El Dragón de Fierro: La leyenda de Agustín de Iturbide. Parte 2
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El Dragón de Fierro: La leyenda de Agustín de Iturbide. Parte 2

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Agustín de Iturbide. Museo Regional Michoacano "Dr. Nicolás León Calderón"
Agustín de Iturbide. Museo Regional Michoacano "Dr. Nicolás León Calderón"Arturo Vázquez

Morelia, Michoacán (MiMorelia.com). La publicación que sigue es la continuación del artículo titulado: El Dragón de Fierro: La leyenda de Agustín de Iturbide. Si aún no leíste la primera parte, te invitamos a hacerlo a través del siguiente enlace.

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Bandera del Ejército Trigarante en Museo Nacional de Historia/INAHGOB.MX

El Nacimiento de un Imperio Efímero

El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide lideró la entrada triunfal en la Ciudad de México al frente del Ejército de las Tres Garantías. Este momento significó el fin de la lucha por la independencia de México y el inicio de un nuevo período histórico. Sin embargo, a pesar de los avances logrados, aún quedaban desafíos por superar.

La Junta Provisional Gubernativa, establecida ese mismo día, se encargó de redactar la Acta de Independencia del Imperio Mexicano, siguiendo los lineamientos del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. Además, nombró a Iturbide como presidente de la regencia, generalísimo y almirante.

A medida que pasaba el tiempo, la Junta Gubernativa convocó a elecciones para elegir a los miembros del Congreso Constituyente, que finalmente se instaló el 24 de febrero de 1822. No obstante, aunque su función principal era redactar una constitución, el Congreso asumió atribuciones que iban más allá de sus facultades originales.

Según Iturbide (2012), la convocatoria a elecciones estuvo marcada por la intriga y la presencia de personas con intenciones siniestras:

Su objeto principal era formar la constitución del imperio: ni un solo renglón se escribió de ella. En el país más rico del mundo el erario estaba exhausto, no había con qué pagar al ejército ni a los empleados. No había sistema de hacienda ni aun sistema establecido, pues el que regía en tiempo del gobierno español se había abolido sin sustituirse otro. […] Tampoco sobre esto tomó providencia el Congreso. Y, en una palabra, necesitando de la patria su auxilió para todo, nada hicieron en un imperio naciente”. (pp. 45-46).

El Congreso no tomó providencia sobre estos asuntos, lo que dejó al país en una situación precaria. A los problemas que enfrentaba el país, se sumó el intento del Congreso de erigir estatuas en honor a los jefes insurgentes, lo cual no fue bien recibido por Iturbide (2012):

A estos mismos jefes había yo perseguido y volvería a perseguir si retrogradásemos a aquel tiempo, para que pueda decirse quién tiene razón, si el Congreso o yo. Es necesario no olvidar que la voz de la insurrección no significa independencia, libertad justa, ni era el objeto de reclamar los derechos de la nación, sino exterminar a todo europeo, destruir las posesiones, prostituirse, despreciar las leyes de la guerra, las humanidades y hasta las de la religión. […] El desorden precedía a las operaciones de americanos y europeos, pero es preciso confesar que los primeros fueron culpables, no sólo por los males que causaron sino porque dieron margen a los segundos para que practicasen las mismas atrocidades que veían en sus enemigos. Si tales hombres merecen estatuas, ¿qué se reserva para los que no se separaron de la senda de la virtud?” (p. 73).

Además, la situación se complicó aún más cuando España desconoció los Tratados de Córdoba y se negó a enviar a un miembro de la familia real para ocupar el trono mexicano. En medio de esta agitación política y el riesgo de anarquía, un grupo de partidarios de Iturbide, principalmente militares, salieron a las calles de la ciudad de México aclamando al libertador como emperador.

Iturbide relata que, en la noche del 18 de mayo de 1822, el pueblo de México y su guarnición lo aclamaron gritando "¡Viva Agustín I!". Aunque muchos pensaban que Iturbide anhelaba la corona, él afirma que no la deseaba. Sin embargo, el Congreso parecía decidido a ofrecérselo por aclamación general. Finalmente, después de discusiones y debates, el Congreso aceptó su nombramiento sin oposición, Iturbide sería emperador.

Proclamación de Agustín de Iturbide como Emperador de México
Proclamación de Agustín de Iturbide como Emperador de MéxicoMuseo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec/INAH

La Sublevación del Congreso

El 21 de julio de 1822, en la Catedral de México, se llevó a cabo la coronación de Agustín I y su esposa Ana María Huarte como emperadores de México. Debido a la pobreza del país, la ceremonia fue modesta, con joyas prestadas y un trono de madera cubierto. Sin embargo, esto no impidió que la brecha entre Iturbide y el Congreso se ampliara.

El Congreso, influenciado por intrigas políticas de extranjeros como Joel R. Poinsett, conspiró contra el imperio. Iturbide, que por aquellos años estaba más preocupado por una posible intervención militar de Estados Unidos (que ocurriría años más tarde), ordenó arrestar a los diputados que se sublevaron al proclamar la república. Los diputados arrestados por órdenes de Iturbide se convirtieron en sus enemigos acérrimos, entre ellos Carlos María de Bustamante, destacado por ser el creador de muchos mitos nacionales.

No obstante, surgieron nuevos problemas. En esta ocasión, el general de brigada Felipe de la Garza se levantó en armas en defensa de los diputados arrestados por Iturbide. Pero pronto se dio cuenta de que su movimiento no tenía el apoyo popular que esperaba. Superado, De la Garza se rindió y fue acusado de traición a la corona. Iturbide, en un gesto inesperado, decidió perdonarle la vida y permitirle mantener su puesto de mando. Finalmente, el 31 de octubre de 1822, Agustín tomó la decisión de disolver el Congreso y establecer una Junta Nacional Instituyente en su lugar. Con el paso de los meses, la situación de Iturbide se volvía cada vez más precaria. Era solo cuestión de tiempo antes de que su gobierno llegara a su fin.

General Antonio López de Santa Anna
General Antonio López de Santa AnnaMuseo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec/INAH

Una Serpiente de Apellido Santa Anna

La historia de México ha estado marcada por personajes cuya ambición los llevó a actuar con deslealtad y cuya figura ha generado controversia a lo largo de las generaciones. Uno de los más destacados es Antonio López de Santa Anna, quien albergaba un profundo rencor hacia Iturbide por haberlo relevado del mando durante el asalto al puerto de Veracruz en 1822. A pesar de que Iturbide había intentado tratarlo con honores y respeto, Santa Anna se sintió ofendido y buscó vengarse, incluso si eso significaba dañar a la patria.

Llegó a Veracruz, donde proclamó la república, y luego intentó tomar la ciudad de Xalapa, pero fue reprimido. Iturbide envió al mariscal Echávarri con una fuerza militar superior para sofocar la rebelión, pero en lugar de atacar, Echávarri decidió establecer un sitio. A pesar de que pudo tomar Veracruz sin resistencia, no lo hizo y permitió que Santa Anna se atrincherara.

Echávarri se puso en correspondencia con ellos y con el gobierno del castillo [San Juan de Ulúa]; olvidó repentinamente sus justos resentimientos con Santa Anna, identificándose con éste en opinión; olvidó mi amistad, olvidó lo que debía a los mexicanos, olvidó hasta su honor […]”. (Iturbide, 2012, p. 63).

Finalmente, el sitio culminó con la firma del Plan de Casa Mata el 1 de febrero de 1823, donde los sitiados y sitiadores se unieron para restablecer el Congreso. Agustín había sido traicionado, pero decidió no combatir la insurrección que se extendió rápidamente a Puebla, donde el gobierno se negó a acatar las órdenes de Iturbide. Él intentó mediar, pero al darse cuenta de que la resolución por la fuerza conduciría a una nueva guerra civil, optó por ceder ante las demandas de los rebeldes y restableció el Congreso el 4 de marzo de 1823. Sin embargo, considerando que su presencia podría generar agitación, decidió abdicar el trono del Imperio y exiliarse, priorizando evitar el derramamiento de sangre y preservar la unidad del pueblo mexicano, manteniendo viva la llama de la independencia.

La patria no necesitaba de mis servicios contra enemigos exteriores que por entonces no tenía y con respecto a los interiores, lejos de serle útil, podría perjudicarle mi presencia, porque ella era un pretexto para que se dijese que se hacia la guerra a mi ambición. […] No lo hice por miedo a mis enemigos; a todos los conozco y sé lo que valen.” (Iturbide, 2012, p. 67).

Iturbide eligió a su antiguo rival, el brigadier Nicolás Bravo, para escoltarlo hasta Veracruz, donde finalmente abordó la fragata inglesa Rowllins y partió hacia Liorna, Italia, en compañía de su familia y un grupo de acompañantes. Durante su exilio, el Congreso ordenó la destrucción de las copias del Plan de Iguala y se aprobó un decreto de proscripción contra Iturbide, lo que significaba que, si regresaba a México, sería condenado a muerte sin derecho a juicio o defensa.

Despedida de Agustín de Iturbide
Despedida de Agustín de IturbideMediateca INAH

El Exilio

La fragata llegó a Liorna el 2 de agosto de 1823. Durante su estancia en Italia, Iturbide escribió sus memorias. Sin embargo, su experiencia no fue grata, ya que no pudo comprar tierras y estaba constantemente siendo vigilado por posibles espías de sus enemigos. Además, la presión ejercida por la Santa Alianza, compuesta por Rusia, Austria y Prusia, que buscaban apoyar a las monarquías restauradas tras la caída de Napoleón Bonaparte, se hizo insoportable. Debido a estos motivos, Iturbide decidió partir hacia Inglaterra, llegando a Londres el 1 de enero de 1824.

Es un hecho bien conocido que Agustín de Iturbide tuvo la oportunidad de reunirse con José de San Martín, el libertador de Argentina, Chile y Perú, en Londres. Ambos habían sido exiliados y vivían en la pobreza en ese momento. Aunque se desconoce el contenido exacto de su conversación, se dice que fue en Londres donde Iturbide se enteró de los planes de España para reconquistar México con el apoyo de la Santa Alianza.

En febrero de 1824, Iturbide escribió una carta al Congreso mexicano ofreciendo sus servicios al país. Sin embargo, su carta fue recibida con escepticismo y no se envió ninguna respuesta. Agustín continuó escribiendo cartas a sus amigos anunciando su intención de regresar a México para defender la patria. Como muestra de su compromiso, hizo que su hijo mayor renunciara a su derecho a la sucesión del trono y notificó al Congreso de su intención de regresar.

Finalmente, Iturbide partió hacia México en el bergantín Spring, acompañado de su esposa Ana María, sus dos hijos menores, su sobrino José Ramón, su confesor y el capitán polaco Carlos Benenski. Para financiar el viaje, Iturbide tuvo que vender algunas de sus últimas posesiones valiosas.

El 13 de julio de 1824, Iturbide envió un comunicado al Congreso anunciando su llegada y escribió su testamento, como si presagiara su destino. Al día siguiente, el Spring llegó a Soto la Marina, marcando el inicio del fatal desenlace.

Fusilamiento de Iturbide
Fusilamiento de IturbideSantiago Hernández (atribuido). Museo del Estanquillo

La Despedida

Beneski descendió del Spring para reconocer el área y llevar una tarjeta de presentación al comandante de la plaza, Felipe de la Garza. Al saber que Iturbide estaba en el barco, De la Garza le escribió sobre la necesidad de su presencia en el país, sin advertirle del decreto de proscripción que pesaba sobre él. Se dice que Iturbide fue reconocido inmediatamente por su forma de cabalgar, recordando el motivo por el cual era apodado el Dragón de Fierro.

Fue durante el rumbo a la villa de Padilla cuando el general De la Garza le informó de su situación jurídica, y a la mañana siguiente se le avisó a Iturbide que sería fusilado en tres horas. Pero De la Garza suspendió la ejecución y decidió llevar a Iturbide al Congreso de las Tamaulipas, le devolvió la espada y le ofreció 60 hombres a su mando. Algunos creen que fue una prueba por parte de Felipe de la Garza, mientras que otros insinúan que fue un gesto que Iturbide no supo aprovechar, ya que años antes, Iturbide le había perdonado la vida a De la Garza.

Iturbide aguardó su sentencia que concluyó con la aplicación del decreto de proscripción. El 19 de julio de 1824, se le informó a Iturbide que tenía tres horas para prepararse a morir, su única petición fue que le dieran la autorización de escuchar misa, pero fue negada. Así, el destino de Iturbide quedó sellado.

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Cuando se sintió listo para enfrentar su fin, lo llevaron a la plaza de ejecución. En un gesto de generosidad y aceptación, sacó tres onzas de oro de su bolsillo y las repartió entre el pelotón de fusilamiento. Luego, pronunció sus últimas palabras, que quedarían grabadas en la eternidad:

Mexicanos: en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión, ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros. Muero gustoso, porque muero entre vosotros. Muero con honor, no como traidor. No quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha: no soy traidor, no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos os manden, cumpliréis con Dios. No digo esto lleno de vanidad porque estoy muy distante de tenerla.” (Iturbide, 2014, Escritos diversos)

Después, cubrió sus ojos y rezó el credo con devoción. Luego, recibió tres disparos, pero fue un balazo en la frente el que resultó fatal. Su cuerpo permaneció tendido en el suelo durante un rato, mientras que los soldados se repartían sus pertenencias. Entre sus cosas, encontraron las páginas de sus memorias, manchadas con sangre, que concluían:

Mexicanos, este escrito llegará a vosotros. Su principal objeto es manifestaros que el mejor de vuestros amigos jamás desmereció el afecto y confianza que le prodigásteis. Mi gratitud se acabará con mi existencia. Cuando instruyáis a vuestros hijos en la historia de la patria, inspiradles amor al primer ejército Trigarante; y si los míos necesitan alguna vez de vuestra protección, acordaos que su padre empleó el mejor tiempo de su vida en trabajar por que fuéseis dichosos. Recibid mi último adiós, y sed felices.” (Iturbide, 2012, p. 70).
Manifiesto al Mundo, de Agustín de Iturbide, también conocido como Memorias escritas desde Liorna
Manifiesto al Mundo, de Agustín de Iturbide, también conocido como Memorias escritas desde LiornaCortesía

Los habitantes de la zona le vistieron con la túnica franciscana y lo velaron en un ataúd simple en la capilla de Padilla, donde finalmente fue enterrado. En el Spring, Ana María recibiría la última carta de su esposo fallecido:

Ana María Huarte
Ana María HuarteMediateca INAH
Ana, santa mujer de mi alma: la legislatura va a cometer en mi persona el crimen más injustificado. Acaban de notificarme la sentencia de muerte por el decreto de proscripción; Dios sabe lo que hace y con resignación cristiana me someto a su sagrada voluntad. Dentro de pocos momentos habré dejado de existir, y quiero dejarte en estos renglones para ti y para mis hijos el último adiós de su padre, les dirás que muero buscando el bien de mi adorada patria y, huyendo del suelo que nos vio nacer y donde nos unimos, busca una tierra no proscrita donde puedas educar a nuestros hijos en la religión que profesaron nuestros padres, que es la verdadera. El señor Lara queda encargado de poner en manos de mi sobrino Ramón para que la recibas, mi reloj y mi rosario, única herencia que constituye este sangriento recuerdo de tu infortunado Agustín.” (Iturbide, 2014, Escritos diversos)

Así fueron los últimos días de Agustín de Iturbide, Dragón de Fierro, consumador de la independencia.

Referencias

Museos

  • Museo Regional Michoacano “Dr. Nicolás León Calderón”

Conferencia

  • Espinosa Aguirre, J. (10 DE JULIO 2024). El ocaso de un emperador. Agustín de Iturbide, sus últimos días (1824). Morelia, Michoacán: Museo del Estado de Michoacán. Programa: Arte, Historia y Tradición popular.

Bibliografía

  • El último día del Exmo. Sr. D. Agustín de Iturbide y su despedida de los Mejicanos. Morelia, 1853.

  • Guzmán Pérez, M. (2021). El momento Iturbide. Una historia de la trigarancia. Morelia, Michoacán: UMSNH/IIH.

  • Iturbide, A. (2012). Memorias escritas desde Liorna. México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

  • Iturbide, A. (2014). Escritos diversos. México: CONACULTA/Dirección General de Publicaciones.

  • Navarro y Rodrigo, C. (1906). Agustín de Iturbide vida y memorias. México.

  • Romero Flores, J. (1971). Iturbide pro y contra. Morelia, Michoacán: Balsal Editores/colección documentos y testimonios n°4.

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