Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Agustín de Iturbide fue un personaje clave en la lucha por la independencia de México, pero su legado ha sido objeto de interpretaciones erróneas y malentendidos. En ese sentido, es fundamental analizar sus acciones y decisiones durante su carrera militar y política, especialmente en los momentos más importantes de su vida.
La noción de traidor es compleja y puede variar según el contexto histórico. En el caso de Iturbide, es importante considerar las circunstancias de su época y evaluar si sus acciones pueden ser consideradas como una forma de traición o si fueron motivadas por un compromiso con su patria. A 200 años de su muerte, es pertinente aproximarse a la compleja vida de Iturbide y redescubrir otra perspectiva de su legado.
En este texto, nos proponemos ofrecer una visión diferente de la verdad histórica, tomando como referencia la cronología establecida por Iturbide en sus Memorias escritas desde Liorna, obra que redactó en 1823 durante su exilio en Italia. Te invitamos a dejar los prejuicios atrás y unirte a nosotros en este viaje para descubrir otra versión detrás de la figura de Agustín de Iturbide. ¿Estas listo para desafiar la verdad histórica y descubrir otra cara de la misma moneda?
El Nacimiento de un Destino
En las antiguas historias de Valladolid se narra que el 27 de septiembre de 1783 nació Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, un niño destinado a cambiar el curso de la historia de Nueva España. Su nacimiento estuvo marcado por complicaciones, y su madre, María Josefa de Arámburu, debió encomendarse a la milagrosa imagen de fray Diego de Basalenque para salvar la vida de su hijo y la suya propia. En agradecimiento, sus padres decidieron llamarlo Agustín.
Agustín creció en una familia con profundas raíces religiosas. Su padre, José Joaquín de Iturbide, era un hombre de gran influencia en la región, y su madre era una devota católica que le enseñó los valores de la fe y la lealtad que lo acompañarían toda su vida. Desde joven, Agustín mostró interés en la vida ecuestre, pasión que lo llevarían a destacar como buen jinete, pero su padre lo inscribió en el antiguo Seminario Tridentino de Valladolid para que estudiara gramática latina y se preparara para la vida como hombre de leyes.
Sin embargo, Agustín no se sentía atraído por los estudios eclesiásticos ni por la administración agrícola; su corazón anhelaba la aventura y la libertad. En octubre de 1797, con solo 14 años, se unió al primer batallón del Regimiento Provincial de Valladolid como subteniente de bandera. Su padre había adquirido el título de alférez para su hijo, quien no recibía sueldo por su trabajo.
Años más tarde, en 1805, Agustín contrajo nupcias con Ana María Huarte, una joven de 19 años que se convirtió en su compañera de vida. Juntos formaron una familia que iría creciendo con el tiempo. Mientras tanto, Iturbide continuó su carrera militar sin saber que lo llevaría a convertirse en uno de los personajes más importantes de la historia de México, una patria que estaba por nacer.
La Sombra de la Conspiración
En 1809, Valladolid era un hervidero de rumores sobre una posible rebelión. En la sombra de la noche, un grupo de conspiradores se reunía en la propiedad de José María García Obeso con el objetivo de establecer un congreso soberano que gobernaría en nombre del rey Fernando VII de España, cuyo trono había sido usurpado por Napoleón Bonaparte. Sin embargo, su plan fue descubierto por la delación de las juntas celebradas, y se dijo que Iturbide había sido el delator. Pero ¿era cierto?
Abraham López de Lara, un historiador que investigó los hechos, sostuvo que el verdadero delator había sido el cura Francisco de la Concha. No obstante, la historia no termina ahí. Fray Agustín Gutiérrez también había denunciado formalmente las conjuras y existía una tercera denuncia que se sumaba a las acusaciones. La conjura fue descubierta en diciembre de 1809 y sus miembros fueron aprehendidos. Iturbide parecía ignorar la existencia de la conspiración, pero una cosa era verdad: la lucha por la independencia se aproximaba.
La Lucha por el Orden
Nota: Es importante destacar que Las Memorias escritas desde Liorna, también conocidas como Manifiesto al Mundo, de Agustín de Iturbide, inician con esta información.
En 1810, Miguel Hidalgo inició el movimiento insurgente, pero nadie pudo prever la magnitud de los terribles acontecimientos que se desataría. La sociedad novohispana estaba horrorizada por la violencia desencadenada por la insurgencia. Guanajuato se había convertido en un sitio de saqueos y la tragedia de la Alhóndiga había producido una gran cantidad de muertos. La desgracia de Guanajuato se replicó en Valladolid, donde la falta de experiencia y liderazgo de Miguel Hidalgo permitió que la barbarie del levantamiento armado se abatiera sobre el pueblo.
Cuando Valladolid fue tomada en 1810, Iturbide era un subalterno del Regimiento Provincial de Valladolid. Sin embargo, su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Miguel Hidalgo, líder de la insurgencia, se acercó a él con una oferta que parecía irresistible: la faja de teniente general y un lugar en la lucha por la independencia. Sin embargo, Iturbide no se dejó seducir por la promesa de poder y consideró que el movimiento independentista no estaba bien estructurado y que la violencia desatada por el ejército irregular de Hidalgo era inaceptable. Por lo tanto, rechazó la oferta y se mantuvo leal a la corona española.
Fue en ese momento que algunos criollos, como Agustín de Iturbide, decidieron tomar las armas y combatir la insurgencia:
“El tiempo demostró la certeza de mis predicciones. Hidalgo y los que lo sucedieron siguiendo su ejemplo desolaron al país, destruyeron las fortunas, radicaron el odio entre europeos y americanos, sacrificaron millares de víctimas, obstruyeron las fuentes de la riquezas, desorganizaron el ejército, aniquilaron la industria, hicieron de peor condición la suerte de los americanos, excitando la vigilancia de los españoles a vista del peligro que los amenazaba, corrompiendo las costumbres; y lejos de conseguir la independencia, aumentaron los obstáculos que a ella se oponían. Si tomé las armas en aquella época, no fue para hacer la guerra a los americanos, sino a los que infestaban el país.” (Iturbide, 2012, p. 34).
La insurgencia no se rindió en su empeño por alejar a Iturbide del campo de batalla. En octubre de 1810, intentaron nuevamente convencerlo, esta vez prometiéndole respetar a su familia y posesiones si se mantenía neutral en la lucha. Sin embargo, Iturbide no se dejó comprar y rechazó la oferta.
A pesar de la muerte de los primeros insurgentes, la lucha continuó siendo intensa y parecía no tener fin. Pero Iturbide no se dio por vencido. Con determinación y estrategia, logró sofocar varias insurrecciones y obtuvo victorias significativas en Valladolid, la Loma de Santa María y Puruarán. Cada una de estas victorias representó un golpe devastador para la insurgencia y afectó profundamente la moral del generalísimo José María Morelos.
En 1816, el movimiento insurgente había sido prácticamente derrotado, quedando solo pequeños grupos de resistencia. Ese año, Iturbide fue llamado a responder a cargos por desvío de fondos en su beneficio. Tras un proceso, se aclaró que las acusaciones eran falsas y se le restituyó en su puesto. Sin embargo, decidió retirarse a trabajar en el campo después de muchos años luchando a favor del bando realista.
Al retirarse de la vida militar, Iturbide no dejó de estar en contacto con las transformaciones políticas en Nueva España. Esto generaría un cambio en su forma de ver la vida y lo mantendría informado sobre los acontecimientos que estaban por venir.
El camino hacia la independencia
En 1820, la noticia del triunfo de la revolución liberal de Rafael de Riego en España llegó como un vendaval. Los sectores conservadores se sintieron alarmados y temerosos de que las medidas radicales impulsadas por los diputados españoles se aplicaran en el virreinato. Esto generó un deseo de independencia entre muchos, quienes temían perder sus privilegios. Sin embargo, a pesar de la proliferación de diversas facciones con este objetivo, ninguna contaba con un plan claro para alcanzar la independencia.
“Se hacían juntas clandestinas que trataban del sistema de gobierno que debía adoptarse. […] los europeos y sus adictos, unos trabajaban por consolidar la constitución […]; otros pensaban en reformarla, porque en efecto, tal cual la dictaron las Cortes de Cádiz era inadaptable en lo que se llamó Nueva España; otros suspiraban por el gobierno absoluto” (Iturbide, 2012, p. 36).
En la Ciudad de México, un grupo de personalidades destacadas, entre ellas Agustín de Iturbide, se reunieron en secreto en el Oratorio de San Felipe Neri, conocido como el Templo de la Profesa. Estos individuos, disconformes con la restauración de la Constitución española, idearon un plan para instaurar al virrey como gobernante de Nueva España. Sin embargo, este intento fracasó. En un giro inesperado, concibieron un nuevo plan que buscaba la independencia mediante la instauración de una monarquía encabezada por un miembro de la familia real española. La Conspiración de la Profesa fue un momento crucial en la historia de la Nueva España, ya que algunas de sus ideas y propuestas se reflejarían posteriormente en el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba.
El Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba: Dos Pasos hacia la libertad
La oportunidad de implementar los planes de la conjura se presentó cuando el Virrey Apodaca, que anhelaba destruir por completo a la insurgencia liderada por Vicente Guerrero, llamó a Iturbide para que regresara a la lucha y exterminara la última llama insurrecta. Iturbide había considerado la posibilidad de lograr la independencia de la Nueva España y sabía que la unión era clave para lograrlo. Por eso, decidió contactar a Vicente Guerrero para proponerle unirse a una causa común. Después de algunas negociaciones, finalmente se reunieron y llegaron a un acuerdo.
El 24 de febrero de 1821, firmaron el Plan de Iguala, un documento que establecía tres garantías fundamentales: el respeto a la religión católica, la independencia de la Nueva España y la unión de europeos y americanos sin distinción de castas. Así nació el Ejército Trigarante, un movimiento ajeno a la insurgencia, que uniría a la gente de la Nueva España bajo una misma bandera. Iturbide logró convencer a una amplia red de personalidades para unirse a la causa, incluyendo mandos militares, figuras religiosas y antiguos enemigos. Todos se unieron bajo el plan que garantizaba la libertad y los derechos, incluso de los extranjeros. El movimiento Trigarante también hizo una importante aportación para la creación del lábaro patrio: sus tradicionales colores, que nacieron en ese momento como un símbolo de la unión y la lucha por la independencia.
“Su ejecución tuvo el feliz resultado que me había propuesto: seis meses bastaron para desatar el apretado nudo que ligaba a los dos mundos. Sin sangre, sin incendios, sin robos ni depredaciones, sin desgracias y -de una vez- sin lloros y sin duelos; mi patria fue libre y trasformada de colonia a grande imperio. Solo faltaba a la obra un perfil para estar también conforme a las costumbres admitidas: un tratado […] El 24 de agosto [de 1821] tuve en la villa de Córdoba una entrevista con el dignísimo general español don Juan de O´Donojú y en el mismo día quedó concluido el tratado que corre con el nombre del lugar en que se firmó, e inmediatamente remitido al señor don Fernando VII con un jefe de la comitiva de O´Donojú.” (Iturbide, 2012, pp. 38-39).
Después de meses de lucha y negociaciones, finalmente había llegado el momento de hacer su entrada triunfal en la Ciudad de México. Iturbide recordaría ese momento con orgullo y gratitud para siempre.
Referencias
Museos
Museo Regional Michoacano “Dr. Nicolás León Calderón”
Cedularios Museo Casa de Morelos (2012). Michoacán, México: INAH/CONACULTA.
Conferencia
Espinosa Aguirre, J. (10 DE JULIO 2024). El ocaso de un emperador. Agustín de Iturbide, sus últimos días (1824). Morelia, Michoacán: Museo del Estado de Michoacán. Programa: Arte, Historia y Tradición popular.
Bibliografía
Florescano, E; Guzmán, M. (2021). Historia de la bandera mexicana 1325 – 2019. México: Taurus.
Guzmán Pérez, M. (2021). El momento Iturbide. Una historia de la trigarancia. Morelia, Michoacán: UMSNH/IIH.
Iturbide, A. (2012). Memorias escritas desde Liorna. México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
López de Lara, A. (1965). “Los denunciantes de la conspiración de Valladolid en 1809”. En Boletín del Archivo General de la Nación, núm. 2, (6.1), pp. 5-42.
Navarro Méndez, J. M. (2018). “La mujer del emperador: Ana María Huarte de Iturbide. Un perfil biográfico (1786 – 1822)”. En Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación, núm. 16 (mayo – agosto) pp. 11-34.
Navarro y Rodrigo, C. (1906). Agustín de Iturbide vida y memorias. México.
Romero Flores, J. (1971). Iturbide pro y contra. Morelia, Michoacán: Balsal Editores/colección documentos y testimonios n°4.
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