Desde hace años, he sido blanco de una persecución política brutal orquestada por el régimen de Morena. Me han espiado, difamado, amenazado y hostigado sin tregua, todo por una sola razón: porque me he negado a ser parte de su farsa. Porque no me he doblado ni he callado ante sus abusos. Porque he denunciado, de frente y con firmeza, la destrucción institucional, el sometimiento de los poderes del Estado, la corrupción galopante y la colusión con el crimen organizado que hoy carcome a México desde las más altas esferas del poder.
La estrategia del oficialismo ha sido clara: eliminar políticamente a quienes les resultamos incómodos. En mi caso, han llegado al extremo de hostigar a mi familia e intentar retirarme la inmunidad procesal de la que gozo como legislador, sin sustento jurídico alguno, utilizando argumentos fabricados, sin pruebas ni legalidad. Ya lo intentaron en 2022, y un Tribunal Colegiado de Circuito ha sido contundente: no hay causa ni sustento probatorio, por lo que debe archivarse el expediente.
Pero lejos de retroceder, han vuelto a activar su maquinaria de persecución. Otra vez utilizan a la Fiscalía del Estado de Campeche como garrote político. Un aparato que opera no bajo los principios de legalidad y autonomía, sino al ritmo de los caprichos de una cúpula que quiere fabricar culpables para encubrir a los responsables del desastre nacional. No es casualidad que, cada vez que se devela un escándalo de corrupción o se exhiben los nexos criminales del oficialismo, resurja una nueva ofensiva en mi contra.
La más reciente provocación raya en lo grotesco: que me llamen “vendepatrias” con total desparpajo. Lo dice un gobierno que ha entregado al país, pedazo por pedazo, a bandas criminales; que ha desmantelado al Estado democrático de derecho; que ha convertido la vida pública en un lodazal de complicidades, silencios y sometimientos. Que no venga ahora a querer señalar con el dedo a quienes hemos defendido con convicción la República, la Constitución y la soberanía nacional.
Esta persecución es, en el fondo, un intento más de callarme. Ya lo intentó el narcopresidente López Obrador con amenazas, chantajes y espionaje. No lo logró. Y no lo lograrán ahora tampoco. No me van a callar. No me voy a doblar.
A México lo vamos a rescatar de esta pesadilla autoritaria. Y no será con sumisión ni con miedo, sino con valor, con dignidad y con la verdad por delante. Porque ante la brutalidad de un régimen que se pudre por dentro, la firmeza de la oposición es más necesaria que nunca.
mrh