“Ánimeecheri Kejtzitakua”, el anhelo del reencuentro con los que ya no están

Todo esto se vive en estas dos fechas de noviembre (Foto: Cortesía)
Todo esto se vive en estas dos fechas de noviembre (Foto: Cortesía)
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Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- La Ánimeecheri Kejtzitakua, o Noche de las Ánimas, tiene gran misticismo en la cultura purépecha, debido a que cada año, los pobladores de distintas comunidades se preparan para "encontrarse" con sus seres queridos que han dejado el mundo terrenal y convivir, una vez más, como si estuvieran vivos, platican habitantes de la ribera del lago de Pátzcuaro.

La Noche de Muertos, como se conoce a la celebración en México, toma un sentido especial en Michoacán, sobre todo en las comunidades purépechas, ya que –comparte Irving Abraham Tzintzún Mejía, originario de San Jerónimo Purenchécuaro– todas se alistan desde semanas antes para recibir a sus difuntos, y aunque cada una tiene sus particularidades, se usan elementos comunes de dicha cultura.

(Foto: Cortesía)
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La identidad católica, la fe, el incienso o copal que se usa desde la época prehispánica, así como por la Iglesia católica como señal de "elevar a Dios en las oraciones, o para que coman los santos, como dicen los viejos de la comunidad"; la cera o velas, "para dar la luz a las almas"; la flor de cempasúchil, "que se usa incluso como una clasificación social (los pobres ponen cempasúchil, los ricos otro tipo de flores)"; la calabaza y el maíz son parte de los componentes que aparecen en todas las ofrendas de las comunidades purépechas, cuenta Irving Tzintzún, sacristán en San Jerónimo Purenchécuaro.

(Foto: Cortesía)
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Incluso, añade el maíz, la calabaza y el cempasúchil tienen una conexión especial debido a que en varias comunidades se cree que "las almas vienen entre los maizales, entre las milpas; por eso, dentro de las tumbas y las casas están presentes".

Eso ha hecho que el 1 y 2 de noviembre sean fechas místicas en Michoacán y entre los purépechas; es "el sentido de creer que un día nos encontraremos con nuestros seres queridos. Por esta razón nos preparamos con tanto esmero para recibirlos a ellos, y después, de alguna manera, ellos nos reciban el día que nosotros fallecemos", comentó Irving a MiMorelia.com vía telefónica.

(Foto: gob.mx)
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En San Jerónimo Purenchécuaro, en el municipio de Quiroga, la celebración no sólo es el 1 y 2 de noviembre, sino que comienza una semana antes, con los "novenarios", en las casas de las personas de la comunidad que murieron en el año previo a la fecha de la Noche de Ánimas.

Durante los novenarios, explica Irving, los primeros cinco días son de oración y penitencia. El altar se adorna con flor de cempasúchil, calabazas, chayotes, el color morado en el papel picado y en las cortinas, y se preparan refrigerios propios de la región, como atoles, tamales, "lo que cada familia guste hacer".

A partir del sexto día del novenario se cambia el morado por el blanco en el altar, "para decir que el alma está a punto de entrar a la gloria; ya no hay flores de color, sólo blancas, papel china, cortinas y manteles blancos; ese día la familia prepara una comida, todas las personas que asisten al novenario llevan fruta: plátano, naranja, guayaba u otra fruta de temporada, la cual significa en San Jerónimo llevarle lo mejor o algo especial".

Detalla que al octavo día se le llama "día de vigilia", por lo que la comunidad deja de comer carne y consume pescado del lago de Pátzcuaro, mojarra o carpa, que se prepara dorado, al estilo Purenchécuaro, o conocido como pescado de ánimas o de muerto, con una corunda.

En el último día del novenario, que es el 1 de noviembre, las familias se preparan para recibir a quienes los acompañaron durante el rezo o a los que llevarán ofrendas.

(Foto: Cortesía)
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"De nuevo la gente lleva fruta de temporada y pan, pero acompañada de cera, o una vela, que se encenderá en el panteón una vez que se lleve la ofrenda. A los rezanderos, amigos, familiares y compadres se les recibe con nacatamales, o tamales de carne, atole de pinole; otros ofrecen pozole", expuso Irving Tzintzún, quien durante esas fechas es rezandero en la comunidad.

Durante la Noche de Muertos, en San Jerónimo los habitantes visitan las casas de parientes, amigos, vecinos, ahijados o compadres que hayan fallecido durante el año y entregan una ofrenda a sus familiares, los cuales las llevarán al panteón, junto con flores, como gladiolas, nubes, bombón, perrito o la tradicional flor de cempasúchil; así como velas y veladoras.

"En la madrugada vuelve uno a subir y lleva la ofrenda de fruta; para después esperar que amanezca, y se hace una verbena popular en el sentido de convivencia con la familia y parientes que viven en otros lados", refirió el sacristán.

Pero las actividades no cesan durante el 2 de noviembre, ya que ese día el párroco de la comunidad pasa, junto con los seminaristas, a rezar responsos: un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria, para pedir por el difunto o los familiares que han fallecido en cada generación; se rocía agua bendita y se pide permiso para la recolección de las ofrendas.

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"Los niños juntan la fruta o las ofrendas que se dejaron en la madrugada del 2 noviembre para llevarlas a lo que se conoce como 'el descanso', y estas son donadas al sacerdote de la parroquia, seminario, asilos u orfanatos de la ciudad de Morelia", señala Irving, y comparte que en San Jerónimo es común ver todavía en la tarde y noche personas en el panteón, entre las 10 y 11 de la noche, y las velas iluminando las tumbas, hasta que el fuego consume la cera.

Noche de Muertos, el diálogo de los mazahuas y otomíes con los suyos

La Noche de Muertos no es exclusiva de la cultura purépecha, sino que en las culturas mazahua y otomí también esperan a sus seres queridos desde los días 28, 29, 30, 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre, pues será la oportunidad en la que volverán a "platicar" con sus seres queridos que se les adelantaron.

A diferencia de los purépechas, en las culturas mazahua y otomí los familiares inician previamente los preparativos, tanto del pan que van a poner en la ofrenda, como de distintos artículos, y que todo esté listo para "encontrarse de nueva cuenta" con sus difuntos.

(Foto: Cortesía)
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"Hay algo muy importante en el caso de los mazahuas y otomíes: el diálogo con el difunto, con el que ya se fue y con quien nos visita en esta ocasión. Cuando los abuelos le ponen su pan, su agua, su comida y lo que le gustaba en vida, pero cuando se prende la vela hay un diálogo entre el difunto y el familiar; empiezan a platicar, le pregunta cómo está, qué tal estuvo su camino, y responden cómo estamos acá, si ha habido problemas en la casa o la comunidad", compartió Gerardo Sánchez Cayetano, quien es mazahua.

Previamente a estas fechas, los habitantes de cada comunidad alistan los alimentos que colocarán en cada ofrenda; además, cortan la flor de cempasúchil, la cual "no es la que conoce todo el mundo, sino que ésta es más pequeña y más anaranjada; se da mucho en la comunidad y es la que la gente usa. En esta temporada baja a Zitácuaro, los días 29 y 30 de octubre, a comprar su vela y veladora; van a lugares en específico desde los abuelos", nos comenta Gerardo, quien es director de La Voz de la Sierra Oriente, una estación de radio.

"En la zona mazahua esta temporada vas a encontrar algo que se está perdiendo, pero algo que podemos ver y podemos rescatar, que es el famoso foshte, o lo que es la ayuda mutua. En esta temporada, en las comunidades de Crescencio Morales, Francisco Serrato y Donaciano Ojeda se elabora el pan específico que se va a poner en la ofrenda, no es uno que se pueda comprar en la ciudad o que venga de fuera, sino que se tiene que hacer entre la comunidad", señala.

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En el caso de los otomíes, explica Gerardo, algunos todavía en sus altares usan la flor "vara blanca", aunque ya es en muy pocos, debido a que se ha estado perdiendo por el cambio de uso de suelo. Porque "algo que caracteriza a los pueblos mazahua y otomí es que usan flores aromáticas para llamar al difunto. En el caso mazahua se usa el pino en la ofrenda".

Los mazahuas y otomíes, a diferencia de los pueblos purépechas, hacen la velación en su casa; durante el día 1 de noviembre van a dejar las coronas y flores al panteón, y el 2 de noviembre, en el caso de los mazahuas en Michoacán, reparten en la tarde la ofrenda con los familiares.

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Otra particularidad de estos pueblos es que las ofrendas regularmente se ponen en una esquina, "no tiene que ver con niveles, es a ras de piso, con un petate y ocochal; encima van las velas, el pan, la fruta de temporada, el copal y las flores aromáticas", dice Gerardo.

Esta forma tan especial de "encontrar" a sus muertos entre los mazahuas y otomíes es algo muy íntimo entre los familiares y difuntos, que aunque se han ido perdiendo algunos elementos, el no tener la visita de un tercero, como turistas, ha permitido que prevalezca la tradición en el Oriente de Michoacán.

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Por: Josimar Lara/RMR

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