Pasaron los nueve días de luto nacional en Cuba, la isla quizá más importante de América Latina y la más observada por Estados Unidos. El motivo fue una sola persona: Fidel Castro.
Noventa años después de haber nacido ahí mismo y después de una gran revolución armada, las cenizas del gigante barbudo han sido depositadas por fin en la que será su tumba de ahora en adelante.
Su hermano Raúl ha realizado un funeral silencioso, sencillo y tímido, en donde hicieron falta algunos hermanos restantes. Entre una seriedad total y un silencio absoluto, Raúl anunció la última petición de su hermano: no habrá calles con su nombre, tampoco estatuas enormes a la manera de la URSS, no habrá instituciones cubanas que se llamen Fidel Castro, ni billetes con la cara del eterno antiimperialista.
Esto se debe a que Fidel rechazaba el culto a la personalidad, no le agradaba la idea de ir a un hospital que llevara su nombre y mucho menos el pasear por Bahía de Cochinos y ver una estatua suya con gaviotas durmiendo encima.
Así que no habrá memorabilia castrista por el momento. Al líder comunista no le interesaba. Pero bueno, cada cubano tiene una foto suya en casa, así que esto es un poco innecesario.
