El régimen morenista perdió el privilegio de narrar la historia, el poder de decidir qué perdurará en nuestra memoria. El 15 de noviembre será recordado como el punto de partida, donde los mexicanos recuperamos el derecho de narrar nuestra propia historia, arrebatándole millones de almas al gobierno el privilegio de decidir por nosotros qué recordar y qué olvidar.
El engaño se cayó a pedazos: la inteligencia colectiva mexicana supo que el "blindaje" al Zócalo de la Ciudad de México no buscaba proteger edificios históricos, sino evitar a toda costa una fotografía: la imagen de miles de mexicanos indignados ocupando el corazón simbólico de la nación.
Querían impedir que los manifestantes llegaran, convirtiendo los pequeños accesos en barreras infranqueables. Pero a pesar de los muros, de las rejas, de la represión, se logró esa postal que rinde homenaje a la resistencia. Una imagen donde no hubo gobernadores acarreando gente con dinero público, sino ciudadanos movidos por su propia convicción.
El gobierno, desde su razón de Estado, desde el tablero de la manipulación narrativa, al partidizar (PRI-PAN) y clasificar (Generación Z) la marcha, intentó torpemente alimentar un relato para desprestigiar a quien quisiera manifestarse. ¡Cómo si el derecho a la libre manifestación fuera monopolio de ellos!
Primero descalificaron a militantes y simpatizantes de partidos políticos. Después excluyeron a quienes por "exceder" cierta edad ya no tendrían el "derecho" a protestar, como si la indignación fuese privilegio exclusivo de jóvenes molestos por el aumento de impuestos a videojuegos. ¡Nos están matando, extorsionando y desapareciendo!
Quedaron en ridículo los agitadores que criticaron la presencia de activistas como mi hermano René Valencia Reyes; a quien cuando han necesitado recuperar un carro robado o detener a un delincuente, le han llamado sin cuestionarle si milita en algún partido político. Él tampoco lo hace con las víctimas que le piden auxilio ante la indolencia de las autoridades. Ahí no les importa que sea o no "político". Además, a diferencia de sus críticos, mi hermano sí fue amigo de Carlos Manzo y caminó con él hasta su última morada para despedirlo.
¿A quién le convenía prohibir la participación de partidos políticos? ¿Quiénes alimentaron la idea de que solo los jóvenes podían indignarse? La respuesta es simple: el mismo gobierno busca dividir a la oposición. Quieren que los que pensamos diferente al oficialismo nos ataquemos unos a otros, que no se vea el verdadero músculo opositor. La lucha por la justicia de Carlos Manzo y de todas las víctimas del crimen va más allá de colores partidistas. No nos confrontemos. Solo podremos hacer sentir nuestra indignación si derribamos las barreras que dividen a la oposición.
El gobierno morenista quiere erigirse en una especie de validador de la protesta social. En un afán totalitario y dictatorial, se asumen como si fueran cadeneros de un antro de mala muerte: alucinan palomear a quienes sí pueden llegar a los zócalos, plazas y avenidas a gritar, así como decidir a quiénes negarles el paso.
El verdadero éxito de las marchas es la naciente unidad, más allá de las etiquetas. Es claro que fueron varios millones de mexicanos quienes salieron a protestar. Incluso, aunque solamente se hubieran presentado cien personas, hubiera sido un éxito. Porque significa que no todos compartimos la idea del gobierno y que aún hay convicción por defender lo que es justo. Este es el parteaguas para seguir avanzando.
Está en juego nuestra patria y eso es lo único que debe importarnos. Todos somos mexicanos y queremos un mejor futuro para nuestros hijos. Hagamos un esfuerzo para encontrar los puntos que nos lleven a coincidir. No caigamos en la trampa de Morena al pretender partirnos.
Por ello, expreso mi reconocimiento a todos los que salieron a las calles en casi un centenar de municipios del país a manifestarse. Es sin duda un gran comienzo, pues la lucha por la justicia y la dignidad continúa. Desde la oposición política de este país, hacemos un llamado urgente:
Primero, dejemos de reproducir las divisiones que el oficialismo nos quiere imponer. No importa tu edad, tu partido, tu generación. Si te indigna la injusticia, tienes derecho y deber de alzar la voz.
Segundo, construyamos una oposición unida que ponga a México por encima de siglas y colores. La justicia para las víctimas del delito no conoce de partidismos, ni de edades.
Tercero, sigamos saliendo a las calles, organizándonos en nuestras comunidades, exigiendo rendición de cuentas. Que esta marcha sea la primera de muchas, no la única.
Cuarto, recuperemos el privilegio de narrar nuestra propia historia. No permitamos que nos silencien con muros, con gases, con descalificaciones. Nuestra narrativa es legítima: somos ciudadanos exigiendo justicia, seguridad y dignidad.
Quinto, honremos la memoria de Carlos Manzo y de todas las víctimas exigiendo un cambio real en las políticas de seguridad de Michoacán y del país.
El gobierno quiso escribir la historia del 15 de noviembre como un fracaso. Pero perdieron ese privilegio. La historia la escribimos nosotros: los millones que salieron a marchar y los millones que respaldaron desde sus hogares, así como las incontables familias que siguen esperando justicia.
Los buenos somos más. Y esta vez, somos nosotros quienes narramos la historia.
¡Michoacán merece una Revolución Institucional y Social!
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*El autor es abogado, activista social, defensor de derechos humanos de víctimas, diputado local y presidente del PRI en Michoacán
rmr