Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- En el centro histórico de la ciudad de Morelia, donde las calles Héroe de Nacozari y 5 de febrero se entrelazan, se alza la Pila de la Mulata, una hermosa fuente ornamental construida en 1873 con el propósito de abastecer de agua al barrio de San José. Se dice que su nombre proviene de un tendejón que se instaló cerca, pero otros atribuyen su origen a una leyenda. Esta es una de ellas.
La leyenda de la Pila de la Mulata
En Valladolid, una fuente hay, cuya historia autorizada revela un vínculo noble con aquella Mulata de Córdoba, cuya fama, por siglos, ha sido cantada por poetas inspirados y por la gente en todo el virreinato conocida. De ella se contaban proezas y maravillas, y su nombre se mencionaba con frecuencia tanto en la corte del Virrey, donde los nobles se reunían con pompa y circunstancia, como en los tugurios humildes donde arrieros y viajeros se hospedaban. En los atrios de los templos sagrados y en los locutorios de las monjas piadosas, en las fondas y tabernas ruidosas, su nombre era susurrado con admiración y su leyenda crecía con el paso de los años, llenando casi tres siglos de literatura legendaria y popular.
¡Oh, ciertamente! Pues aquella mujer ilustre poseía encantos que cautivaban el alma. Su belleza era tan radiante y divina que hasta los más altos señores se rendían a su gracia y su inteligencia sublime. Los necesitados acudían a sus pies, pues siempre estaba dispuesta a ayudar, con mano generosa y corazón piadoso; y su bondad era tan grande y tan pura que hasta los más duros corazones se ablandaban. Era una diosa, una criatura celestial, con belleza y virtud en su rostro escrito, y su fama, como un aura de gloria, la rodeaba con un resplandor divino. Su prestigio y su belleza, unidas en armonía, creaban un halo misterioso y poético, que es, sin duda, el más poderoso hechizo que una mujer puede ejercer sobre el corazón humano.
Pero ¡ay!, la fama y la belleza son a menudo semillas de envidia y rencor. La Mulata de Córdoba, objeto de admiración, también lo fue de celos y maledicencia. Su vida, tal vez demasiado libre y desenfrenada, llamó la atención de los ojos vigilantes de la Inquisición, que con mano de hierro perseguía a los que se atrevían a ser diferentes. Perseguida, la pobre mujer buscó refugio en Valladolid, ciudad de paz y tranquilidad, donde pensó encontrar un respiro a sus penas. Pero la suerte no la acompañaba, y pronto una nueva y más feroz persecución se desató contra ella, y el Santo Oficio la alcanzó en las sombras de San José, donde pensaba estar segura. Fue atrapada por manos implacables, y llevada ante los tribunales de la fe. Su destino, ahora, estaba sellado, y la Mulata de Córdoba, aquella mujer tan libre, habría de enfrentar la justicia del Santo Oficio, con todas sus consecuencias funestas y crueles.
Con calma y serenidad en su rostro, la Mulata enfrentó su destino. Mientras la llevaban a las cárceles oscuras, pidió un momento para calmar su sed. Los alguaciles, compasivos, accedieron; y ella, con gracia y donaire, comenzó a dibujar en la piedra de la pila una carroza, con líneas y contornos finos. Con rapidez y maestría, la figura creció, y antes de que nadie pudiera imaginarlo, la carroza cobró vida, y con un toque de su mano, se convirtió en realidad. La berlina, con ruedas y caballos, se deslizó suavemente, como por encanto, y la Mulata de Córdoba, con una sonrisa, se sentó dentro, y con un gesto, se fugó. Atravesó las calles de la ciudad, veloz, dejando a sus perseguidores atónitos y pasmados, con la mirada fija en el vacío que dejó.
Relato inspirado en la obra del poeta y ensayista José Zavala Paz.
Amante de la historia mexicana, y de las leyendas antiguas de nuestra tierra, tal vez reconocerás en esta narrativa de la Mulata, cierta inspiración de la historia contada en la prisión de San Juan de Ulúa. Sin embargo, existe otra versión, más sobria, más cercana a la verdad, sin fantasía ni encanto, que puedes descubrir siguiendo este enlace:
AVS
