La estirpe de los Dumas, de manera próxima, inicia con Tomás Alejandro Dumas, que nace en Francia el 25 de marzo de 1762, hijo natural de Alejandro Antonio Davy de la Pailleterie y de una esclava de color, María Casette Dumas.
La vida de Tomás Alejandro Davy de la Pailleterie Dumas no fue fácil por su condición de hijo natural, mestizo y porque, incluso, su padre lo vendió temporalmente como esclavo a fin de obtener recursos para recuperar una herencia, para luego, una vez reivindicado su linaje, rescatarlo a la libertad y llevarlo a vivir con él.
Quizá por esa razón, Tomás Alejandro renunció al apellido paterno Davy de la Pailleterie y solo conservó el materno, Dumas, con el cual se enlistó en el ejército francés. En el ejército, luchó bajo las órdenes de Napoleón, fue destacado y, a los 31 años, llegó a ser general, el primero de color. También fue considerado como uno de los mejores soldados del mundo occidental, y su nombre aparece, por méritos, en el pilar sur del Arco del Triunfo en París, que mandó edificar Napoleón Bonaparte para conmemorar la victoria en la Batalla de Austerlitz.
Se casó con María Luisa Elizabeth Labouret, con quien tuvo dos hijas: una fallecida en su primer año de vida, otra muerta a los tres años. Finalmente, dieron vida a Alejandro Dumas en 1802.
Por sus ideas republicanas, sin embargo, Tomás Alejandro estuvo preso por un tiempo y falleció por complicaciones de cáncer en 1806.
Alejandro Dumas Labouret conservó algunos rasgos genéticos de su herencia africana, en su tono de piel y su pelo crespo, motivo por el cual fue discriminado toda su vida.
En las primeras obras de Alejandro Dumas Labouret figura “Enrique III”, que vendió por unos pocos francos a un librero de París apellidado Vézard, y se representó en teatros con éxito.
A esta obra le sucedieron muchísimas novelas, cuentos, obras de teatro, artículos y escritos diversos, sobresaliendo Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo, Veinte años después o La reina Margot.
El objeto de sus obras fue lo mismo romances, que biografías, hechos históricos, viajes e, incluso, cocina.
Claro que el “éxito” no fue sin disputa, pues sus obras eventualmente fueron criticadas, como ocurrió con su obra “Napoleón Bonaparte”, duramente cuestionada, entre otros medios, por la revista hispana Cartas españolas de julio de 1831, en la que se tilda a la obra como excesivamente larga, poco reflexiva y de contenido parcial. (Hay que recordar, sin embargo, la tensión histórica entre España y Francia, lo que puede explicar en parte esa crítica).
La demanda de las personas lectoras se incrementó notablemente, al grado que Alejandro Dumas Labouret tuvo que acceder a la colaboración de otros autores que le brindaban apoyo, como Augusto Maquet, un profesor universitario.
Maquet colaboró en las obras más destacadas de Dumas Labouret y, al no sentir que era suficientemente reconocido, lo demandó judicialmente, exigiendo que en las obras se anotara su nombre como coautor y se le pagara una cantidad de francos determinada por cada obra.
Al final, la demanda no prosperó, pero sí arrojó dudas sobre la autoría final de los escritos de Dumas Labouret y planteó preguntas importantes sobre la frontera entre una colaboración y la autoría de una obra.
En el juicio se hicieron preguntas importantes como:
¿En qué consistió esta colaboración del Sr. Maquet?
¿Cuál fue su alcance?
¿Era solo un secretario, un recopilador de anécdotas que facilitaba el trabajo del autor?
¿Era solo un manipulador del pensamiento?
¿Acaso no tocó la obra misma, aportando solo algunos materiales, algunos datos históricos, algunos consejos, sin estar asociado de ninguna otra manera con la creación misma: como quien desbasta el mármol con el que el artista hace una estatua?
(Citado de: https://www.ull.es/revistas/index.php/cedille/article/view/7221/4909, donde aparece un estudio más amplio).
No sobra decir que Maquet no trascendió como autor literario y que, desde 2002 hasta hoy, Alejandro Dumas Labouret descansa en el Panteón de París, al lado de Balzac y otros famosos escritores... sea justo o no.
agm