
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- María de los Ángeles Fabela Gaona jamás imaginó portar un uniforme policial. Creció con la idea de que la Policía no era una institución confiable. Su percepción se había forjado con historias familiares y con experiencias que la hicieron ver a los oficiales con recelo. Sin embargo, la vida la llevó por un camino inesperado. Hoy, con más de ocho años en la corporación y al frente del Centro de Atención a Víctimas de la Policía de Morelia, su historia es testimonio de transformación, de lucha y de compromiso con quienes más lo necesitan.
El destino la sorprendió en un momento de incertidumbre. Originaria de San Juan de Viña, Tacámbaro, terminó su labor como jefa de tenencia y se encontró sin empleo. Fue entonces cuando una prima le mencionó que la Policía de Morelia estaba reclutando. Su primer pensamiento fue un rotundo no. La idea de convertirse en policía le parecía ajena. Pero la necesidad de un trabajo la llevó a reconsiderar.
A pesar de sus dudas, decidió intentarlo. En un inicio, buscó ingresar a una corporación estatal, pero la rechazaron sin siquiera una entrevista. Menuda y bajita de estatura, no encajaba en el estereotipo de un policía “grande y fuerte”. Con la decepción a cuestas, probó suerte en la Policía de Morelia. Allí fue aceptada. Tenía la idea de no permanecer más de tres meses.
De la frustración al servicio
Su primer puesto fue en el área de proximidad. Sus días transcurrían en el Centro de Morelia, caminando entre calles y plazas, vigilando que los automóviles estuvieran bien estacionados. Las discusiones con los ciudadanos eran constantes. Pero lo que más le impactó fue el trato diferenciado por ser mujer. Recuerda bien cómo, cuando intentaba hacer su labor, algunos conductores la desafiaban: “A ver, quítame”.
Con el tiempo, observó que, para hacerse respetar, debía modificar su actitud. Se vio obligada a endurecer su carácter. No era algo que disfrutara, pero comprendió que, si no mostraba una firmeza extrema, no sería tomada en serio. Sus compañeras también vivían lo mismo.
Pero su vocación de servicio iba más allá de aplicar normas viales. Siempre sintió un llamado especial por el apoyo a las víctimas. Fue así como llegó al Centro de Atención a Víctimas, donde su perfil y su compromiso la hicieron destacar.
Ayudar, su verdadera vocación
Fabela Gaona se desempeñó en el área jurídica del Centro de Atención a Víctimas mientras estudiaba Derecho los fines de semana. Ahí, por primera vez, sintió que estaba donde debía estar. Su labor consistía en atender reportes, asesorar a personas en situaciones vulnerables y ofrecer acompañamiento a quienes habían sido víctimas de algún delito.
Su dedicación no pasó desapercibida y, con el tiempo, ascendió a la dirección. Desde hace casi cuatro años, es la responsable de coordinar los tres Centros de Atención a Víctimas de la Policía de Morelia. Su trabajo no solo implica supervisar las áreas de psicología y trabajo social, sino también impulsar mejoras en la atención a quienes requieren apoyo inmediato.
Un logro importante es la creación del Área de Mediación y Seguimiento Policial en 2023. La experiencia le enseñó a María de los Ángeles que muchos conflictos podían resolverse antes de escalar a la violencia. Problemas vecinales, discusiones familiares o desacuerdos en comunidades pueden ser atendidos con diálogo, evitando así que se conviertan en tragedias.
El costo personal de la vocación
Convertirse en policía cambió su vida, pero también la transformó como persona. Hoy, al reflexionar sobre su camino, reconoce que el uniforme la ha fortalecido, pero también le quitó algo de su esencia.
"Yo era una persona alegre, bromista. Sigo siéndolo, pero ya no de la misma manera. El uniforme te cambia, te moldea. A veces, sin quererlo, terminas adoptando una actitud más seria, más firme. Pero al mismo tiempo, me ha hecho más humana, más empática con el sufrimiento de los demás", confiesa.
Uno de los casos que más la marcó fue el de una niña de seis años, abandonada por su madre en la calle. Recuerda la mirada de la pequeña cuando le tomó la mano y le preguntó: “¿Verdad que no me vas a dejar sola?”. La escena quedó grabada en su memoria.
"Al siguiente día lloré cuando la fuimos a poner a disposición, porque tenía esa sensación de que debía cuidarla, yo quería adoptarla", confiesa.
Su mensaje para otras mujeres que consideren ingresar a la corporación es claro: "Que no tengan miedo de romper paradigmas. Que sepan que sí podemos, que esta es una carrera que nos da estabilidad, conocimiento y la posibilidad de ayudar".
Desde el Centro de Atención a Víctimas, María de los Ángeles Fabela continúa su labor, convencida de que, aunque nunca imaginó ser policía, hoy más que un trabajo es su vocación y su forma de cambiar vidas.
rmr