Esta es la leyenda del Quinto Sol ¿La conoces?

Pirámide de la Luna
Pirámide de la LunaPixaBay
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Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- Cuentan las antiguas historias del Anáhuac que, en el corazón ardiente del valle, incluso antes de que los hombres conocieran el tiempo y los dioses portaran nombres, se alzaba una ciudad nacida del aliento sagrado del cielo y de la voluntad de la tierra: Tollan-Teotihuacán, la ciudad donde los hombres se hacían dioses.

Allí, los cimientos del mundo fueron trazados por un pacto solemne entre los señores celestiales. No fue, como en tiempos olmecas, el dios del maíz quien alumbró el firmamento con su poder fecundo. Tampoco fue un soberano divinizado quien ordenó los cielos. En Tollan-Teotihuacán, el origen fue un acto colectivo, un sacrificio compartido para encender la llama del tiempo cuando aún no existía luz ni sombra.

Pirámide del Sol
Pirámide del Sol Arturo Vázquez

Los dioses se congregaron en asamblea solemne. Sabían que el mundo no podía nacer sin fuego, y que para encender la marcha del Sol era preciso que uno de ellos se ofreciera a las llamas. No bastaba con querer: había que consumirse.

Dos fueron los elegidos para llevar esa carga sobre sus hombros: Tecuciztécatl, rico y resplandeciente; y Nanahuatzin, humilde y enfermizo.

Durante los días que precedieron al sacrificio, los dioses observaban sus ofrendas. Tecuciztécatl elevaba perfumes caros, hermosas plumas, piedras preciosas. Nanahuatzin, en cambio, ofrecía lo poco que tenía: cañas y espinas ensangrentadas.

Basamento de Teotihuacán
Basamento de TeotihuacánArturo Vázquez

Llegado el momento, el horno divino ardía en el centro de Tollan. Tecuciztécatl avanzó hacia él: una, dos, tres, cuatro veces… y en cada intento retrocedió. El miedo le pesaba más que sus joyas.

Entonces llamaron a Nanahuatzin. Sin vacilar, sin alardes, se arrojó al fuego. Su carne ardió, pero su espíritu se elevó, y del oriente nació el Quinto Sol.

Cubierto de vergüenza, Tecuciztécatl también se arrojó. Pero el horno ya había dado su luz. Lo suyo fue un resplandor menor, un reflejo sin llama, y así nació la Luna, pálida hermana del día.

Desde entonces, cada latido del Sol fue sostenido por la sangre de sus hijos. Y en los muros pintados de rojo profundo, en los entierros que descansan bajo piedra y ceniza, quedó grabado el juramento de mantener vivo el pacto: el Quinto Sol no caería mientras hubiera corazones dispuestos a ser ofrendados.

Centro ceremonial de Teotihuacán
Centro ceremonial de TeotihuacánArturo Vázquez

Así empezó el tiempo del orden y la civilización. Así nació la flor del arte y el pulso de la ley. En la memoria antigua de los pueblos que heredaron su fulgor, Tollan-Teotihuacán no fue solo ciudad: fue cuna, altar y espejo de los dioses. Fue, y sigue siendo, el lugar donde el mundo volvió a comenzar.

AVS

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