaron las reuniones entre locatarios y autoridades, con la intención de organizar el traslado de los comerciantes a un espacio digno, -explicó-.
“La iniciativa fue del gobierno municipal. Una vez que se construyó el edificio, se rifaron los locales entre los comerciantes para que todos tuviéramos un lugar”, relató don Benjamín.
Hoy, cinco décadas después, el Mercado del Santo Niño sigue siendo un punto de encuentro entre la tradición y la cotidianidad. Aunque las ventas ya no son las mismas y la modernidad ha traído consigo nuevos retos, para el señor Benjamín y muchos otros locatarios, este lugar representa su sustento, su historia y su identidad.
En esa misma sintonía, la señora María Eugenia Herrera —mejor conocida como la señora Maru— compartió un poco de su historia familiar. Desde hace aproximadamente 20 años, ella vende antojitos mexicanos en el mercado, pero su vínculo con el recinto es mucho más profundo.
Relató que su madre, la señora Rosa Velázquez, fue una de las primeras comerciantes en establecerse en el inmueble, específicamente en el área del sótano, donde vendía verduras; por lo que ella prácticamente tuvo la oportunidad de crecer en el Mercado Nicolás Bravo, principalmente en unas jitomateras que servían como una cama cuando ella era apenas una bebé.
“Nosotros ya vamos por la cuarta generación en el mercado, es prácticamente toda una vida. Y si ves el mercado ahora, ya casi no hay niños, pero antes esto era un mundo de niños corriendo por todos lados. Ahora, mis nietos son de los pocos que quedan aquí, dándole lata a los inspectores”añadió con una sonrisa en el rostro.
Aunque al principio no tenía intención de seguir la actividad comercial familiar, la vida la llevó de vuelta al mercado. Tras ausentarse algunos años y enfrentarse a la necesidad de cuidar a sus hijos sin descuidar el ingreso familiar, encontró en el área de cocina una nueva oportunidad, y así fue como comenzó a vender antojitos mexicanos.
“El mercado significa para mí algo muy importante, porque es el ingreso familiar de todos nosotros”, enfatizó. Sin embargo, confiesa que le preocupa ver cada vez menos clientes, a pesar de que para ella el Mercado Nicolás Bravo es uno de los más limpios y organizados de la ciudad.
También con una historia entrelazada con la evolución del mercado, la señora Sandra Cisneros compartió que ha pasado prácticamente toda su vida entre los pasillos de este recinto. Su padre y su madre comenzaron el negocio familiar cuando los comerciantes aún vendían sobre la calle Nicolás Bravo, antes de la construcción del inmueble.
Desde el principio, su familia se dedicó a la venta de abarrotes. Ella recuerda que cuando era niña, después de la escuela, se dirigía al mercado para ayudar a sus padres. Y hoy, lleva aproximadamente 24 años al frente del local.
“Vivir una experiencia de 50 años en este mercado ha sido maravilloso, porque también es una experiencia de vida. De trabajo, de esfuerzo… es algo que no se puede repetir. Para mí este mercado es toda mi vida. De aquí hemos salido adelante, tanto mis padres como mis hermanos y ahora mis hijos. Aquí sigo, y voy a trabajar aquí hasta que me lo permitan”afirmó conmovida por la nostalgia.
En concatenación, mencionó que al igual que sus compañeros ha notado una disminución en la afluencia de clientes, algo que atribuye no solo al crecimiento del comercio en la zona, sino también al cambio urbano: “Cada vez hay menos complejos habitacionales en los alrededores, y eso también influye. Pero seguimos aquí, trabajando con las mejores condiciones para recibir a quienes nos visiten”.
Para finalizar, la señora Sandra mencionó que este año, la agrupación de comerciantes Nicolás Bravo, a la que ella pertenece, fue la encargada de organizar la celebración del aniversario. Cada año el festejo se turna entre las agrupaciones, y en esta ocasión mencionó que se buscaría hacer algo más especial para conmemorar el medio siglo de historia. En este tenor, la señora Sandra agregó que la administración del mercado también se ha sumado con actividades previas al festejo principal dirigidas a las y los locatarios.
Añadió que se tiene previsto que en esta celebración se realice un evento protocolario, además de una misa para agradecer por este medio siglo de trabajo en el mercado; y se espera que en el recinto se sume un mariachi para amenizar el festejo que también incluirá una comida para las y los locatarios.
Lejos de ser un sitio anclado al pasado, este mercado sigue en pie gracias a quienes lo construyen todos los días: las y los comerciantes, que desde temprano, con dedicación alistan sus locales y sus productos. Y a pesar de que la zona donde se encuentra el mercado ha cambiado, sus pilares siguen siendo los mismos: la familia, el trabajo, la cercanía y la calidad que los caracteriza.
Es por esto que hoy, en su 50 aniversario, las y los comerciantes hacen un llamado para que la ciudadanía consuma local y así el Mercado Nicolás Bravo continúe en la historia colectiva de la capital michoacana por muchos años más.
AML