

Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- En la sobremesa de Fin de Año, entre brindis y risas nerviosas, hay una pregunta que se repite como ritual: “¿y para cuándo el sobrino?”. Para una parte creciente de la Generación Z, la respuesta ya no admite rodeos: no habrá hijos. Habrá, en todo caso, perrihijos.
No es rebeldía adolescente ni una moda importada de redes sociales. Es una decisión que se gesta en la intersección entre la precariedad económica, la incertidumbre laboral y una redefinición profunda de lo que significa formar familia en México. Los datos empiezan a confirmarlo.
Lejos de ser una ocurrencia aislada, la decisión de no tener hijos se refleja en los servicios de salud. Tan solo en 2025, alrededor de 16 mil hombres se practicaron la vasectomía, cifra que se suma a las 22 mil 212 realizadas en 2024, de acuerdo con estimaciones del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). En total, 38 mil 212 procedimientos en apenas dos años.
Esta elección, más que ideológica, es económica. Para muchos jóvenes, criar a un hijo es una meta incompatible con salarios inestables y un futuro laboral incierto. Según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), mantener una mascota cuesta en promedio 3 mil 500 pesos mensuales, incluyendo alimento, atención veterinaria y accesorios. Al año, la cifra ronda los 42 mil pesos.
En este contexto, no sorprende que las mascotas ocupen un lugar central en los hogares. Datos del Inegi revelan que siete de cada diez hogares mexicanos tienen al menos un animal de compañía, lo que representa cerca de 80 millones de mascotas viviendo con una familia.
La vasectomía sin bisturí, ofrecida de manera gratuita por el IMSS a derechohabientes y no derechohabientes, es un procedimiento ambulatorio que consiste en cerrar los conductos que transportan los espermatozoides. Es rápido, eficaz y uno de los métodos anticonceptivos más seguros.
Mientras en las mesas familiares se insiste en la continuidad del apellido, la Generación Z responde con números, bisturí y croquetas. La maternidad y la paternidad, parecen decir, dejaron de ser una obligación social para convertirse en una opción —costosa— que no todos están dispuestos a pagar.
RPO