Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- No es secreto para nadie la existencia de múltiples fuentes o pilas de agua en la ciudad de Morelia; las hay de todos tamaños y formas e incluso muchas tienen su origen en la lejanía de los años, fruto de la constante lucha por surtir del vital líquido a una ciudad que se ha mantenido en constante crecimiento durante su devenir histórico. Algunas de ellas han pasado a convertirse en verdaderos emblemas representativos de la ciudad, tal es el caso de “Las Tarascas”; otras, que, debido a su ubicación más céntrica como la fuente de Villalongín, son constantemente visitadas y apreciadas por propios y extraños, así son nuestras viejas fuentes en Morelia, depósitos de inspiración artística y pasión histórica.
Con respecto a la identidad de aquellas fuentes un tanto marginadas, Ricardo Aguilera Soria, gran historiador y cronista nicolaíta, alguna vez refirió que “las denominaciones más interesantes corresponden a aquellas que se ubican en esquinas, pues la tradición popular asegura que la forma de llamarlas es producto de viejas leyendas”. Es así que la población local bautizó con nombres peculiares a un puñado de fuentes: La Pila del Gallo, del Ángel, del Soldado y de la Mulata. Dada su lejanía con el centro histórico, la fuente del Soldado y de la Mulata son algunas de las más “olvidadas”, pero sus leyendas siguen siendo recordadas sobre todo por los más adultos y los amantes de las leyendas locales.
Ubicada en Héroe de Nacozari esquina con calle 5 de febrero se encuentra la Pila de la Mulata, una bella fuente ornamental construida en 1873 con la finalidad de abastecer del vital líquido al barrio de San José.
La fuente ha sido sujeta a múltiples rehabilitaciones que han permitido su existencia como ornamento arquitectónico y desde 1963, con la rehabilitación efectuada durante la gubernatura de Agustín Arriaga Rivera, la fuente conserva la apariencia que se conoce actualmente manteniendo su forma elíptica y el característico abrevadero, único en las fuentes de toda Morelia.
Se dice que su nombre proviene de un tendejón que se instaló en las cercanías, pero otros refieren la siguiente leyenda como origen de tan enigmático nombre.
Cuentan las viejas historias de la antigua Valladolid, que allá por el barrio de la cantera existía un amoroso matrimonio bendecido por la gracia de Dios.
La bella pareja formada por Plácido y Cástula gozaba de una inmensa felicidad; él, llevaba consigo el fruto de su trabajo como arriero; ella por su parte, se encargaba de las tareas del hogar y cual señora de las plantas se encomendaba de cuidar su elogiado jardín el cual era el reflejo de su alma devota.
Cierto día y por motivos de trabajo, Plácido tuvo que partir a la costa Michoacana y en aquel sitio encontró el amor culposo de una bella mulata, cuyos ojos seductores hechizaron el corazón de Plácido, enmarañándolo entre los límites del sucio juego de la infidelidad.
Plácido, sin ton ni son, decidió invitar a la bella mujer a su casa en Valladolid para pasar Semana Santa. La noticia llegó rápidamente a los oídos de Cástula, quien comenzó a crear diversos imaginarios con preponderantes escenarios de la conducta infiel de su marido.
Los celos pronto se tornarían como un letal veneno en la mente de Cástula y de la devota mujer prácticamente no quedaría nada. Pronto la suciedad tomaría lugar en aquella morada que antes rebosaba de luz, la vitalidad de aquel jardín admirado pronto caería en la muerte, aquella mujer sumergida en una grave depresión ni siquiera la vida del prójimo era ya de su importancia.
Los vecinos que resultaron ser pura boca informaron a Cástula que la mulata asistía cada noche con su cántaro a sacar agua de aquella pila que se encontraba en las cercanías. La noche siguiente, aquella mujer poseída por los celos, como si se tratase de una bestia asechando a su presa, espero a la mulata en aquella fuente. Envuelta en penumbras, Cástula observo en la lejanía a su rival, y una vez la mulata se aproximó al depósito de agua, Cástula se abalanzó sobre ella intentando acertarle unos golpes a la mujer que le arrebató su amor.
Pero uno de aquellos incontenidos golpes hizo derribar a la mulata, y en un intento por levantarse, la mujer tropezó con la grada de la fuente golpeándose fuertemente la cabeza cayendo adentro de la pila. Cástula, petrificada y con el temor de Dios en todo su ser decidió abandonar la escena del crimen mientras resonaban las campanas de Catedral por toda Valladolid.
Se dice que desde entonces la gente ofrecía plegarias en aquel lugar, escenario de un crimen pasional y con el tiempo la gente comenzaría a referir aquel deposito como La Pila de la Mulata.
Relato inspirado en la obra del poeta y ensayista José Zavala Paz.
FGM