Hace un par de años, invitado por el gobierno de Estados Unidos, viajé a El Salvador para conocer de primera mano el modelo de seguridad que ha captado la atención del mundo. Caminé los barrios antes dominados por las pandillas y conversé durante horas con Gustavo Villatoro, ministro de Justicia y Seguridad Pública y mano derecha del presidente Nayib Bukele.
Cuando le pregunté por la esencia de su estrategia, me habló de números y de tecnología, pero la resumió con una imagen sencilla: una rueda de carreta.
“Imagina una llanta delgada sujeta por cuatro puntos”, me dijo. “Si uno falla, la rueda se rompe. En nuestro caso, esos cuatro puntos son el Ejército, la Policía, el Poder Judicial y el Ministerio de Justicia. Más que un gabinete, somos una hermandad”.
Esa metáfora me volvió a la mente el fin de semana pasado, durante una plática con un par de empresarios aguacateros. Defendían, con el hartazgo a flor de piel, el llamado del presidente municipal de Uruapan a que la gente “se levante en armas” para enfrentar al crimen organizado. Un alcalde que grita, desesperado, por el apoyo de la federación y del estado para hacer frente a la crítica situación de su municipio.
Ese episodio refleja un síntoma profundo de nuestro país: debilidad institucional. En México, la rueda es muy delgada, no todos los soportes tienen la misma fuerza ni jalan en la misma dirección y, en muchos casos, están podridos y la rueda completamente rota.
La lección salvadoreña permite “espejear” que no se trata de copiar las medidas más duras, sino de asumir la urgencia de construir institucionalidad: coordinación real entre Ejército, policías locales, ministerios públicos y jueces; reglas claras, controles mutuos y metas comunes. Sin esa “hermandad”, la gobernabilidad de los territorios se vuelve imposible.
Necesitamos esa capacidad de gobierno que permita soluciones de mediano y largo plazo, lejos de la tentación de los caudillismos y de las improvisaciones populistas, aunque sí rescatando su valentía y determinación. La seguridad no se improvisa: se teje con paciencia, con instituciones fuertes, limpias, coordinadas y confiables que hagan valer la ley como destino compartido.
Además de una obligada mirada municipal, la más cercana al territorio, es esencial involucrar a los ciudadanos para canalizar esa legítima energía —en muchos lados ya con cierta desesperación— como pivote para que hagan mover y legitimar esa rueda de carreta… Solo así podrá rodar sin quebrarse antes de llegar a destino. ¡Es por ahí!
rmr