Sobre el amor. Epílogo.

Sobre el amor. Epílogo.

El año anterior escribí una serie de 4 columnas sobre el tema del amor, con la idea de mostrar desde un ángulo personal, nociones generales, aproximaciones de historia, relaciones con el lenguaje y la ética, la importancia de la comunicación y lo que no es, todo con relación al amor. El enlace a aquella primera columna, por si se gusta consultar y a partir de ahí las siguientes, es: https://mimorelia.com/columna/amor-parte-i.

Algunas personas que leyeron las columnas pensaron que se habían incluido algunos temas, pero que habían faltado otros (el poliamor, el amor en las nuevas formas de familia…) que lo escrito era subjetivo, que cada quien tiene su verdad última del amor (aunque haya ciertos estándares, por más que no se les quiera reconocer), otros etcéteras; así como también diversas personas se sintieron representadas en lo escrito y lo consideraron un buen punto de reflexión para su propia vida (este fue el comentario más frecuente).

Ahora no escribiré una serie de columnas, sino esta sola, porque está próximo el 14 de febrero (Día del Amor y de la Amistad) y la pretensión es que sea una especie de epílogo de las columnas del año anterior, con la aclaración de que esta columna no tiene la intención de ser exhaustiva (ninguna tiene esa idea) y que, si bien lo que escribo lo hago desde quien soy, lo escrito no tiene un vínculo necesario a mis vivencias concretas, ni se reenvían o conversan en estas columnas.

Dicho lo anterior, expreso la idea de que el amor se considera (por un buen número de filósofos, pensadores y especialistas) un motivo fundamental de la vida y para el quehacer bueno de las personas, aunque cuando las emociones y pasiones del amor no se controlan, también pueden dar lugar a resultados malos, perversos.

El amor no es una construcción personal excluyente, siempre se establece con alguien o algo (incluso con uno mismo, con la distinción de que la idea de amarse a uno mismo no sugiere ni por asomo la idea del amor egoísta, sino el cuidarse a uno), y, aunque no está sujeto obligadamente a reglas, sí que hay principios básicos que el mismo sentimiento impone, sin hablarse, sin decirse: como el acuerdo entre las personas amorosas, el respeto efectivo a los acuerdos, la sinceridad, el no causar con intención daño, el ser claros, transparentes, el comunicarse y una idea de permanencia.

No es posible imaginar un amor: sin acuerdos (expresos o tácitos), en el que se asuman acuerdos para romperse, el que uno o ambos componentes de la relación busquen hacerse daño, el ser omisos, oscuros, confusos, mentirosos, manipuladores, faltos de lealtad o buscar siempre romper la relación o administrarla en provecho propio para estallarla en el momento más “conveniente”.

Demos un ejemplo extremo real: un famoso escritor mexicano, en vida tenía la concepción del amor abierto con su pareja, al grado que durante la relación ambos podían tener las parejas sexuales que quisieran –con el conocimiento del otro- y deambular por el mundo como quisieran, con la condición de ser claros, transparentes y establecer un mínimo de convivencia común, de seguir juntos (a tal grado llegaba esta relación que si cualquiera de los dos, en sus correríos sexuales se infectaban de gonorrea, por ejemplo, se atendían el uno al otro y seguían adelante, sin discusión).

Excuso decir que esa relación concluyó, no porque hubiera engaños, infidelidades, trasnochadas (aceptadas por ambos en sus acuerdos) y demás, sino porque se faltó al cumplimiento a otro de los acuerdos básicos por una de las partes.

El caso planteado puede observarse a la inversa para imaginar una relación amorosa construida sobre valores de fidelidad, acompañamiento, respeto a la otra persona, comunicación valorativa, entre muchos otros aspectos, y naturalmente la relación podría concluir porque se incumplieran los acuerdos que, si fuera en la otra relación –la del escritor, no tendrían impacto alguno-.

Una y otra relación son muy diferentes, pero en la estructura, en lo abstracta son similares: hay que tener acuerdos, aceptarlos, cumplirlos, hay que ser sinceros, evitar el daño al otro, ser claros, transparentes, comunicarse y tener la disposición de continuar.

Vulnerar algunos o todos esos elementos puede llevar a ubicar a quien los rompe en una situación reprobable, a imaginarle como alguien desleal, poco fiable, una mala persona, lo que además trasciende a la vida social, y esa perspectiva sería muy diferente en caso inverso.

El epílogo no puede ser más claro: Sé tú, y si amas, respeta los acuerdos, llévalos a cabo, se sincero, claro, transparente, no mientas, no dañes, comunícate y permanece; así, el obsequio más modesto, el regalo más costoso, se entregará y recibirá con cariño, con amor por los amorosos.

Oscuro cielo,

Te miro lejos,

Escucho tu voz

Y dices amor.

Feliz 14 de febrero.

RYE

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