Uruapan: Código Rojo

Uruapan: Código Rojo

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El mes de agosto cerró con la noticia de la detención más importante sucedida en Michoacán de Ocampo. No se necesitó ayuda extranjera, ni tampoco llegaron comandos de la Guardia Nacional. En absoluto. Quien logró este hito fue Carlos Manzo, un presidente municipal comprometido y decidido a darle seguridad a Uruapan. Juntamente con su equipo de seguridad pública logró la detención de un individuo sanguinario apodado “El Rino”. Dimensionemos el logro: se trata del jefe de plaza del cártel con mayor presencia en la nación, quizás la organización delictiva más grande de América, justamente en la segunda ciudad más mortífera del planeta durante el 2024, a la cual bañó en sangre bajo su sucia bota. Por si fuera poco, “El Rino” es el jefe de sicarios del peligroso R1, su matón de confianza.

Para lograr tal hazaña, no se necesitó Batman alguno: para hacer lo que varios presidentes municipales no pudieron, tuvo que llegar alguien sin colusión ni conflictos de intereses, un funcionario quien pensando en ejercer al máximo las atribuciones que le brinda el Artículo 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos capturó a un peligroso criminal.

Sin contar con comandos especiales para enfrentar a la delincuencia organizada, el presidente municipal de Uruapan está haciendo frente a la delincuencia y está logrando resultados que ya son noticia a nacional, que le han permitido entablar diálogo y debate con la presidenta Sheinbaum respecto al combate a los criminales.

Por si fuera poco, no es menor el riesgo: Michoacán de Ocampo es el estado más mortífero de la nación para los titulares del poder ejecutivo local. Durante 2025 han sido asesinados un total de 5 presidentes municipales. Dos de ellos, en Michoacán.

Más aún, de octubre de 2021 a la fecha han sido asesinado seis presidentes municipales en funciones en Michoacán, estamos viviendo ya el sexenio más letal del Siglo XXI en Michoacán para los presidentes municipales.

Con todo este contexto es históricamente valiente lo que está haciendo Carlos Manzo en Uruapan. Debe valorarse redobladamente el esfuerzo y la exposición a la violencia que está asumiendo desde un cargo que inéditamente había dado semejantes resultados en pro de la seguridad ciudadana.

En contraste, hay quienes no solamente evaden este alto deber ético de ser el primer respondiente ante la inseguridad, violencia y delincuencia, sino que la permiten, la invalidan o hasta tratan de engañar a los ciudadanos que residen en su municipio.

El caso más flagrante lo encontramos en Morelia, donde se cuenta con el mayor presupuesto, la sede administrativa del gobierno estatal, la mayor fuerza policial local y, aun así, al cerrar agosto de este año se rebasaron los 200 asesinatos cometidos en el municipio desde el inicio de la actual administración municipal. Aunado a lo anterior, Morelia figura entre las 50 ciudades más violentas del planeta, a pesar de la disparidad en estado de fuerza respecto a Uruapan. Se aplaude un modelo de seguridad, cuando las cifras son demoledoras y desnudan la falsedad del discurso oficial. En septiembre de 2024 se registraron 29 asesinatos; en octubre, 22; en noviembre, 16; y en diciembre, 12. El inicio de 2025 fue sangriento: enero con 20 homicidios, febrero con 18, marzo con otros 20 y abril con 10. Mayo tuvo un repunte con 22 casos, seguido por 13 en junio y apenas 8 en julio, aunque extraoficialmente se reconocen 16. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, del 1 de septiembre de 2024 al 31 de julio de 2025 habían ocurrido oficialmente 190 asesinatos en la capital, más los que se acumularon en la nota roja durante todo agosto. Uno de cada cuatro mil morelianos fue asesinado en doce meses del actual gobierno municipal sin que haya detenciones notables de criminales, sino por el contrario, cada vez se atreven a más: extorsionan, cobran piso, asesinan a los mezcaleros, colocan negocios de casinos clandestinos, aterrorizan las cachimbas, controlan la venta de pollo, carne y fayuca, entre otros rubros más, a la vez que colocan mantas amenazantes con total libertad en Morelia, mientras el que mal gobierna el municipio viaja por el extranjero alegremente y firma pactos de saliva con el gobierno estatal.

Otro lamentable caso es el de Zitácuaro, en donde su acobardado edil decidió atrincherarse, rodeado de la fuerza pública cuando los criminales al mando de “El Barbas” prácticamente sitiaron la cabecera municipal. Su actitud medrosa y titubeante durante el video en donde virtualmente se deslindó de hacerle frente a los criminales el 20 de junio pasado lo dijo todo. A la fecha, es hora de que no ha siquiera intentado darle la cara al jefe de plaza, también del CJNG, mucho menos poner una recompensa económica para apremiar la captura de “El Barbas”, señales que hablan de su nulo interés por recuperar la rectoría de la seguridad del municipio.

En estos tres casos, ¿cuál es la diferencia? Definitivamente, la actitud. El hombre es la medida de todas las cosas y, entre funcionarios del mismo nivel, es la persona quien hace la diferencia, como se evidencia al estudiar estos tres municipios michoacanos: Uruapan, Morelia y Zitácuaro. La ruta por pacificar se visualiza larga, pero con ediles comprometidos como Carlos Manzo, seguramente será mucho más rápido recorrerla. La ruta larga, penosa, llena de colusión, muerte e impunidad, nos fuerzan a recorrerla los impresentables de siempre que ya conocemos.

¡Michoacán necesita una revolución institucional!

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* El autor es abogado, activista social, defensor de derechos humanos de víctimas, diputado local y presidente del PRI en Michoacán

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