
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- A más de cinco décadas de la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, el cine, la literatura y el documental siguen siendo las voces que resguardan la memoria colectiva de una de las páginas más dolorosas en la historia de México.
El séptimo arte ha dejado huellas imborrables. La cinta “Rojo amanecer” (1989), dirigida por Jorge Fons y protagonizada por Héctor Bonilla y María Rojo, se convirtió en la primera gran producción mexicana que se atrevió a mostrar, desde un departamento en Tlatelolco, la violencia ejercida contra los estudiantes. La película recibió el Ariel a Mejor Película, consolidándose como un referente obligado para comprender la tragedia.
Otro retrato es “Tlatelolco, verano del 68” (2013), de Carlos Bolado, que entrelaza la represión con una historia de amor entre jóvenes de distintas clases sociales.
En contraste, el documental universitario “El grito” (1968), filmado por estudiantes del CUEC, constituye un testimonio directo y invaluable de aquellos días.
La memoria también se refleja en “Borrar de la memoria” (2011), de Alfredo Gurrola, que aunque se centra en el asesinato de una periodista, enlaza la represión política con la sombra del 68.
En el terreno de las pantallas digitales, plataformas como Netflix presentaron en 2018 el documental “1968, el año que cambió a México”, mientras que Canal 22 produjo “Tlatelolco: las claves de la masacre”, una docuserie con voces de sobrevivientes, académicos y periodistas. Por su parte, TV UNAM y VICE han difundido crónicas y reportajes que suman al mosaico de memoria.
Amazon Prime Video nos trajo Un extraño enemigo, una serie de drama político con un título que remite a la incertidumbre del México de 1968, la historia se adentra en uno de los momentos más críticos del país: el movimiento estudiantil y la represión gubernamental.
La literatura también ha dejado su impronta. El libro “La noche de Tlatelolco”, de Elena Poniatowska, se convirtió en un testimonio coral fundamental, con adaptaciones teatrales y documentales que mantienen vivo el eco de las voces estudiantiles.
Hoy, como cada 2 de octubre, estas obras resurgen para recordar que el arte no sólo entretiene: también preserva la memoria y confronta a la sociedad con sus heridas históricas.
RPO