Palabra (o)

Palabra (o)

Publicado

Ludwig Wittgenstein, filósofo de origen austriaco y uno de los más sobresalientes e influyentes del siglo XX y de este siglo en curso, escribió la compleja obra Tractatus lógico-philosophicus, cuya tesis esencial es que las palabras, engarzadas lógicamente, crean imágenes del ser y de las cosas que, de este modo, representan o crean el mundo, tanto así que el mundo es lo que se puede decir de él en palabras.

La filosofía de Wittgenstein es, por decirlo metafóricamente, una filosofía de la palabra o del lenguaje.

De este modo, una persona “es” lo que se puede decir con sentido común de ella.

Una persona es un individuo de la especie humana, que puede ser hombre o mujer y, además, agruparse en diversos géneros a partir de elementos socioculturales comunes a cada grupo (personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queer y muchas otras identidades de género).

Como la construcción de las personas pasa por las palabras, es que su empleo, en muchas ocasiones, se torna algo complejo, delicado, y su empleo exige prudencia; pero, sobre todo, tener en cuenta a la otra persona.

La construcción de las personas por género, de sus identidades, con un trasfondo social, cultural y ético, presenta posturas extremas: por un lado, están quienes solo admiten una dicotomía de varón/mujer, dependiente del sexo; y otra radical, que hace del subjetivismo la piedra angular, de modo que habrá tantos géneros como personas en lo singular existan.

Los extremos, como se aconseja siempre, no son buenos y menos parece que sean correctos, por lo que, al paso, existen posturas intermedias que tratan de encontrar un punto de equilibrio en esa tensión y cuya solución solo podrá encontrarse en el consenso del conjunto social que se valora plural.

Una persona puede tener una opinión, informada o vulgar, sobre el tema y sostener cualquiera de las posiciones extremas o intermedias.

Incluso, me parece que toda persona tiene derecho a exponer y platicar con respeto una opinión, como sentir o valoración personal sobre la identidad de género; pero no a asumir o prescribir subjetivamente que el mundo “es”, que las personas “son” en su identidad de género lo que opina, pues una opinión es solo un parecer personal, ya que, como se ha dicho, quien definirá el punto, guste o no, es el conjunto social, por mucho que haya personas que se autoasuman el criterio de la verdad para el resto, por mero subjetivismo.

Solo piense en que una persona radical en torno a la identidad de género dialoga con otra persona radical en sentido opuesto en torno a la identidad de género, y que cada una afirma que la identidad de género es lo que dice. No hay solución, más que el conflicto. El cuento del pasto azul.

De retorno a Wittgenstein, y coincidiendo en que la realidad es, en gran medida, lo que se dice que es, en el terreno de la identidad de género o por género, se plantea un problema serio.

La razón es que los seres humanos no hemos podido construir un lenguaje que pueda representar la pluralidad del género y que, al mismo tiempo, permita comunicar de manera fluida y precisa los mensajes para crear imágenes de la realidad, para entendernos.

La oscilación entre el masculino, femenino, masculino neutro, femenino neutro y otras variantes más es compleja, pues no hay, al día que corre, un acuerdo indisputable sobre el particular.

Y, para más fragor en la batalla, hay que añadir a las palabras el lenguaje tan usual en las redes, con interjecciones, memes, gifs, stickers y emojis.

No es lo mismo palabra que palabro.

rmr

logo
Mi Morelia.com
mimorelia.com