Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Entre las paredes de la Casa Hogar El Buen Pastor, una institución fundada hace más de un siglo, se escriben historias de amor, solidaridad y lucha por salir adelante. Eloísa Enríquez, exalumna y actual directora, comparte el día a día de este refugio que ha sido hogar para miles de niños desde su fundación en Pátzcuaro en 1920.
Historia y Fundación
El Buen Pastor nació como respuesta a la realidad de una época en la que los niños huérfanos o abandonados eran comunes. Fundado por una persona con visión bíblica, este orfanato comenzó en un pequeño espacio en Pátzcuaro, donde llegó a albergar hasta 100 niños por temporada. Sin embargo, en la década de 1960, la institución se trasladó a Morelia para operar en instalaciones mejor adaptadas, gracias al esfuerzo colectivo y al apoyo de un médico que vendió el terreno a un precio simbólico. Desde entonces, se ha consolidado como un hogar para niños en situación vulnerable.
Actualidad y Propósito
Eloísa explica que, aunque ya no reciben niños huérfanos como en los primeros años, siguen apoyando a familias que enfrentan dificultades económicas.
“Cuando una madre o un familiar solicita nuestro apoyo, buscamos que los niños permanezcan aquí hasta que el proceso se complete, porque hemos visto cómo su vida mejora con estabilidad”, comenta.
Los pequeños asisten a escuelas públicas y El Buen Pastor cubre todos los gastos relacionados con su educación: mochilas, útiles, uniformes y calzado. Muchas de estas necesidades se cubren gracias a donaciones de personas solidarias que aportan artículos nuevos o usados en buen estado.
Dependencia de la solidaridad
Sin financiamiento gubernamental ni de grandes organizaciones, la Casa Hogar depende enteramente de la fe y la solidaridad de las personas.
“Nos sostenemos gracias a los exalumnos, quienes donan cuando pueden, y a la gente común que nos apoya con lo que Dios pone en su corazón. Hay quienes nos traen el pan que no vendieron, frutas, verduras o artículos de limpieza”, comparte Eloísa.
Necesidades actuales
Las necesidades de la institución son constantes. Eloísa detalla algunos de los rubros más urgentes:
Gastos económicos: Alrededor de 25 mil pesos al inicio del año para cubrir el predial, impuestos y certificaciones exigidas por Protección Civil.
Productos de limpieza: Jabón, trapeadores, trapos, recogedores y artículos para mantener el espacio en óptimas condiciones.
Ropa: Calcetines y sudaderas cerradas para los niños, especialmente en temporadas frías.
Mantenimiento: Reparación de llaves, chapas y otras partes del inmueble que sufren desgaste.
Útiles escolares: Lápices, gomas, colores y mochilas en buen estado.
“Algunas personas insisten en preguntar qué necesitamos, y nosotros siempre les decimos: lo que Dios les ponga en el corazón, porque Él no se equivoca. Sin embargo, cuando insisten mucho, les pedimos cosas específicas como artículos de limpieza o ropa que realmente necesiten los niños, pero siempre en buen estado y con dignidad, porque son seres humanos que merecen lo mejor que sea posible”, enfatiza Eloísa.
Impacto social
El Buen Pastor no es solo un techo para los niños, es un espacio que fomenta su desarrollo integral. Eloísa recuerda con orgullo las historias de éxito de exalumnos que hoy son médicos, ingenieros e incluso maestros. Ella misma vivió en carne propia lo que significa esta institución.
“Fui alumna, colaboradora y ahora directora. Aquí aprendí el valor del esfuerzo y la solidaridad. Cada niño que pasa por esta casa es nuestra razón de ser”, afirma.
Cómo ayudar
Hoy, El Buen Pastor sigue enfrentando retos, pero también recibe la bendición del apoyo desinteresado de personas comunes.
“Nos hemos mantenido durante décadas gracias a la fe y al amor de quienes entienden la importancia de ayudar. Aquí no hay grandes donadores ni organizaciones detrás, solo Dios y la bondad de la gente”, concluye Eloísa.
Para quienes deseen contribuir, El Buen Pastor siempre está abierto a recibir apoyo, ya sea en forma de donaciones económicas, productos de limpieza, artículos escolares o simplemente con tiempo y voluntariado. Porque en este hogar, cada gesto de generosidad se traduce en esperanza para los niños que algún día cambiarán el mundo
RYE