PAN: del apogeo michoacano al laberinto de las refundaciones

PAN: del apogeo michoacano al laberinto de las refundaciones

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Que dos de los rostros más visibles del PAN en las últimas dos décadas sean michoacanos no es detalle menor. Felipe Calderón, nacido en Morelia, catapultó al blanquiazul a Los Pinos en 2006 y lo dejó atrapado en la lógica de la “guerra” y el desgaste institucional; Marko Cortés, zamorano, condujo al partido por su tramo más errático de oposición, con derrotas acumuladas y alianzas sin épica. La geografía compartida subraya el contraste: el ascenso de 2006 y la larga resaca que sigue.

El declive comenzó pronto. En 2012, el PAN se desplomó: la candidatura de Josefina Vázquez Mota no solo perdió, evidenció fracturas y fatiga de proyecto, como ya describían crónicas de la época: la derrota fue “culminación de otros fracasos”.

La década siguiente fue una serpiente que se muerde la cola: divorcios, expulsiones simbólicas y egos en público. En 2018, el choque entre Calderón/Zavala y la cúpula que impulsó a Ricardo Anaya exhibió a un PAN sin árbitro creíble; la ruptura de Margarita y los dardos del expresidente en redes sociales dejaron cicatrices abiertas.

El 2024 cerró el círculo vicioso: nueva derrota presidencial y un reparto de culpas a cielo abierto entre Calderón y Marko Cortés, más preocupado el partido por litigarse el pasado que por construir futuro. La conversación pública —y el panismo de base— vieron a sus referentes acusarse mutuamente de tres sexenios perdidos.

Cortés, al frente del PAN entre 2018 y 2024, apostó por la muleta de las alianzas, a veces con discursos que luego renegó (como cuando admitió que fue “equivocación” apoyar ciertos programas sociales). Su conducción quedó asociada a derrotas y a la incapacidad de convertir la inconformidad ciudadana en mayoría; la marca PAN se hizo “oposición de trámite”.

Hoy, con Jorge Romero en la dirigencia, el blanquiazul promete una “refundación”: nuevo logo, menos dependencia de coaliciones y apertura a candidaturas “ciudadanas”. No es un rumor: el propio PAN habilitó una Comisión Redactora y calendarizó una Asamblea Nacional Extraordinaria para el 29 de noviembre de 2025, a fin de reformar estatutos. En paralelo, la narrativa del “relanzamiento” corre en entrevistas y notas —pero refundar no es rebrandear.

¿Y el evento de “refundación” del próximo domingo? Útil como escenografía: mostrará músculo (de clase política azul, no militancia de a pie), fotos, quizá un adelanto del emblema y discursos de “derecha moderna”. Pero lo sustantivo está en noviembre: ahí se sabrá si abren de verdad la puerta a externos competitivos y si rompen la adicción a alianzas sin identidad.

El “factor Michoacán” no es solo postal. Calderón simboliza el último triunfo nacional y, a la vez, el arranque del desgaste; Cortés encarna la etapa en la que el PAN perdió la voz y tercerizó su competitividad en coaliciones. Que ambos sean michoacanos subraya la paradoja: del liderazgo nacional a la irrelevancia estratégica, con la misma cuna política.

Si el PAN quiere volver a competir, su refundación debe romper tres inercias:

  1. dejar de discutir el 2006/2018/2024 y producir proyecto (no solo etiqueta "antipopulista")

  2. dejar de vivir de “frentes” y reconstruir organización territorial con reglas claras (primarias abiertas y piso parejo); y

  3. cerrar el ciclo de capillas internas que ahuyentan talento ciudadano.

¿Y, Andy?

La estrategia de Andy, que no quiere que le digan Andy, no servirá. El esconderse de los eventos públicos de su partido, del cual es dirigente nacional, no hará que se olvide el desgaste al que él mismo se propició.

Mientras el resto de la dirigencia nacional de Morena a diario realiza actividades públicas en todo el país, él solo sale en algunas videollamadas, queriendo que otros fuegos morenistas apaguen el propio. Mala estrategia, pero claro, no se hereda la capacidad y liderazgo; al contrario, es más fácil dilapidarlo.

rmr

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