Por: Sayra Casillas/@SayraCasillas2
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- El encanto casi idílico que se percibe en el corazón del Centro Histórico de la ciudad, con decenas de madres desayunando con familiares y amigos en los portales, así como cientos de personas de todas las edades presurosas en la compra de regalos, no existe frente al Hospital Infantil "Eva Sámano de López Mateos", situado en el Bosque Cuauhtémoc.
Andrea (nombre ficticio porque pidió no revelar el suyo) estalla en cólera al observar que nuevamente se le aproxima un hombre delgado, de aproximadamente 45 años, con una carpeta azul de plástico llena de documentos –aparentemente médicos-, para pedirle dinero, como ya lo había hecho con otras mujeres sentadas en torno a una fuente.
"Yo también ocupo, somos de Apatzingán y no traemos un peso, pero ya me viera yo pidiendo dinero como lo hace éste. Por aquel lado del Hospital Civil hay uno que está con las patas bien malas, podridas, y aun así se la pasa con un clavito chingándoselas más para pedir dinero", dice, y después guarda el silencio al ver al hombre de la carpeta azul, de pie frente a ella, pidiéndole entre dientes un peso.
El silencio se prolonga, ella sólo lo mira y eso basta para que él entienda que no logró su propósito. Se aleja y vuelve a intentarlo con quien encuentra a su paso.
Sólo entonces la mujer robusta, de aproximadamente 65 años, retoma la conversación que momentos antes había iniciado con una extraña. Es madre y abuela, desde hace unos días se encuentra albergada en las inmediaciones del nosocomio en espera de que su nieto de un año con tres meses reciba una serie de terapias.
Mientras el niño está dentro del hospital con su mamá, la abuela espera paciente. Narra que el bebé prematuro ha tenido una serie de complicaciones: primero con un testículo que inicialmente fue diagnosticado como hernia, luego sufrió un paro respiratorio que presuntamente le mató un centenar de neuronas, hoy lo alimentan a través de una sonda colocada en su nariz.
"Él se movía, lo dejábamos en el portabebé, y si le poníamos música más se tambaleaba, ahorita haga de cuenta que es un niño así como… ya me cansé de suplicarle a nuestros santos que me lo dejen de menos como estaba", expresó afligida.
"Doña, la mera verdad a mí me habían dicho que este hospital era buenísimo, pero ya no tiene ni la mitad, nada, mucha gente se va desilusionada, los doctores en lugar de darnos una esperanza nos bajan las expectativas", añadió, y de pronto se le iluminó el rostro, a lo lejos vio aproximarse a su hija con el niño en brazos.
"Que lo cargue de este lado, porque del otro se le dobla la cadera", comenta la joven madre, al tiempo que cede el niño a los brazos de la abuelita, quien de reojo ve pasar a otra mujer y en voz alta pregunta si se trata de una trabajadora social. Le preocupa que el bebé casi ya no tiene leche.
Retoma la conversación con la mamá del pequeño para sugerirle se lo lleve a otro hospital en la Ciudad México. "Dice Estrella que su niña está de maravilla, y ya ves qué malita estaba, dice que, si te lo atienden, que debes hacer hasta lo último".
"Es que necesitarías irte tú con él, para yo ponerme a chambear, sino ¿qué vamos a hacer?, además necesitamos que él empiece a comer por la boca sino llegando allá lo van a querer operar", respondió la joven.
Ambas se enfrascaron en una conversación íntima. Con voz baja vuelven a valorar el viaje a México e insisten en la falta de recursos. Para ellas hoy es un día común, no hay ánimo para festejos ni piensan en regalos.
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