

Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Durante años, la batalla contra el azúcar en la sangre ha tenido un enemigo claro: los carbohidratos. Pan, refrescos, postres y harinas refinadas han ocupado el centro del debate nutricional. Sin embargo, la ciencia comienza a voltear hacia un ingrediente cotidiano, discreto y omnipresente en la dieta moderna: la sal.
Aunque el sodio no contiene calorías ni glucosa, investigaciones recientes advierten que su consumo excesivo podría estar influyendo —de forma indirecta pero significativa— en la regulación del azúcar en sangre y en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
A primera vista, la sal no debería alterar la glucosa: no es un carbohidrato y no se transforma en azúcar. Sin embargo, su efecto ocurre por otros caminos. Un consumo elevado de sodio se ha asociado con mayor resistencia a la insulina, una condición en la que las células no responden correctamente a esta hormona, obligando al cuerpo a producir más y dificultando el control de la glucosa.
El riesgo se multiplica en los alimentos ultraprocesados, donde la sal no llega sola. Pizzas congeladas, botanas, sopas instantáneas, embutidos y salsas industrializadas concentran altas dosis de sodio junto con azúcares añadidos y harinas refinadas.
Este doble golpe al organismo provoca picos de glucosa difíciles de controlar, mientras el sodio reduce la eficacia de la insulina. El resultado es un círculo vicioso que deteriora el metabolismo y acelera el riesgo de enfermedades crónicas.
Cocinar más en casa y reducir productos industrializados
Usar hierbas, especias, limón o ajo en lugar de sal
Leer etiquetas nutricionales
Enjuagar alimentos enlatados como legumbres o atún
RPO