La dignidad del pueblo, expresada en la arenga de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, durante la conmemoración de la Noche del Grito de Independencia este 15 de septiembre, tiene una significación especial, tan amplia como se quiera leer y entender. Sin duda, está encaminada a reconocer los derechos humanos de una nación, tanto hacia su interior como en su proyección exterior.
La dignidad se ha definido como el valor inherente a la naturaleza humana, que de forma inalienable se manifiesta en su autonomía, libertad y en el respeto de sus derechos en condiciones de equidad. Se relaciona directamente con el reconocimiento y la garantía de los derechos humanos. La dignidad humana implica empatía, en la búsqueda de construir y transformar una sociedad más justa sobre la base del bien común.
La dignidad de un pueblo, entendida como un derecho humano, implica establecer condiciones de bienestar que permitan a las personas alcanzar una calidad de vida adecuada, satisfacer sus necesidades básicas y elevar su nivel de vida.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos es clara al respecto, al establecer en su Artículo 1: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, lo que impone su respeto en todo momento como parte esencial de la vida humana.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos también reconoce la dignidad humana en su Artículo 1o.
“Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, género, edad, discapacidades, condición social, condiciones de salud, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.”
La dignidad humana requiere reconocer lo valioso por sí mismo, y no en función de otro fin. Por ello, implica valores como la libertad, la igualdad, la justicia, la solidaridad, la seguridad, el respeto al Estado de derecho y la vida misma en su conjunto.
Considero que las 22 vivas pronunciadas en la arenga de la presidenta Claudia Sheinbaum están encaminadas al anhelo de seguir fortaleciendo la lucha por los derechos humanos mediante políticas públicas que contribuyan a cumplir con aquellos derechos que aún están pendientes. Los vivas a la independencia, a las mujeres y hombres que lucharon por darnos una patria libre, y en particular el énfasis en el apellido de soltera de Josefa Ortiz Téllez-Girón, representan un reconocimiento a la identidad femenina frente al discurso patriarcal de pertenencia. Otros vivas estuvieron dirigidos a la libertad, la igualdad, la democracia, la justicia y la soberanía, todos ellos englobados en la dignidad del pueblo mexicano.
En Michoacán, el gobernador del estado Maestro Alfredo Ramírez Bedolla también expresó su arenga, haciendo énfasis en temas característicos de su administración. Destacaron los vivas a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y a los pueblos indígenas. De ello podemos rescatar el impulso y la posterior aprobación, por parte del Congreso del Estado, del presupuesto pleno elevado a rango constitucional, como garantía de viabilidad y autonomía financiera de la máxima Casa de estudios. Esto representa una medida de protección y cumplimiento del derecho fundamental a la educación media superior y superior.
Respecto a los pueblos indígenas, se han emprendido diversas acciones entre las que destacan el reconocimiento y ejercicio de su autogobierno, así como la gestión de un presupuesto directo que les permita disponer libremente de sus recursos. Asimismo, es de suma importancia la creación de la Agencia de Coordinación de Pueblos y Comunidades Indígenas, que será una transición de la Comisión Estatal para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Esta nueva entidad desarrollará un trabajo acorde con los lineamientos establecidos por la actual administración en esta materia.
La arenga y los vivas que se proclaman cada 15 de septiembre para conmemorar el inicio de la lucha por la independencia de México representan no solo un acto cívico y simbólico, sino también un momento de reflexión y un llamado al anhelo de construir una sociedad más justa e igualitaria. Es, en última instancia, una exhortación al reconocimiento, protección y garantía de los derechos humanos; al respeto de la dignidad humana como base para una mejor calidad de vida, donde la paz, la seguridad y el desarrollo sustentable sean una realidad en nuestra patria.
RPO