

Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- En el corazón de México, donde las calles se visten de luces y el aire huele a canela, las posadas navideñas inician su recorrido anual. Cada 16 de diciembre, la nación entera se transforma: patios, callejones y barrios enteros se convierten en escenarios de una tradición que lleva siglos encendiendo la esperanza y el espíritu de comunidad.
Pero, ¿qué son realmente las posadas? Más allá del ponche y las piñatas, estas nueve noches consecutivas representan —según la tradición católica— el peregrinar de María y José en busca de refugio para el nacimiento de Jesús. Sin embargo, como toda celebración profundamente enraizada, su historia es mucho más compleja y fascinante.
Mucho antes de que los españoles impusieran sus ritos, los mexicas ya celebraban durante diciembre el mes de Panquetzaliztli, dedicado a Huitzilopochtli. Eran 20 días de rituales con banderas, estandartes y árboles frutales decorados: símbolos de una cosmovisión que conectaba el ciclo agrícola con lo espiritual.
La llegada de los evangelizadores cambió el escenario, pero no la esencia. Las llamadas “misas de aguinaldo” reemplazaron a las ceremonias indígenas, combinando la liturgia con representaciones teatrales que más tarde darían paso a las pastorelas. Así nació un sincretismo único, donde conviven el cielo estrellado de Belén y el cielo pirotécnico de los barrios mexicanos.
Hoy, las posadas son eso: una mezcla vibrante de fe, cultura y convivencia. Se entonan letanías al ritmo de velas encendidas, se rompe la piñata al grito de “¡dale, dale, dale!”, y se comparten aguinaldos con dulces, frutas y sonrisas. Es una época donde Morelia y todo Michoacán se llenan de encuentros: vecinos que apenas se saludaban en el año ahora se reúnen bajo una misma estrella simbólica.
RPO