Ruidos
En las noches, tras la puerta o la ventana, después de una lluvia torrencial, se oye el croar de una rana o el grillar de un grillo.
En la cama, en esa que es de uno(a), con sus años y que al paso del tiempo se ha convertido en un nido íntimo, en el que reposas, en el que piensas, en el que amas, en el que lloras, sueñas y alberga tus secretos, sientes también una ternura, una pertenencia y una calma que no encuentras en otro lugar.
Por alguna razón, enciendes el televisor y todo parece ser lo mismo, pese a las innumerables ofertas de los canales públicos y privados, lo apagas y con tus manos, tomas el celular, lo desbloqueas y tú eliges qué lees, qué ves, qué escuchas, y también con quién y cómo interactúas.
Aparecen alertas de noticias, de tendencias, de sugerencias de tik tok, de instagram, de Facebook, de estados de WhatsApp y mil cosas más.
Te asombras, te ríes y te quedas pensativo(a) por todo lo que percibes en un aparato tan breve.
Llega un mensaje, lo contestas, te reescriben y tornas a responder, se crea una conversación, a partir de perfiles pensados con una fotografía que no es casual, con nombres no accidentales, con descripciones no irreflexivas, te sientes aceptado(a) y cuando esto se repite te produce satisfacción por la aceptación de más personas, lo propicias, lo necesitas.
Quien te conoce en el mundo real, también te escribe, respondes, te replican, vuelves a responder y creas otra conversación, pero aquí son intereses más definidos, más precisos, con consecuencias más reales, con otro lenguaje.
Y el sonido es un constante clic, clic, clic de las teclas digitales del teléfono, al final, son pláticas intrascendentes, o flirteos, o coqueteos, o cosas serias, o temas del trabajo, o de la vida o más cosas.
Y entonces decides despedirte, ya es más tarde, y en unos casos, eliges utilizar texto neutral: “buena noche, voy a dormir”; en otros, ves un emoji que lanza un beso (expresa poco, piensas); ves un gif (no dice lo que quieres); pero hay stickers de un animal sensual, de una paleta derritiéndose, de un torbellino de papeles, y eliges entre ellos y usas un texto más trivial: nocheesss.
Sales de las aplicaciones principales y secundarias, encriptadas, dejas el celular a un lado, cierras los ojos y suena un nuevo “ting” de una notificación; levantas el teléfono y ves que es un mensaje que dice: nocheesss y la imagen de un corazón morado.
Sonríes y te vuelves a acomodar en tu cama al momento que se repite el sonido de las gotas de agua que cada vez caen con mayor fuerza y frecuencia.
Como de la nada, sin embargo, te resuena en la mente el recuerdo de una tarea pendiente que tenías que concluir del trabajo, de la escuela o personal para la mañana y que no has realizado.
Ya es tarde, piensas, y estas cansado(a); decides postergar la tarea para la mañana o para antes de llegar al trabajo o a la escuela.
Son las cuatro de la mañana, el ruido de la lluvia sigue, se oye el motor de los autos y las motocicletas a lo lejos, pero también se oye un silencio alterno, te vas quedando dormido(a) y suenan en tu mente recuerdos, cosas fantasiosas, canciones, palabras, todo un mundo revuelto y te duermes.
A pocas horas, se escucha un nuevo sonido que se repite e incrementa su volumen, es la alarma para despertar.
Cinco minutos más, piensas, y no decides si es demasiada la pesadez por el desvelo o el deseo de ir al gimnasio.
Escuchas el trinar de los pájaros, te levantas, y envías un sticker al mundo.
Escrito a propósito de que en esta semana se celebra el día de las redes sociales.
RPO