Transformar la educación técnica y profesional

Acá Entre Nos por Jaime Arturo Vázquez Aguilar
Acá Entre Nos por Jaime Arturo Vázquez AguilarMiMorelia.com
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Uno de los retos más apremiantes de los sistemas educativos del siglo XXI es cómo preparar a los estudiantes para integrarse exitosamente al mercado laboral, sobre todo, ante el vertiginoso avance tecnológico y la apertura de las fronteras que, si bien crean oportunidades, lo cierto es que también pueden causar la pérdida de empleos o el subempleo si no se articula la formación técnica y profesional con las vocaciones productivas.

No hay que perder de vista que cada territorio tiene una vocación productiva, según sus recursos naturales, su contexto político y social y, por supuesto, las características de su fuerza laboral, que permiten impulsar la creación y el crecimiento de ciertas industrias o servicios. Así pues, para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las vocaciones productivas no solo determinan la movilización de recursos financieros, infraestructura e inversiones; sino también la focalización de recursos inmateriales vinculados con la educación y la capacitación.

En este nuevo orden, varias economías emergentes están poniendo mayor atención en la Enseñanza y Formación Técnica y Profesional (EFTP). Tanto así, que organismos internacionales como el Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, enfatizan que la educación técnica y profesional debe adaptarse a la globalización, el progreso tecnológico, la transformación demográfica y el cambio climático.

También, el plan de acción contenido en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidades asigna un rol protagónico a la EFTP, al incluir objetivos y acciones que motivan a los Estados a impulsar el acceso igualitario y de calidad y a aumentar el número de jóvenes y adultos a este tipo de educación para que puedan acceder a un empleo digno.

En efecto, a nivel mundial existe un interés renovado y generalizado por la EFTP, reconociéndose su potencial para responder a los desafíos de equidad, productividad y sustentabilidad de las naciones. Asimismo, la tecnología está redefiniendo rápidamente cuáles son las destrezas y los conocimientos que los estudiantes necesitan aprender y cada vez más crece el número de empresas que se digitaliza y automatiza.

En México, el sistema de educación tecnológica data de 1867, con la creación de la Escuela Nacional de Artes y Oficios para Varones; sin embargo, fue con la política de sustitución de importaciones que la formación técnica comenzó a tomar protagonismo, con la apertura de secundarias técnicas, centros de estudios tecnológicos de educación media superior, el Instituto Politécnico Nacional y más recientemente, los institutos y universidades tecnológicas.

Sin embargo, a pesar de su alto potencial, la formación técnica y profesional a menudo no cumple con las expectativas, sobre todo, en los países de ingresos bajos y medios. Esto se debe, en gran medida, a las dificultades que enfrentan los estudiantes para permanecer en este modelo educativo y a la falta de estímulos público-privados.

Por años, la educación técnica ha sido la vía para ofrecer oportunidades de estudio a la población de zonas rurales y de escasos recursos y mano de obra calificada a y diversos sectores de la economía, pero hoy tienen que renovarse y modernizarse. En el siglo XXI, las oportunidades laborales no solo se limitan a las empresas exportadoras, también hay un horizonte que se extiende a las unidades económicas proveedoras que suministran bienes y servicios a la industria exportadora.

A nivel profesional, también hay grandes retos; según el IMCO, aunque el número de personas con carrera universitaria creció 25% en el último decenio, hay una desconexión entre el talento disponible y las habilidades requeridas por el mercado; bajo este contexto, la mitad de profesionistas en el país provienen de diez carreras universitarias, entre las que destacan Derecho, Administración de Empresas, Contabilidad, Ingeniería Industrial, Electrónica y Psicología.

Es momento de repensar los planes y programas de estudio de la formación técnica y profesional, planear el desarrollo regional con las perspectivas del siglo XXI, explorar nuevas fuentes de financiamiento, fortalecer los esquemas de coordinación entre el sector público y privado, que permitan en las jóvenes competencias y habilidades para consolidar economías regionales inclusivas y sostenibles.

rmr

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