Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Al poniente del centro histórico de Morelia, donde las calles Corregidora y Nicolás Bravo se cruzan, se alza la Capilla del Santo Niño. No es la más grande, ni la más ostentosa, pero su tamaño es inversamente proporcional a su importancia histórica y espiritual.
Su historia comienza en el siglo XVIII, cuando, según cuentan las voces del pasado, una imagen divina del Santo Niño fue encontrada milagrosamente, como si fuera un regalo celestial para los feligreses. Este milagroso descubrimiento encendió la chispa de la fe en lo vecinos del antiguo barrio del zacatito, quienes se unieron para erigir un santuario, un refugio de esperanza que perduraría a través del tiempo.
Además de su peculiar tamaño, la capilla se caracteriza por su histórica pila de agua con abrevadero, construida en 1883, que se convirtió en la fuente de vida para los moradores del viejo barrio.
Pero no todo es devoción y oraciones; la capilla ha sido testigo de tiempos turbulentos, enfrentando amenazas que casi borran su existencia. Uno de los eventos más famosos ocurrió en 1916, cuando las leyes anticlericales casi la reducen a escombros, bajo el pretexto de su estado ruinoso. Afortunadamente las autoridades no lograron su objetivo y la capilla logró mantenerse en pie.
En medio de las convulsiones políticas de aquellos años, los vecinos del barrio cuentan que la venerada imagen del Santo Niño fue confiada a una familia, que, tras la restauración de la capilla, se resistió a devolverla, por lo que se tuvo que realizar una réplica.
Para 1985, la pila yacía olvidada, su surtidor quebrado, su caja de agua fracturada, y tristemente, su abrevadero se convirtió en un depósito de basura, quedando tan solo la sombra de su antiguo propósito. Pero, aun así, el abrevadero de la pila del Santo Niño es uno de los últimos vestigios de una época donde saciaba la sed de las bestias de carga.
Actualmente, la fachada de la capilla de estilo barroco con influencia ecléctica se compone de dos cuerpos: el primero destaca por el arco de medio punto que sirve de entrada; el segundo destaca por su ventana circular con la imagen del sagrado Niño.
La fuente octagonal, restaurada con el tiempo, ahora se levanta con orgullo a un costado de la fachada, su caja de agua es más alta que hace unos años, y su cima está coronada con una escultura del Santo Niño, obra de Luis Retana, que vigila desde lo alto.
Desafiando el abandono y los intentos de demolición, la capilla y su pila han resistido el paso del tiempo, preservando su encanto y ofreciendo un respiro de belleza en el paisaje urbano.
Comparada en tamaño con la Capilla del Prendimiento, la Capilla del Santo Niño es un emblema de la identidad cultural y espiritual de Morelia que ha permanecido firme, un centinela inquebrantable en la historia, un recordatorio casi poético de que incluso lo modesto y diminuto puede resonar con gran fuerza monumental a lo largo de la historia.
AVS