Morelia, Michoacán (MiMorelia.com). – Las antiguas construcciones del centro histórico de la capital michoacana siempre se han destacado por los hermosos detalles de su arquitectura y las diversas historias entretejidas en los muros de sus canteras. Una de las leyendas de Morelia más interesante es la siguiente historia que tuvo lugar en la majestuosa Catedral de Morelia.
Mediaba la noche lóbrega, cuando una potente ráfaga de viento rugía de forma estruendosa a través de la Catedral. Los truenos de una inesperada tormenta se habían desatado y su fragor se dejaba advertir en la lejanía, anunciando así la tempestad que se acercaba.
Los estruendos pronto se desvanecieron, ahogándose en la vastedad de las negras calamidades de la oscura noche. Fue cuando el padre sacristán de la Catedral quedó perplejo al presenciar un solemne repique de campanas proveniente de las torres, como si una mano invisible estuviera llamando a misa pontifical.
Vuelto al majestuoso templo con pavor secreto, el sacristán vislumbra una luz dorada al interior imaginando un incendio, pero al llegar a la sacristía se percata que los objetos sagrados utilizados en las importantes ceremonias están listos para ser usados.
En aquel instante, un ruido ensordecedor escapó de los conductos del antiguo órgano. La puerta de la remota cripta se abrió con un chirrido desagradable, cediendo al empuje de unas manos cadavéricas. Lentamente, comenzaron a salir de sus tumbas todos los canónigos de otras épocas para seguir en procesión a través de una de las naves convertida en brasas doradas.
Aquella lúgubre procesión era presidida por un obispo revestido con antiguos ropajes de color violeta y escarlata, quien guiaba a la multitud hacía la sacristía para engalanarse con báculo y mitra para poder celebrar la santa misa.
Pronto los estallidos de acordes apasionados del órgano envolvieron el lugar, los fieles de un pasado lejano recordaron el tiempo de veneración, inclinándose con gracia rodeados de las azuladas nubes que se elevaron de los incensarios dorados.
El pontífice dio la triple bendición y el coro solemne entonó el Sanctus Deus; el sacristán completamente petrificado, observa las pilastras del monumental templo inclinarse, las bóvedas de las naves comenzaron a resquebrajarse y la majestuosa cúpula se derrumbó con horrido estruendo, destrozándolo todo.
Al día siguiente, cuando la suave luz del día había reemplazado la oscuridad de la noche; encontraron tendido al pie del Altar Mayor al sacristán, quien apenas tuvo tiempo de contar lo sucedido. Sea mito o realidad, la verdad será un secreto, porque la salud del sacristán empeoró y finalmente falleció.
¿Acaso fue un relato profético previó a su muerte?, ¿quizá una visión producida por una enfermedad?, ¿acaso un delirio?, sin duda alguna el misterio sin respuesta siempre perdura.
AVS