Francisco, signo de Dios en el mundo digital
El Papa, un signo de fe en el proyecto de Dios que salva en un mundo secularizado, de tecnología y consumo.
Vista panorámica
Pareciera que vivimos en una era atea, que el hombre vive dentro de los límites del tiempo y del espacio y que tiene bloqueada la visión a la trascendencia, a una realidad espiritual y eterna, en una visión del ser humano inmanente y mortal.
La gente parece vivir prisionera en la materia efímera, limitar su existencia a la materia que es finita y mortal en el tiempo. No tiene una visión más allá, su existencia es limitada e inmanente.
Muchos hombres hacen de este mundo toda su realidad, invierten toda su sed de vida y felicidad en este mundo contingente y efímero; pretenden crear paraísos.
Aunque tengan la idea de inmortalidad, en los hechos todos sus proyectos y deseos están limitados a este mundo de materia y de tiempo. Realmente, la Vida Eterna, la plenitud de felicidad, la gloria y la vida eterna son para esa gente como un cuento bonito, imágenes de la fantasía.
Sin embargo, en la concha de la materia, hay una abertura a lo infinito, a los cielos inconmensurables de belleza y felicidad. Es una abertura al mundo de Dios, al mundo de la realidad plena de Dios.
En la fe, se descubre otra realidad: en los linderos de la materia y de la muerte se extiende el Más Allá, de la verdadera realidad de Dios, no de sombras y apariencias. Ahí se extiende el país de la vida, donde la luz no declina. Es ahí donde el hombre alcanza la realización de la vida perfecta y gozosa del cielo.
Existen seres humanos que se conforman con la camionetota, muchos pesos y armas, y el sentimiento de poder que da el dinero que derraman los carteles del narco. Saben que están condenados a una existencia corta y prefieren el poder y las riquezas materiales que brindan grupos de poder y poderío asesino. Saben que serán abatidos en breve por los grupos rivales.
La luz de lo alto
Expongo aquí mi fe en Dios, ideas que comparto prácticamente con todos los hombres de todos los tiempos, con algunas excepciones de personas que se desvían, como sucede con la ínfima proporción de quienes siguen tendencias sexuales diferentes.
Seres humanos, dotados de inteligencia y voluntad libre, en todos los pueblos han expresado su creencia en el Ser superior, creador y destino final de las criaturas humanas. Lo encontramos en los pueblos mesoamericanos como toltecas y purépechas, por ejemplo. Grandes pensadores como Agustín de Hipona y Albert Einstein han dejado preciosos testimonios.
A veces el vértigo del pensamiento humano y de su acción ha oscurecido la conciencia de Dios. Ha habido grupos proporcionalmente reducidos que se han levantado como adalides y campeones de un mundo sin Dios; son los filósofos librepensadores como Feuerbach y Nietzsche. Son grupos minoritarios como los librepensadores y los militantes del comunismo ateo, que algunos políticos mexicanos dicen seguir.
Nuestra gente vive en un mundo acelerado de ciencia y tecnología, de inventos, producción y consumo, de distracciones y diversión acelerada. Llevamos una vida en movimiento vertiginoso, que renueva el aspecto del mundo, nos marea.
Es un mundo materialista y hedonista, con una sensación inmanente. Son seres humanos que creen en un mundo más allá, en Dios. Tienen la idea de la vida eterna, del cielo donde verán a Dios y encontrarán el descanso eterno y la paz.
La gente que muchas veces está cerrada al mundo de la plenitud tiene bloqueos en la vida del espíritu libre e inmortal. No bajan a su mente la aplicación de Dios, esa aplicación de la dimensión más amplia y verdadera del hombre, donde participa del ser de Dios y tiene un destino pleno, glorioso, inmortal, donde será como Dios en una vida inmortal de gozo.
De hecho, viven en la esfera del mundo material, creen vagamente en la vida eterna, pero esta realidad es demasiado alta y lejana; se pierde en la irrealidad, la consideran como una fábula, una fantasía. Su visión no incide decididamente en el plan existencial y definitivo del hombre.
Existen momentos cumbre en la existencia del hombre y de la humanidad, tan poderosos que hacen una abertura de luz. Son como los claros en los cielos de gruesos nubarrones donde se asoma el azul y la luz del cielo.
Así es la partida de Francisco Papa. Hay que leer bien el fenómeno social, la inmensa respuesta de los grandes del mundo y las multitudes. Hay que ser receptivos y abrirse a los valores diferentes que mueven a las personas y permiten destellos de la otra realidad, más allá de nuestro mundo de materia y de tiempo, otra realidad más allá.
Esa realidad la expresa el ser humano: pintores y poetas, místicos y profetas inspirados por el Espíritu Santo. San Juan Evangelista y otros hagiógrafos pintan la Realidad, el Más Allá, de una manera sublime, bellísima. Remito a la Biblia.
Hay canciones muy bellas, como aquella popular que se entona en ocasión de las defunciones: “Más allá del sol, más allá del mar, y yo tengo un hogar.”
Francisco Papa comparte la vida de Dios, sentado en la mesa del banquete de bodas del Cordero, en la plenitud de la vida, en la paz de Dios.
rmr