Venezuela-México, paralelismo: receta repetida por Morena

Venezuela-México, paralelismo: receta repetida por Morena

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El discurso de Ana Corina Sosa en Oslo, al recibir en nombre de su madre María Corina Machado el Premio Nobel de la Paz 2026, fue un llamado a la dignidad y a la defensa inquebrantable de la democracia frente a la deriva autoritaria en Venezuela. Ese mensaje —sobre cómo un Estado puede degradarse desde dentro— debería resonar con especial fuerza en México, un país que no es Venezuela… todavía, pero que camina acelerada y peligrosamente en esa dirección bajo el gobierno de Morena.

Lo que Machado y su entorno describen no es una exageración retórica: es el resultado de años de captura del Estado por un poder perverso que concentra decisiones, desmarca contrapesos y busca normalizar prácticas que antes se consideraban incompatibles con una democracia. En México, esa misma receta —una mezcla de control autoritario, uso partidistas de recursos públicos, desacreditación de la oposición y medios de comunicación y debilitamiento de instituciones— está siendo implementada bajo el paraguas de un discurso “transformador”.

El hostigamiento al disenso y amenazas a manifestantes son una tendencia preocupante que recuerda las tácticas de intimidación utilizadas en regímenes autoritarios para silenciar la protesta ciudadana. La “receta” de controlar las libertades civiles y politizar cada movimiento de la sociedad civil es un patrón que se está instalando con alarmante naturalidad en nuestra vida pública.

Casos alarmantes de corrupción como la introducción ilegal de combustible a territorio nacional bajo el amparo del poder, el saque de SEGALMEX y la destrucción del ecosistema en la Península de Yucatán con el tren Maya, evidencian el uso indebido de recursos públicos y la existencia de redes de influencia que caracterizan a gobiernos clientelistas: cuando la gestión deja de ser servicio para convertirse en administración de favores y protección de intereses personales, las fronteras entre el interés público y el privado se vuelven peligrosamente difusas.

La historia de Venezuela demuestra hasta qué punto puede llegar un Estado cuando se normalizan estas prácticas: desde el debilitamiento de los contrapesos hasta la criminalización de la oposición y la captura por redes de poder que remplazan la lógica democrática por la supervivencia política. Ese escenario está más cerca que nunca del horizonte mexicano.

El caso venezolano es una advertencia. El reconocimiento internacional a la lucha de María Corina Machado no es simplemente un gesto de simpatía; es un faro para las democracias vulnerables en la región, como la de México. Defender la libertad de expresión, garantizar la independencia de las instituciones y exigir transparencia real no debe ser visto como una agresión al gobierno, sino como una práctica esencial de un pueblo en libertad.

Si México quiere evitar el destino de Venezuela, es imperativo que la sociedad civil, medios independientes y partidos políticos protejamos la democracia. No permitamos que continúe aplicándose la misma receta que ha llevado a tantos países por caminos de deterioro institucional; debemos recuperar nuestra democracia y, sobre todo, no aceptar la erosión de las libertades. Aún es tiempo.

Presidente Nacional del PRI.

BCT

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