En el tercer acto de la obra dramática “Hamlet”, de William Shakespeare, el autor por boca del personaje Hamlet plantea el dilema “ser o no ser”.
Para Shakespeare, “ser” lleva a existir y actuar; y “no ser” implica dejar de existir y no actuar frente a los problemas.
La referencia es de interés, porque las precandidatas y los precandidatos de todos los partidos a la Presidencia de la República -y otros a muchos diversos cargos- quieren existir políticamente y actúan por vía de consecuencia para lograr sus fines.
Indudablemente, fue el presidente de la república en funciones quien abrió la puerta para que las y los precandidatos aspirantes a su cargo expresaran de forma más abierta y hoy muy amplia actos con el fin de hacerse de la candidatura de su partido y bloque.
Ninguno(a) quiere quedarse atrás en mostrarse públicamente ante el universo de la población del país, porque de no actuar así, juzgan que dejarían de existir políticamente.
Es un comportamiento plenamente pragmático como de utilidad personal y de grupo(s) que descansa en ponderaciones de sus costos y beneficios.
Que ponderan, por ejemplo, lo muestra el hecho de que no renuncian a sus cargos o difunden su imagen e ideas en libros y revistas, pues estiman que es una forma de no violentar las reglas legales que gobiernan el proceso electoral, con lo cual ganan en presencia y evitan costos.
La premisa, entonces, es que si la regla o una interpretación de la regla no prohíbe ciertos actos y hechos que materialmente son de precampaña o campaña, se deben realizar, porque lo hará el de enfrente y sacara ventaja.
Las y los precandidatos quieren seguir viviendo y actuando políticamente y en esa consideración toman sus decisiones y las realizan.
Pero -y siempre hay un pero- el dilema de Hamlet más bien debe entenderse como un dilema emocional y ético (El debía elegir entre vengar a sangre la muerte de su padre y otras afrentas, o bien, morir por propia mano y no hacer nada).
Las y los precandidatos, así, me parece que no solo deberían realizar las ponderaciones desde un ángulo práctico y de utilidad, sino que tendrían que ampliar su visión y considerar lo bueno o malo de su proceder, como también las emociones de las y los ciudadanos, desde un tamiz razonable.
No se trata, desde luego, de una proposición cursi, que sugiera comportamientos perfectos y de amor, cual si de un redentor se tratara.
Más bien, se apunta la idea de que la conducta de las y los precandidatos debe ponderar de manera principal que, aunque las reglas permitan actos que son en sustancia de precampaña o campaña, procuren practicar los valores que inspiran las reglas como la equidad, la oportunidad, la regularidad y la certeza, entre otros.
Al hablar de las emociones, más bien se esgrime la reflexión de que los candidatos deberían actuar de modo que sean aceptados, para generar en la población alegría, esperanza, optimismo y evitar que se les mire con disgusto, decepción o desprecio por un actuar equívoco.
Me parece que las y los mexicanos esperamos en buena medida ese proceder razonable de las y los precandidatos que ganarían mucho si así lo hicieran.
Pero, como bien enunció Shakespeare, por medio de Hamlet: “ser o no ser, esa es la cuestión”.
RYE