Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- En el Panteón Municipal de Morelia fluyen historias que se tejen con recuerdos de la madres que se fueron del plano terrenal pero permanecen en espíritu en los corazones de sus familiares.
Como en un espiral de infinita gratitud, acuden ataviados con sus mejores prendas o las más cómodas para permanecer por horas, limpiando, rezando, acariciando la memoria.
Desfilan desde temprano con ramitos de flores de todo tipo, desde nubes, claveles, gerberas, rosas y margaritas.
Se sienten confiados de ser escuchados, atendidos y respaldados.
Vienen paso a pasito a ver a sus mamás, como José Gallegos, quien viene a darle "una vuelta" a su progenitora a la tumba desde hace "muchos año", no se acuerda cuántos.
También, Susana Vélez quien perdió a su mamá desde los 17 años, hoy cuenta con 52 y sigue extrañándola.
Beatriz Aguilar comparte que su mamá falleció a los 84 años de edad, ella le sobrevivió a la muerte de su esposo, 35 años. Él era don Jesús, dueño de la Cueva de Chucho, quien la motivó a estudiar medicina para que no le faltara nada, sus hermanos heredaron el restaurante, que permanece a la fecha.
Dice que acudía con su mamá, quien bromeaba con volver a la tumba de don Chucho, pero no para quedarse, hasta que finalmente sí fue así, dice con lágrimas en los ojos, ante una tumba con una cruz diseñada por él mismo, que nunca patentó, y que tiene diez pilares, sus diez hijos, 8 propios y dos criados por su mamá, a pesar de que su papá fue “cañón”, explica Bety.
Y así como ella, José Luis Ferreyra acude con sus hijos a ver a Bertha Urrutia, su esposa con quien tuvo 5 hijos, 8 nietos y 5 bisnietos, le lavan su última morada y cada noche de muertos le ponen también altar en la casa.
Ana María López, también le limpia a su mamá, “cada semana; estamos acostumbrados a venir desde hace casi 50 años, no queremos dejarla sola”, ella vino con su hermana, María Gloria López, quien se fracturó, pero ya se recuperó e hizo el propósito de volver.
José Antonio Cisneros, reconoció a su mamá Juana Álvarez, porque “todo lo que vivimos fue muy bonito”, lo anterior al reunirse con toda la familia en torno a su tumba, delicadamente arreglada.
Mónica Tovar y su hermana fueron a acompañar a su madre, Martha Hernández, “era muy alegre, le gustaba la música, la herencia que nos dejó es que nos guste la banda y bailar mucho, también la unión familiar, fuimos seis, pero se fueron desprendiendo los pétalos”.
Otros de los visitantes, estaban en oración y se encomendaban a Dios.
RYE
