Columnas

Del pecado a la guerra

Si no guardamos principios universales y leyes que norman la vida, vamos a la muerte, al fin del mundo

Mateo Calvillo

Vista panorámica

Nos hemos hecho seres que viven al ras de la tierra, pragmáticos, convenencieros. Vivimos el momento y no nos importa lo futuro ni el destino definitivo.

Existen quienes han perdido la sindéresis, el juicio moral, actúan por capricho y ventajas personales mezquinas. Vivimos en el relativismo, el caos moral, dependientes del vaivén de una persona voluble, ebria de poder.

Vivimos para comer y organizar fiestas, para divertirnos y satisfacer los instintos del cuerpo. Nuestra vida se vuelve caótica, de choques, desorden y crímenes. No vamos a ningún lado, no tenemos la visión de los bienes que duran y el bien definitivo.

Desaparecen el orden, el Estado de derecho, las grandes metas y los ideales, la meta definitiva, la gloria.

Buscamos los bienes materiales, de fiesta y placer. Si alguien se nos opone, hacemos la guerra. Nos guiamos por la ley del más fuerte o de la selva. Nos pisoteamos unos a otros y nos comemos.

Nos dejamos arrastrar por las pasiones, crímenes extremos.
Por un pedazo de tierra, masacran a los palestinos de Gaza, cometen crímenes abominables, derraman la sangre de niños e inocentes. Perpetran el genocidio.

Por la soberbia y el deseo de dominar, Israel inicia la guerra contra Irán, se están bombardeando, destruyendo, matando. Trump interviene de manera absurda y pretende resolver el conflicto dando órdenes, pasando por encima del derecho de las naciones, sin ninguna autoridad ni legal ni moral.

Hay ceguera, banalidad, búsqueda de placer y vida fácil. El cuerpo se impone con sus placeres instintivos, las bajas pasiones, las pulsiones de muerte.

Se sacrifican las dimensiones del espíritu y sus placeres: el altruismo y el bien del prójimo. En un mundo de producción de bienes materiales, se busca hacer la vida fácil y placentera, evitarle todo esfuerzo y consentir al cuerpo. Es el hedonismo reinante y la ley del menor esfuerzo: “la dolce vita”. Se busca sacarle jugo al día, el “carpe diem” de los romanos decadentes.

Cuando se debe poner en la presidencia y los cargos públicos a las mejores personas de la sociedad por su madurez, integridad, coherencia, dechados de virtudes, en los hechos se vota por lo peor, personas depravadas, soberbias, como verdaderos criminales, con deudas ante la justicia y vida escandalosa.

Se vieron petit se de una bomba monstruo que pille: cuerpo, mundo como, que convoque se hace bien creas, como y el como en un. Es más la imagen y los gritos de la mercadotecnia, la propaganda seductora y mentirosa, la publicidad, la imagen en los grandes medios.

En vez de estadistas, héroes y santos, nos gobiernan personas vacías, oportunistas, personas depravadas y sin escrúpulos, sin un código de moral. Llegan déspotas, sanguinarias, perversas, como la Bestia del Apocalipsis, capaces de sacrificar a las multitudes por sus fantasmas y pasiones absurdos.

La luz de lo alto

El ser humano tiene sed de seguridad material, de afirmación, de realizarse y ser grande y así obtener el reconocimiento y la aceptación de los demás; son conceptos de Maslow.

Debe madurar como persona inteligente y libre que orienta las pasiones corporales e instintivas. Cuidar los valores del espíritu, la caridad para con el hermano, el cuidado de la ecología, el progreso y desarrollo integral de la persona. Se descuidan las grandes facultades del hombre de darse a los demás, a los ideales y de luchar por superar los crímenes e injusticias, las violaciones de los derechos humanos.

Se olvidan de la dimensión trascendente, espiritual, divina de la vida humana, del hombre, rey de la creación, hijo de Dios, con un destino eterno siguiendo el plan establecido por Dios y cumpliendo sus mandamientos.

Hay que dejar claro que las legítimas aspiraciones y deseo de superación no significan hacer lo que nos da la gana y pisotear las leyes, el derecho, la justicia: “porque me gusta, porque soy libre”. Se sienten por encima del bien y del mal.

El ser humano sueña con ser grande, estar por encima de los demás, quiere estar por encima de la ley, sin ataduras ni nada que lo limite, ser el superhombre y estar más allá del bien y del mal. Quiere hacer todo lo que se le ocurra. Tiene el ideal del bruto, del prepotente, del tirano absoluto y se adueña del poder. Se sienten la Bestia del Apocalipsis que tritura todo con sus dientes y pisotea con sus pezuñas.

Se descuida la realidad integral del ser humano: cuerpo, capaz de lo sublime y de lo abyecto, hace actuar como ángel o demonio.
Donald Trump, perfil demencial. Obsesionado por el poder, lo arrebató para satisfacer su orgullo, por un impulso de ególatra.

No tiene los grandes principios y valores del hombre. Es soberbio, impulsivo, ciego, necio y voluble. Es autoritario y atrabancado, no es responsable de las consecuencias de sus actos, es capaz de lo absurdo y terrible.

Es metiche e irresponsable. No tiene respeto por los demás ni por personas ni por países. Es arbitraria su entrada en la guerra de Irán con Israel. No tiene clemencia ni responsabilidad y va a ser víctima de sus decisiones violentas y absurdas. La expresión de su rostro es ligera, violenta, autoritaria.

Se refiere a Dios sin convicción, en su retórica política, poniéndolo al servicio de sus ideas criminales y destructoras. Es capaz de todo, de llevar al mundo al holocausto.

No hay que jugar con fuego sacrificando a la humanidad. Es un monstruo loco, poseído de un demonio, encarnación de la Bestia del Apocalipsis.

AML

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