Movilidad Social y Educación

Movilidad Social y Educación

Publicado

Horacio Erik Avilés Martínez*

"Que se eduque a los hijos

del labrador y del barretero

como a los del más rico hacendado”

 José María Teclo Morelos y Pavón

(1765 -1815)

Tu origen no es tu destino. En un país de oportunidades todas las personas pueden aspirar a un mejor nivel de vida. Una nación de derechos y libertades es aquella donde cada individuo tiene esperanzas fundadas y legítimas de convertirse en la mejor versión posible de sí mismo, y de acceder a una vida más digna. Una verdadera meritocracia es aquella en la que el esfuerzo y el logro personal prevalecen sobre la discrecionalidad, la herencia social o las redes de influencia.

Un país que fomenta la movilidad social crea círculos virtuosos que comienzan en la escuela y se consolidan en el mundo laboral, donde talento, disciplina y esfuerzo se convierten en los únicos factores que deberían establecer diferencias en los destinos de las personas. Lamentablemente, en México, la realidad aún dista de esa aspiración.

Esta semana, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) nos ha brindado un reporte fundamental sobre el estado actual de la movilidad social en México. Es un estudio robusto, con una metodología sólida y un levantamiento de campo exhaustivo, que permite mirar, con rigor, las estructuras profundas de desigualdad que persisten en el país. Las 92 páginas del documento, disponible de manera gratuita en su portal son una radiografía precisa y, en muchos aspectos, inquietante.

Es un hecho irrefutable: la educación es el motor transversal y de largo aliento más poderoso para la movilidad social y el desarrollo humano. En México, la relación entre el origen familiar y el destino educativo sigue siendo crucial para entender tanto las oportunidades como las desigualdades que configuran la estructura social. El informe, basado en la Encuesta ESRU de Movilidad Social en México 2023 ofrece un panorama detallado sobre cómo la educación sigue siendo un factor determinante en la reproducción o superación de las condiciones de origen.

La movilidad social implica que una persona pueda alcanzar un nivel educativo o de ingreso distinto, superior o inferior, al de sus padres. En el caso mexicano, la educación sigue siendo la vía principal para romper el ciclo de pobreza y acceder a mejores condiciones de vida. Sin embargo, los datos confirman que la escolaridad de los padres sigue influyendo de forma significativa en el nivel educativo que alcanzan sus hijos, perpetuando así la desigualdad y limitando la igualdad de oportunidades.

El informe distingue entre movilidad absoluta, es decir, los cambios observados respecto a la generación anterior, y movilidad posicional, que se refiere a la posición relativa dentro de la distribución educativa. Analizar la movilidad educativa permite identificar en qué medida el sistema educativo logra neutralizar las desventajas de origen y ofrecer un espacio de igualdad real.

Los hallazgos son claros y contundentes. Solo el 9 por ciento de las personas cuyos padres estudiaron hasta primaria o menos acceden a la educación profesional. En contraste, el 63 por ciento de quienes tienen padres con estudios profesionales también alcanzan ese nivel. Entre esos extremos se ubican quienes tienen padres con secundaria, con apenas un 16 por ciento que logra llegar a la educación superior, y quienes tienen padres con educación media superior, quienes alcanzan estudios profesionales en un 43 por ciento. Es decir, la probabilidad de matricularse en la universidad es siete veces mayor para quienes provienen de familias con mayor escolaridad. La conclusión es inevitable: la transmisión intergeneracional de la educación es un mecanismo poderoso de reproducción de la desigualdad.

El estudio también arroja luz sobre las brechas de género. Las mujeres enfrentan mayores obstáculos para superar la escolaridad de sus padres. Entre quienes provienen de padres con primaria o menos, una mayor proporción de mujeres se queda en ese mismo nivel educativo, con el 42 por ciento de mujeres, frente al 36 por ciento de hombres. En el extremo superior, una menor proporción de mujeres alcanza estudios profesionales cuando sus padres también los tienen: 60 por ciento de mujeres frente a 65 por ciento de hombres. Aunque en la movilidad educativa de largo alcance —pasar de padres con primaria o menos a la universidad— las diferencias son menores, 9 por ciento en mujeres y 10 por ciento en hombres, las brechas se amplían en los extremos del espectro educativo.

La desigualdad regional es otro factor que acentúa la inequidad educativa. La probabilidad de alcanzar estudios profesionales para quienes provienen de padres con primaria o menos varía entre regiones: apenas 7 por ciento en el norte-occidente, 8 por ciento en el sur y alrededor de 10 por ciento en regiones como el norte, el centro-norte —al que pertenece Michoacán— y el centro. La persistencia educativa, es decir, el repetir el nivel educativo de los padres, es más alta en el sur, con 46 por ciento, y más baja en el centro-norte, con 34 por ciento. En contraste, la persistencia en el nivel profesional es más alta en el norte, con 68 por ciento, y más baja en el norte-occidente, con 51 por ciento.

No es menor el impacto del nivel educativo de los padres, que constituye la segunda circunstancia que más contribuye a la desigualdad de oportunidades en México, solo después de los recursos económicos del hogar de origen. La desigualdad de oportunidades explica al menos el 48 por ciento de la desigualdad de ingresos en el país. En términos de composición, a nivel nacional, el 54 por ciento de esta desigualdad proviene de los recursos económicos del hogar y el 17 por ciento del nivel educativo de los padres. Aunque este patrón se repite en todas las regiones, en el norte-occidente el origen rural se convierte en el segundo factor más relevante. Es importante destacar que, en el caso particular de la región Centro-Norte, incluido Michoacán, el 62 por ciento de la desigualdad de oportunidades se explica por los recursos económicos del hogar, mientras que el 15 por ciento obedece al nivel educativo de los padres.

México ha tenido avances importantes en movilidad educativa para la población nacida entre 1970 y 1979, superando incluso el promedio latinoamericano. No obstante, para las generaciones más jóvenes, nacidas entre 1980 y 1989, el progreso en movilidad educativa se ha estancado, mientras en otros países de la región sigue aumentando. El sur de México destaca como una de las regiones con mayor persistencia intergeneracional en educación, equiparable a los países latinoamericanos con menor movilidad social.

La reducción de la pobreza entre 2017 y 2023 ha contribuido a disminuir la persistencia intergeneracional de la pobreza. Sin embargo, los niveles siguen siendo altos, y el nivel educativo de los padres sigue siendo determinante para salir de la pobreza o permanecer en ella. Por ejemplo, las personas que nacen en hogares del 40 por ciento más pobre, cuyos padres solo terminaron la primaria y que provienen del sur, conforman el grupo con menos oportunidades. Este grupo, además, representa el 33 por ciento de la población de entre 25 y 64 años, lo que revela la magnitud del desafío.

México se encuentra entre los diez países con mayor desigualdad de oportunidades en el mundo, donde al menos la mitad de la desigualdad de ingresos se explica por circunstancias de origen que están fuera del control de las personas. La región norte de México presenta niveles de desigualdad de oportunidades similares a los países con menor desigualdad global, mientras que el sur se asemeja a las naciones con mayores brechas sociales y económicas.

Frente a este diagnóstico, resulta imperativo romper la transmisión intergeneracional de la desigualdad. No basta con aumentar la matrícula escolar; se requiere que la educación pública sea verdaderamente de excelencia, con condiciones para cursar trayectorias educativas completas, desde educación inicial hasta superior, especialmente en las regiones y grupos más rezagados. La igualdad de género en la educación no puede seguir siendo una aspiración retórica ni una captura política, sino que debe traducirse en acciones afirmativas y programas específicos para reducir las brechas en el acceso, la permanencia y la culminación de estudios superiores.

La atención a la diversidad regional exige políticas focalizadas, porque las causas de la baja movilidad educativa varían de una zona a otra. Lo que ocurre en el sur del país, con su persistencia intergeneracional en la pobreza y la educación, requiere intervenciones distintas a las que se necesitan en el norte, donde los indicadores son menos adversos.

Garantizar que el sistema educativo funcione como un verdadero espacio de igualdad de oportunidades implica fortalecer la formación docente, modernizar la infraestructura escolar y asegurar que los planes de estudio sean pertinentes y sensibles a la realidad de los grupos más vulnerables. Además, es crucial articular la política educativa con otras políticas de desarrollo social y económico, como salud, vivienda y empleo, para atacar de manera integral las causas estructurales que limitan la movilidad social.

El informe de la ESRU-EMOVI 2023 confirma lo que ya intuíamos: la educación sigue siendo el principal mecanismo para la movilidad social en México, pero el sistema educativo aún no logra neutralizar las desventajas del origen. La persistencia de la desigualdad educativa, las brechas de género y las diferencias regionales son retos urgentes que exigen una respuesta decidida tanto del Estado como de la sociedad civil.

Hoy más que nunca es imprescindible exigir políticas públicas basadas en evidencia, que garanticen el acceso, la permanencia y el logro educativo para todas las personas, sin importar su lugar de nacimiento, género o condición socioeconómica. La educación debe ser el camino que permita a cada persona desarrollar su potencial y construir un destino propio, libre de las ataduras de la cuna. Solo así México podrá avanzar hacia una sociedad más justa, equitativa y cohesionada, en la que la educación se consolide como el verdadero motor de la movilidad social y del desarrollo humano.

Mientras tanto, sin medidas de política pública que garanticen que origen no sea destino, el epígrafe de esta entrega seguirá siendo un ideal inalcanzado, a prácticamente 210 años del fusilamiento del Siervo de la Nación.

Más aún, en el particularísimo contexto estatal de este 2025, ¿podemos hablar de un ciclo escolar completo cuando todavía, demostradamente, los hijos de los obreros y labradores no cuentan ni remotamente con las mismas oportunidades educativas de los vástagos de los hacendados, políticos, funcionarios y demás oligarquía? Razonable sería pensar que, un ciclo escolar completo lo es porque contiene oportunidades igualitarias, equitativas e inclusivas para todos. Justo y necesario es exigirlo. Las niñas, niños y jóvenes merecen un gobierno educador que garantice sus derechos a estar, aprender y participar en las escuelas, generando movilidad social y desarrollo humano para que alcancen sus sueños y aspiraciones legítimas.

Sus comentarios son bienvenidos en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles

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Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C

RYE

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