
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- En medio del creciente debate sobre el maíz genéticamente modificado y sus implicaciones en la biodiversidad, la soberanía alimentaria y la salud pública, el diputado petista Hugo Rangel reiteró su postura en defensa del maíz nativo, alertando sobre los riesgos ambientales y económicos que conlleva la importación y el uso de semillas transgénicas en México.
El legislador recordó que, en 2020 y posteriormente en febrero de 2023, se publicaron dos decretos presidenciales para regular el maíz transgénico en el país. Ahora, con la reciente iniciativa de reforma presentada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, se busca reforzar esta protección y garantizar que el maíz continúe siendo un pilar de la identidad y seguridad alimentaria de los mexicanos.
Rangel Vargas aseguró que la discusión sobre el maíz transgénico no es solo un tema de biotecnología, sino una cuestión que atraviesa la cultura, la salud y la estructura económica del país. Destacó que la industria pecuaria es el principal destino del maíz importado desde Estados Unidos, lo que representa un riesgo latente de contaminación genética en los cultivos nativos y fortalece el control oligopólico de grandes corporaciones sobre el mercado de semillas, afectando la autonomía de los pequeños productores.
El diputado subrayó también, la urgencia de consolidar un marco de bioseguridad que no solo prohíba el uso de semillas transgénicas en suelo mexicano, sino que también regule el ingreso de maíz importado para evitar riesgos ambientales. Además, hizo un llamado a revalorizar la cultura campesina, impulsando políticas que integren apoyo técnico, acceso a tecnología, garantía de mercados y diálogo de saberes con los productores. Afirmó que la lucha por el maíz es también una lucha por la autonomía del campo y la seguridad alimentaria del país.
Finalmente, Rangel Vargas recordó que el maíz es un pilar de la alimentación mexicana, presente en la dieta diaria de todas las edades y etapas de la vida. Más allá de ser un producto agrícola, es un símbolo de resistencia y un motor de participación económica para miles de productores. “¿Qué seríamos como país si no tuviéramos maíz? Defenderlo es garantizar nuestra salud, nuestra identidad y nuestro derecho a decidir lo que comemos. La lucha por su protección es una lucha por nuestra soberanía”, concluyó.
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