
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- La palabra aranceles ha estado en boca de todos este año. Las amenazas de Donald Trump de aumentar las tarifas a los productos importados generaron pánico a nivel mundial y, por supuesto, un impacto directo en México.
A inicios de 2025, el FMI proyectaba una contracción de la economía mexicana, pero las últimas estimaciones apuntan a un crecimiento del 0.2%. Esta ligera mejora no significa que el panorama sea totalmente favorable, pero ofrece un respiro frente a los temores iniciales. En cuanto a las tarifas, México logró una prórroga de mes y medio para negociar un acuerdo; mientras tanto paga un 25% en la mayoría de los bienes, excepto en aquellos protegidos por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, lo que mantiene a las empresas en una situación de incertidumbre.
Más allá del costo de exportar o importar, los aranceles estadounidenses han puesto sobre la mesa dos temas cruciales: el proteccionismo comercial y el impacto ecológico. No solo tiene sentido económico apoyar a la industria nacional y consumir productos hechos en el país, también es una necesidad ambiental. Importar bienes desde lugares remotos, cuando podrían producirse en México, provoca emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación del aire y un enorme gasto energético que pocas veces se calcula en las cuentas finales.
El transporte representa cerca del 25% de las emisiones nacionales, dentro de un total de 758 millones de toneladas de CO₂ anuales, y el transporte por carretera aporta alrededor del 19%. Además, solo el transporte marítimo de exportaciones mexicanas generó en 2017 cerca de 2.7 millones de toneladas de CO₂ equivalente, y las importaciones marítimas otras 2.95 millones. Si más bienes se produjeran localmente, México podría reducir de manera importante su huella de carbono y ganar independencia frente a las tensiones comerciales externas.
En contraste, existe un tipo de intercambio que casi no impacta al planeta: la importación y exportación de servicios. Aunque el uso de internet también tiene un coste ambiental, contratar a un profesional en otra ciudad de México o en China para un trabajo en línea no implica una diferencia tangible en emisiones.
Programadores, traductores, diseñadores o consultores venden sus servicios al extranjero y generan divisas sin el enorme gasto energético del transporte físico. Lo mismo ocurre con los servicios financieros, como invertir en la bolsa, en carteras de inversión o en el mercado de divisas (Forex), donde hoy se puede operar desde una plataforma como Metatrader 4, comprando y vendiendo dólares, euros, libras o metales sin mover un solo avión o barco. Este tipo de actividad económica representa una oportunidad para diversificar ingresos y, al mismo tiempo, cuidar el medio ambiente.
Frente a medidas proteccionistas y a la urgencia de reducir emisiones, surge la pregunta: ¿vale la pena limitar el intercambio de productos físicos y estimular la producción local? Gracias a la tecnología, México puede seguir conectado con el mundo a través de los servicios, mientras toma decisiones conscientes para proteger tanto su economía como el planeta. Fomentar la producción interna y aprovechar las plataformas digitales no solo es una estrategia de supervivencia, sino también una ruta hacia un desarrollo más equilibrado y sostenible.
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