
Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- El reciente hallazgo de un Melanocetus johnsonii, conocido como "pez diablo negro", en una playa de Tenerife ha causado asombro en redes sociales. Esta criatura de las profundidades rara vez se ve fuera de su hábitat, lo que hace que su aparición en la superficie sea un misterio.
A raíz de este inusual avistamiento, te compartimos cinco curiosidades que quizás no sabías sobre este enigmático pez.
El pez diablo negro es un depredador que usa bioluminiscencia para atraer a sus presas. Posee un señuelo luminoso en la punta de una estructura similar a una caña de pescar (llamada illicium), que genera luz gracias a bacterias simbióticas. En la oscuridad de las profundidades marinas, esta luz engaña a peces y crustáceos, haciéndolos nadar directo a sus enormes fauces.
En esta especie, el dimorfismo sexual es extremo: mientras que las hembras pueden medir hasta 20 centímetros, los machos apenas alcanzan los 3 centímetros. Su función principal es buscar una hembra y fusionarse con su cuerpo, uniéndose a ella de por vida. Eventualmente, pierden sus ojos y órganos internos, quedando reducidos a un simple productor de esperma que comparte el sistema circulatorio con la hembra.
El hábitat del pez diablo negro se encuentra en la zona batipelágica, entre 200 y 2,000 metros de profundidad, donde la presión es más de 200 veces superior a la de la superficie. Por ello, su anatomía es frágil y gelatinosa, lo que explica por qué se descompone rápidamente cuando sale de su entorno natural.
Por lo general, estos peces solo se ven gracias a sumergibles o cámaras en aguas profundas. Cuando aparecen en la superficie, como el ejemplar encontrado en Tenerife, suele ser porque están enfermos o han muerto. Los científicos aún investigan qué pudo haber causado su ascenso, ya que estos peces no pueden sobrevivir mucho tiempo fuera de su hábitat natural.
A pesar de su aterrador aspecto, el pez diablo negro no representa ninguna amenaza para los humanos. Sus afilados dientes son ideales para capturar presas pequeñas en la oscuridad del océano, pero su tamaño reducido y su vida en aguas profundas lo mantienen alejado del contacto humano.
Este avistamiento en Tenerife ha reavivado la fascinación por las criaturas abisales, recordándonos cuán poco conocemos aún de los océanos y las especies que los habitan.
rmr