Morena no da una

Morena no da una

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Por más propaganda oficial, conferencias mañaneras y discursos triunfalistas, la realidad nacional es inocultable: Morena no da una. Tras dos sexenios de promesas incumplidas, lo que queda es un país más pobre, más violento, más dividido y profundamente herido. El “cambio verdadero” se convirtió en una maquinaria de destrucción institucional, y la esperanza prometida fue sustituida por una estrategia de poder que ha empobrecido a millones y desmantelado los pilares de la democracia y la justicia.

La pobreza, lejos de disminuir, se ha disparado. Cifras revelan que los niveles de carencia social se han agravado, particularmente en comunidades indígenas, zonas rurales y cinturones urbanos marginados. La política asistencialista ha resultado ser solo un paliativo electoral que no resuelve de fondo la desigualdad ni genera oportunidades reales. La falta de crecimiento económico, el deterioro del empleo formal y el abandono del campo han terminado por sumir a más mexicanos en la precariedad.

Gravemente alarmante es también el aumento de jóvenes involucrados en actos delictivos, cuyo crecimiento supera el 40 % en los recientes años. La falta de acceso a educación de calidad, empleos dignos y espacios de desarrollo ha dejado a generaciones completas sin futuro, volviéndolas rehenes del crimen organizado. Este fenómeno no solo evidencia la ausencia de políticas públicas efectivas, sino también la renuncia del Estado a proteger a su juventud.

En paralelo, la violencia se ha normalizado. Las desapariciones forzadas, feminicidios y asesinatos se multiplican mientras las autoridades miran hacia otro lado. El país se ha transformado en un cementerio de impunidad, donde los delitos rara vez se investigan y mucho menos se castigan.

El sistema de salud fue aniquilado. El desmantelamiento del Seguro Popular y la fallida implementación del INSABI dejaron a millones sin acceso a atención médica básica.

Cuando los desastres naturales golpean, como lo hizo Otis en Guerrero, la respuesta oficial es tardía, insuficiente y cínica. Las comunidades quedan a su suerte, mientras los gobernantes se preocupan más por las elecciones que por la reconstrucción. La empatía ha sido sustituida por indiferencia, y el auxilio, por retórica hueca.

A todo lo anterior se suma el saqueo institucionalizado: el robo de combustible ya no es exclusivo de grupos criminales, sino que cuenta con la anuencia de autoridades. La corrupción, que se prometió erradicar, se ha exacerbado bajo nuevas formas y rostros. Hoy, la opacidad es norma; los contratos públicos se asignan sin control y los escándalos se tapan con propaganda.

La justicia ha sido mutilada. El gobierno de Morena ha apostado por debilitar al Poder Judicial, imponer jueces a modo y dinamitar los contrapesos. En vez de fortalecer la independencia de las instituciones, ha optado por someterlas, buscando impunidad para los suyos y persecución para los críticos.

Después de dos sexenios, el veredicto ciudadano es ineludible: Morena ha fallado rotundamente. No hay proyecto que haya sido exitoso, no hay promesa que se haya cumplido sin un alto costo social. La destrucción ha sido sistemática y profunda. Morena no da una, y en su intento de refundar el país, lo ha dejado quebrado.

Presidente Nacional del PRI.

AML

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