Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- A cuatro horas y media de Morelia se encuentra una paradisíaca playa de la Costa michoacana; se trata de Playa Eréndira, en donde, además de ofrecer paisajes de interés turístico y un espacio de descanso para los amantes de la tranquilidad y el silencio, se realiza una de las actividades que destaca por el ecoturismo: la conservación de la tortuga marina, una de las especies que por décadas se ha mantenido en la lista de los reptiles en peligro extinción debido a la influencia humana y el desequilibrio que se ha creado en los ecosistemas.
En esta playa, así como en muchas del estado, se libra una batalla silenciosa pero crucial para la conservación de esta especie. Los campamentos tortugueros, como el caso del Habillal, considerados como verdaderos oasis de esperanza en este rincón costero, desempeñan un papel fundamental en esta lucha contra los depredadores que forman parte de la cadena alimenticia; sin embargo, hay un enemigo más peligroso: los humanos que amenazan a estas criaturas.
El Habillal es un refugio creado por voluntarios y conservacionistas que se dedican a trabajar comprometidamente para proteger los nidos de tortuga y aumentar las posibilidades de supervivencia. Estos valientes guardianes de la vida marina patrullan de manera incansable las playas durante la noche, marcando y monitoreando los nidos, y así evitar la depredación de los huevos.
Por lo extenso de la costa, una vez pasada la media noche, la comunicación entre quienes velan por la llegada de las tortugas se hace presente. A metros de distancia, con lámparas, se hacen señales para no ser confundidos con los saqueadores de nidos y así se identifican entre ellos.
Con luces estroboscópicas anuncian un evento impresionante que ocurre principalmente en la costa del Pacífico mexicano. Las tortugas marinas, como la golfina y la laúd, arriban a las costas michoacanas durante la temporada de anidación, que generalmente se extiende de junio a diciembre.
Una vez que encuentran el lugar más idóneo para iniciar con el desove y la excavación del nido, con una luz roja los salvacionistas realizan una minuciosa revisión de la tortuga, desde las aletas y el caparazón hasta el estado de la piel y los ojos, con el propósito de garantizar que su retorno a las aguas sea en óptimas condiciones, sin necesidad de una intervención médica.
Una vez que han depositado sus huevos, las tortugas cubren el nido con arena y, como si se tratara de una danza, brincan sobre él para cubrirlo y despistar a los depredadores, y así finalmente regresar al mar.
A partir de esto comienza la tarea difícil; en el menor tiempo posible se tratan de extraer los huevos de manera segura, haciendo un conteo para registrar en una bitácora que se reporta a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y, a su vez, sembrar a la nueva colonia dentro del campamento.
Después de un período de incubación que puede durar alrededor de 45 a 60 días, las crías eclosionan y emprenden su camino rumbo al océano.
En Michoacán se han implementado programas de conservación y protección para las especies que garantizan que el desove y la eclosión de las crías sea exitoso. Los visitantes suelen tener la oportunidad de participar en recorridos guiados para observar este espectacular evento de la naturaleza de manera responsable y así concientizar sobre la importancia de esta actividad.
Cada año, durante la temporada de anidación, miles de tortugas marinas de diversas especies, como golfina, negra y laúd, regresan a Playa Eréndira, donde depositan sus huevos en la cálida arena. Este evento milenario es esencial para la perpetuación de estas especies, pero es en este momento cuando están más vulnerables a la malicia humana, con los llamados “hueveros”.
Estos individuos, involucrados en una práctica ilegal y perjudicial en las playas de Eréndira, saquean los nidos para obtener los huevos, que, a menudo, se venden en mercados locales clandestinos por un costo de hasta 35 pesos por docena.
Esta actividad representa una amenaza significativa para la conservación de las tortugas marinas, ya que reduce drásticamente la posibilidad de que las crías lleguen al mar y completen su ciclo de vida.
A pesar de los esfuerzos de los campamentos tortugueros y las autoridades locales para combatir esta práctica, la persistencia de los "hueveros" sigue siendo un desafío constante en la protección de estos animales.
Grupos de voluntarios, biólogos, pobladores y otras personas interesadas someten a diario a estos depredadores a una persecución para evitar la extracción de los huevos; sin embargo, en los últimos dos años se ha registrado otra forma violenta de saqueo: es estrangulada para poder extraerlos de manera manual y, a su vez, también vender la carne como un producto exótico y afrodisíaco.
El conflicto entre la conservación y la depredación humana es una realidad palpable, pues existe una demanda persistente del producto de tortuga en algunos mercados locales. Además, la contaminación de las playas y la degradación de los hábitats marinos sigue siendo un desafío significativo.
Sin embargo, el activismo no se detiene. A través de la educación ambiental, la promoción de prácticas sostenibles y la colaboración con las comunidades locales, poco a poco se ven avances notables.
La historia de los campamentos tortugueros en Eréndira es una lección de perseverancia y esperanza en medio de la adversidad. A medida que la conciencia sobre la importancia de conservar estas majestuosas criaturas se expande, se espera que el conflicto se reduzca gradualmente, permitiendo que las tortugas marinas continúen nadando en los mares de Michoacán, un legado invaluable para las generaciones futuras.
rmr