La Pila del Ángel en Morelia; la historia que no te contaron

Las antiguas pilas son más que simples depósitos de agua, son poesía viva que solo Morelia sabe ofrecer
Pila del ángel
Pila del ángel Arturo Vázquez
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Morelia, Michoacán (MiMorelia.com).- No es un secreto que Morelia se adorna con una multitud de fuentes y pilas de agua, que emergen en diversas formas y tamaños, vestigios de un pasado lejano y testigos del incansable esfuerzo por llevar el vital líquido a una ciudad siempre en expansión. Estas fuentes son mucho más que simples depósitos de agua; son refugios de inspiración artística y memoria histórica. Como bien señalaba Ricardo Aguilera Soria, muchas de ellas, las menos conocidas, recibieron nombres forjados en las leyendas que susurran en sus rincones, una poesía única que solo Morelia sabe ofrecer.

Sin embargo, entre todas, hay una que sobresale, que brilla con luz propia: la más famosa, la más visitada, la más nombrada. Una fuente que, como eco de tiempos remotos, guarda en su caudal una de las leyendas más queridas y emblemáticas de Morelia: la pila del Ángel, esa que perdura en el corazón de la ciudad y de sus habitantes.

Pila del ángel
Pila del ángel Arturo Vázquez

Cuentan las antiguas historias de Valladolid que, como una bandada de golondrinas surcando los aleros de un verso, cada tarde la chiquillada del barrio se reunía en torno a la fuente cristalina, vestidos con finos ropajes que reflejaban la inocencia y la alegría de aquellos días, contando a su modo la peregrina historia de su vida.

El repertorio de canciones que los niños, día tras día, ofrecían en torno a esa afortunada fuente era interminable. Y no pocas veces, los pequeños se agrupaban en rondas que, como un rosario, se prolongaban hasta que una anciana, ya en sus años dorados, los reunía alrededor y, con voz suave, les pedía que se arrodillaran. Entre oraciones, los hacía recitar devotamente el "Ángel de la guarda", nuestra dulce compañía. Los niños se marchaban entonces, llenos de alegría, a sus casas, dejando tras de sí la estela de un prodigioso escenario vallisoletano.

Pero la fuente no solo atraía por su agua. En esa misma calle vivía doña Cornelia, una de las más grandes cuentistas de la ciudad. De ascendencia gitana y porte de gran dama, su fama trascendía gracias a sus ochenta años de vida y su arte inigualable como narradora.

Una noche, corrió el rumor de que doña Cornelia contaría, esa vez, la historia del rey Salomón. Y todos, sin perder un instante, se apresuraron a conseguir el mejor lugar para no perderse ni una palabra. 

Pila del ángel
Pila del ángel Arturo Vázquez

En un momento de la narración, una niña de rostro redondo se acercó a su madre y, con voz baja, pero sin mucha discreción, susurró: 

—Mamá, tengo sed. 

La niña, que toda la tarde había jugado con sus amigas, había corrido a conseguir un buen lugar para escuchar los cuentos, sin tiempo para saciar su sed. Sin embargo, su madre no respondió de inmediato. Solo hizo un gesto mudo para que guardara silencio. 

—Mamá, quiero agua— insistió la pequeña. 

—Calla, niña imprudente— replicó la madre sin levantar la vista. —No voy a perderme esta historia por tu impertinencia. Ve sola a la fuente, bebe agua y vuelve enseguida

Entre pucheros, la niña salió en dirección a la pila. 

En ese instante, el relato fue interrumpido por un grito desesperado que rasgó la noche: 

—¡Se ahoga un niño! ¡Se ahoga un niño! 

Y entre el alboroto, se distinguió el angustioso clamor de una madre que gritaba: 

—¡Mi niña! 

Todos, atónitos, presenciaron por primera y única vez el milagro más increíble: un ángel del Señor, descendido desde lo alto del Cielo, sacaba a la niña de las aguas. 

Ante tal escena, el pueblo cayó de rodillas, sumido en un profundo silencio. El asombro se apoderó de ellos, pero el embeleso fue aún mayor cuando el ángel, entregó a la niña, que aún chorreaba agua, entre los brazos de su madre.

Con una lentitud celestial, el ángel ascendió al cielo, perdiéndose poco a poco en el azul profundo de la noche vallisoletana. Y a medida que se elevaba, las luces que lo rodeaban se fueron desvaneciendo, hasta confundirse con los fulgores eternos de Sirio y Aldebarán. 

Esta historia, tanto conmovedora como prodigiosa, fue la que dio nombre a la Pila del Ángel, fuente emblemática de Valladolid, hoy Morelia.

Relato inspirado en la obra del poeta y ensayista José Zavala Paz.

Pila del ángel
Pila del ángelArturo Vázquez

AVS

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