Columnas

Confianza: la nueva agenda pública

Alejandro González Cussi

La actual coyuntura política en México abunda en profundos debates sobre seguridad, democracia, participación ciudadana y retos de fortalecimiento y legitimidad institucional, pero rara vez reparamos en el estatus de concepto que sostiene todo lo anterior: la confianza. Es curioso que aquello que parece tan sencillo —creer en la autoridad, en el otro, en la ciudad— sea justamente lo que más trabajo nos cuesta recuperar. La confianza se ha convertido en el recurso más escaso de la vida pública mexicana.

El problema es que solemos tratar la confianza como si fuera un resultado automático de cualquier programa gubernamental, cuando en realidad es al revés: sin confianza previa, los programas fracasan. Ninguna estrategia de seguridad funciona si la gente siente que denunciar no sirve. Ninguna coordinación entre ámbitos de gobierno prospera si todos se sospechan entre sí. Ninguna ciudad se ordena si la autoridad no transmite coherencia, cercanía y respeto.

La confianza no se decreta. No se gana con conferencias de prensa ni con anuncios espectaculares. Se construye con acciones pequeñas, visibles y consistentes. Una patrulla que sí llega. Un policía que trata a la gente con dignidad. Una autoridad municipal que escucha antes de decidir. Un trámite que no se presta a atajos ni “gestiones especiales”. Un gobierno que no promete lo que no puede cumplir.

Y ahí está la grieta. Hoy vivimos en ciudades donde la distancia entre instituciones y ciudadanos se ha vuelto un abismo. Los municipios —que deberían ser la primera línea de cercanía— están debilitados, sin capacidades reales, sin policías consolidadas y sin poder para responder a lo que la gente pide: atención, orden, presencia y trato humano. El municipio es el espacio donde se juega la confianza, pero paradójicamente es el nivel de gobierno más olvidado.

La agenda pública del país debería empezar justo ahí: en recomponer la relación cotidiana entre autoridad y ciudadanía. Profesionalizar a la policía desde lo humano, no solo desde lo operativo. Invertir en procesos de coordinación real, no en reuniones protocolarias. Fortalecer a los municipios con recursos, formación y claridad de funciones. Y entender, de una vez por todas, que cada interacción —desde un reporte vecinal hasta un saludo en la calle— es una oportunidad para reparar el vínculo.

La confianza no regresa con grandes discursos. Regresa con pequeñas certezas repetidas todos los días. Con gobiernos que actúan igual en público que en privado. Con policías que saben que su principal tarea no es solo detener a alguien, sino generar estabilidad, orden y respeto.

No es un lujo. Es el punto de partida. Sin confianza no hay seguridad, no hay coordinación y no hay ciudad que funcione. Recuperarla no es una tarea más: es la tarea que definirá si México puede volver a caminar hacia adelante.

mrh

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