
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- ¿Por qué visitar un museo? ¿Qué nos lleva a entrar en esos lugares llenos de historia y recuerdos? Los museos son como portales en el tiempo, donde el pasado cobra vida y nos ayuda a entender quiénes somos. Al recorrer sus salas, viajamos a través de diferentes épocas, conectando con las aspiraciones, logros y también los errores de quienes nos precedieron. Nos invitan a reflexionar sobre el presente, el único momento que realmente vivimos.
Aunque parezca lejano, el pasado sigue influyendo en nuestra vida diaria. Nos dejó una lengua, costumbres y formas de ver el mundo que nos definen, pero también nos desafían. No es solo un recuerdo; es una herencia que sigue viva, con sus luces y sombras, y que nos ayuda a entender mejor nuestra identidad.
Los museos no son solo vitrinas de cosas antiguas, sino espacios donde la historia se conserva, se celebra y también se cuestiona. Nos muestran tanto los logros como los errores del pasado, sin idealizar ni condenar de forma selectiva, sino aceptándolo tal como fue.
Un ejemplo de esto es el mural La lucha contra el terrorismo (1934-1935), una obra que sigue siendo un testimonio del caos y la violencia de su época. Pintado por los artistas estadounidenses Philip Guston y Reuben Kadish, este mural se encuentra en el muro norte del segundo patio del Museo Regional Michoacano “Dr. Nicolás León Calderón” en Morelia y ha resistido el paso del tiempo y la censura durante más de 80 años.
Guston y Kadish provenían de familias judías rusas que huyeron de la persecución que azotó a su comunidad durante la primera mitad del siglo XX. Aunque llegaron a Estados Unidos en busca de seguridad, la vida allí tampoco fue fácil. Sus experiencias quedaron plasmadas en este mural, una obra intensa que refleja el dolor, la lucha y la resistencia de quienes enfrentaron tiempos difíciles.
La vida de Philip Guston no fue nada fácil. De acuerdo con la investigadora Ellen G. Landau (2007), su infancia estuvo marcada por momentos extremadamente duros. Su padre, un inmigrante que nunca logró adaptarse a su nueva vida en Estados Unidos, tuvo serias dificultades para encontrar trabajo. La desesperación y la depresión lo llevaron al suicidio, un hecho que Guston presenció de la peor manera posible: con solo diez años, fue él quien encontró el cuerpo de su padre ahorcado.
El mural no es solo una obra de arte, sino una denuncia poderosa contra la violencia y la intolerancia. Se pintó en un periodo de gran agitación política, cuando el mundo estaba atrapado en una lucha de ideologías extremas. El nazismo en Alemania, con su símbolo convertido en estandarte del poder; el fascismo de Mussolini en Italia; el comunismo impuesto con puño de hierro por Stalin en la Unión Soviética; y el racismo feroz del Ku Klux Klan en Estados Unidos fueron algunos de los movimientos que marcaron la época.
Estos acontecimientos influyeron en la creación de este mural, que con el tiempo se convirtió en una triste premonición de lo que vendría: la intolerancia, la persecución y el horror del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Todo esto, anticipado en parte por Adolf Hitler en su libro Mein Kampf (1925), fue una advertencia que, lamentablemente, el mundo no supo escuchar.
Si observamos detenidamente el mural, es evidente que el panel central es la escena principal, tanto por su tamaño como por su composición. Este panel está dividido en dos niveles. En la parte superior, dominan las figuras de los verdugos, mientras que, en la parte inferior, un espacio parecido a un sótano, aparecen las víctimas atadas y torturadas.
De acuerdo con la lectura iconográfica ofrecida por el investigador Eugenio Mercado (2018), en el centro de la obra, una figura colosal intenta escapar de ese inframundo de sufrimiento, pero tres de sus agresores lo golpean brutalmente y lo empujan hacia abajo, dándole la sensación al espectador de que caerá sobre él. En la misma escena, un personaje encapuchado sostiene una cruz entre sus piernas como si fuera un símbolo fálico, mientras que a su lado hay un libro atravesado por un cuchillo. Otro encapuchado asciende por una escalera desde la zona de tortura; su uniforme militar y las botas que sobresalen bajo su túnica, junto con la esvástica visible cerca del foso del que emerge, dejan en claro su afiliación ideológica. Cerca de él, otro personaje encapuchado, cubierto con una túnica blanca, sostiene un látigo que es sujetado con firmeza por la mano de un militante comunista. En la parte superior de la escena, manos anónimas sostienen un martillo, una hoz y una bandera roja, símbolos del comunismo. Al fondo, un grupo de figuras se aleja por un pórtico, dirigiéndose hacia un paisaje montañoso (P. 76).
En el nivel inferior del panel central, además de la imponente figura del hombre sin cabeza que cae tras ser golpeado por sus agresores, se puede ver a una mujer semidesnuda atada a un poste. También se distingue el cuerpo sin vida de un hombre electrocutado, su rigidez reflejada en su postura, con un cable conectado al antiguo pararrayos del museo.
El mural cuenta con dos paneles laterales adicionales, ubicados en distintos niveles del edificio. En el panel superior, se representa a un hombre musculoso y barbado que baja de la horca el cuerpo de una persona, mientras una mujer llorosa sostiene el brazo inerte del ajusticiado. En el panel de la planta baja, se observa una cabeza envuelta en telas, que parece pertenecer al cuerpo representado en el primer plano del panel central.
¿Cómo fue que este mural se logró realizar en Morelia?
Reuben Kadish, quien había trabajado como asistente de Siqueiros en Los Ángeles, decidió escribirle con la esperanza de encontrar un muro en México donde él y Philip Guston pudieran plasmar su arte. Para su sorpresa, cuando llegaron a la Ciudad de México, descubrieron que tanto Siqueiros como Diego Rivera ya habían convencido a la Universidad Michoacana de ofrecerles un gran muro en el Museo Regional Michoacano (Ashton, 1990, pp. 30-31).
Acostumbrado a lidiar con la burocracia y sus obstáculos, Guston quedó asombrado al ver el entusiasmo con el que el rector de la Universidad y otros altos funcionarios apoyaban el arte y la cultura. El ambiente en Morelia era ideal para recibir nuevas ideas y expresiones artísticas, lo que permitió que no solo Guston y Kadish, sino también las hermanas Greenwood y Ryah Ludins fueran invitados a pintar murales en espacios como el Colegio de San Nicolás y el Museo Michoacano.
El rescate del único mural de Guston en México
Después de haber permanecido oculto durante más de 30 años, el único mural de Philip Guston en México fue rescatado gracias a un esfuerzo conjunto de la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Michoacán y la Fundación Philip Guston. La obra, que había sido cubierta en 1940 debido a la polémica y el rechazo del sector conservador de Morelia, volvió a la luz en 1975, aunque su estado de conservación ya mostraba un gran deterioro debido, en gran parte, a los materiales utilizados en su creación.
El 31 de enero de 2025, tras más de seis meses de restauración a cargo del restaurador David Oviedo Jiménez, el Museo Regional Michoacano celebró la reapertura de esta emblemática obra. El evento reunió a destacadas figuras del ámbito cultural y político, entre ellas Alfredo Ramírez Bedolla, gobernador de Michoacán; Musa Mayer, hija de Philip Guston y presidenta de la Fundación Guston; Sally Radic, directora ejecutiva de la fundación; Alejandro Ramírez Magaña, CEO de Cinépolis; Alejandra de la Paz Nájera, directora general del INBAL, y Yarabí Ávila González, rectora de la Universidad Michoacana.
Durante la ceremonia, el gobernador Ramírez Bedolla resaltó la importancia y vigencia del mensaje del mural, señalando que, aunque fue creado en un contexto histórico distinto, su advertencia sigue siendo relevante en la actualidad:
"Hoy, vemos con alarma, en pleno siglo XXI, en 2025, como la sombra amenazante del racismo se extiende de nuevo con la política migratoria de algunos países. A través del mural no solo celebramos su restauración, sino también la oportunidad de reencontrarnos con su mensaje en el momento más oportuno pues nos habla desde el pasado como si fuera una advertencia del riesgo que corremos si damos cavidad al racismo y a la discriminación [...] un recordatorio de que juntos podremos construir un mundo más justo, más equitativo y donde cualquier forma de opresión sea definitivamente extirpada y erradicada". comentó el gobernador Ramírez Bedolla
La reapertura de la obra coincidió con dos fechas significativas: el 139 aniversario del Museo Regional Michoacano y el 90 aniversario de la creación del mural, convirtiéndose en un hito para la historia cultural de Morelia.
Si te animas a visitarlo, está ubicado en la calle Allende #305, y abre de martes a domingo, de 9:00 a 17:00 horas. La entrada cuesta 75 pesos, pero los domingos la entrada es gratuita.
Referencias
Mercado, E. (2018). “El terror: contexto y motivo del mural de Guston y Kadish en el Museo Michoacano”. En: Mercado, E. (Coord.). Arquitectura y Murales en Michoacán. Génesis de una iconografía para la identidad regional. Morelia, Michoacán, México: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Ellen G. Landau (2007) Double Consciousness in Mexico. How Philip Guston and Reuben Kadish painted a Morelian mural. Reuben Kadish art foundation.
Ashton, Dore. (1990). A critical study by Philip Guston. Berkeley: University of California Press.
AVS