

Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- En el corazón de la tradición purépecha, Animecha Kejtsïtakua, traducido como “la Noche de Ánimas”, representa uno de los rituales más antiguos y significativos de Michoacán. A diferencia de otras conmemoraciones del Día de Muertos en el país, esta práctica no gira en torno a la muerte, sino a la celebración de la vida que continúa en la memoria y la comunidad.
Para el pueblo purépecha, la vida y la muerte no son fuerzas opuestas, sino complementarias. Animecha Kejtsïtakua encarna esa visión: una noche en la que los difuntos regresan simbólicamente al plano terrenal para convivir con los vivos, quienes los esperan con flores, alimentos, música y palabras.
El ritual se lleva a cabo principalmente en la zona lacustre del Lago de Pátzcuaro, donde las comunidades mantienen un compromiso sagrado con la memoria. Los altares en los hogares, las velaciones en los cementerios y las ofrendas colectivas no son un espectáculo, sino una manifestación íntima y colectiva del vínculo con los ancestros.
La tradición también está tejida con relatos orales, como la leyenda de Mintzita e Itzihuapa, dos príncipes purépechas cuyo amor fue truncado por la llegada de los conquistadores. Según la historia, el joven príncipe se convirtió en el guardián de un tesoro sagrado bajo las aguas del lago de Pátzcuaro y, cada 1.º de noviembre, regresa a la isla de Janitzio al sonar las campanas, para reencontrarse con su amada y recibir las ofrendas de los vivos.
Animecha Kejtsïtakua forma parte de un entramado cultural más amplio, donde tres elementos reconocidos por la UNESCO como patrimonio inmaterial coinciden:
La Pirekua, canto tradicional purépecha con fuerte contenido simbólico.
La cocina michoacana, base de la declaratoria mundial de la cocina tradicional mexicana.
El Día de Muertos, reconocido como una expresión viva, integradora y comunitaria.
Estos elementos se entrelazan en la celebración, reafirmando la riqueza cultural de Michoacán como una de las entidades donde el Día de Muertos mantiene mayor profundidad ritual y continuidad histórica.
Animecha Kejtsïtakua no es un evento ni una atracción, sino un acto de comunión con lo que permanece más allá del tiempo. Para las comunidades purépechas, el recuerdo es resistencia, y la ofrenda es un acto de reciprocidad con quienes ya no están, pero nunca se van del todo.
BCT