Los funcionarios durmientes

Los funcionarios durmientes

Aceptemos para simple conveniencia de esta columna, distinguir entre servidores públicos de primer nivel y el resto -al efecto no interesa el poder o ente público para el que laboren- , y que llamaremos a los primeros “funcionarios” y a los segundos simplemente “servidores públicos” o “empleados” y que me centraré en los “funcionarios”

Una segunda división, es agrupar a los funcionarios en dos grandes conjuntos: al primer conjunto lo denominare “funcionarios con interés” y al segundo “funcionarios sin interés”.

En el primer grupo incluyo a los funcionarios de los poderes ejecutivos y legislativos federales y locales, en tanto su origen, integración y ejercicio a y en los entes públicos se encuentra claramente vinculado a los grupos de interés, grupos de presión y de partidos políticos. De hecho, se asume esta circunstancia como esperada y natural, así que en muchos casos esos funcionarios son esperadamente “parciales” y “dependientes”.

Ahora bien, el segundo grupo de los “funcionarios sin interés” comprende mayormente a los que laboran en y para los poderes judiciales y órganos constitucionales autónomos federales y locales (como los órganos públicos de transparencia, comisiones de derechos humanos, etc.) de quienes se exige, desde su origen, su integración y ejercicio, independencia y autonomía frente a los grupos de interés, de presión y de partidos políticos. En estos funcionarios, se espera que sean ajenos a esos intereses y se asume como algo natural que deban y sean ajenos.

Así, mientras es de esperar que un diputado, por ejemplo del PRI, atienda a sus intereses personales y de partido en su gestión, para nada es de aceptar que un ministro o un juez sea parcial.

Pero, aquí, como decía mi abuela, es en donde la puerca tuerce el rabo, porque incluso los “funcionarios sin interés” son elegidos de forma regular por los “funcionarios con interés” y los “funcionarios con interés” para impulsar a los potenciales “funcionarios sin interés” los vinculan y atan a sus intereses.

De esa manera, los “funcionarios sin interés” se convierten en funcionarios con un interés, pero oculto, reservado (Un ministro o un juez nunca va a reconocer que “se la debe” a un funcionario con interés y que se siente obligado a corresponderle, aunque sea así).

La relación del “funcionario sin interés” con el “funcionario con interés” es más fuerte mientras éste último se encuentra en ejercicio o mantiene poder de influencia -amenaza dirían algunos- y disminuye en sentido inverso, momento en el cual aquella preconizada independencia tiene mayor probabilidad de cristalizarse, pero esto no es necesariamente así en la realidad.

Lo anterior quiere decir que aunque los “funcionarios con interés” ya no laboren en un ente público, eventualmente conservan influencia sobre el “funcionario sin interés” que han impulsado, ya por información que poseen, ya porque existen expectativas de su recolocación, o bien, porque simple y llanamente el “funcionario sin interés” se asume comprometido o como parte del mismo grupo de interés que lo impulso, por utilidad concreta, probable o por ideología.

De esa manera, un “funcionario sin interés” que permanezca en el cargo, por ejemplo, al cambiar los gobiernos (del que lo impulsó, al nuevo gobierno que no lo impulsó) claramente disminuirá sus posturas a favor del gobierno que lo impulsó y se “revelará” como independiente y autónomo frente al nuevo gobierno; así como permanecerá “dormido” ante los grupos de interés que lo impulsaron; pero despertará de vez en cuando, de forma selectiva, para ejercer sus funciones a favor de los intereses de los que proviene.

A mi entender, esto es lo que está pasando en varios de los entes autónomos y, de manera especial, en el Poder Judicial de la Federación, con los ministros y con los magistrados electorales, o en el INE.

Los ministros, magistrados electorales y funcionarios de órganos constitucionales autónomos (INE por caso) cuyo origen se remonta a los años anteriores a 2018, han permanecido como “funcionarios sin interés” durmientes que se presentan como independientes y autónomos frente al nuevo gobierno y actúan luego selectivamente a favor de los grupos de interés y partidos que los eligieron.

Naturalmente, nunca van a reconocer que despiertan de vez en vez para atender a los intereses de los grupos que los impulsaron y en contra del actual gobierno, aunque lo hagan, muchas veces de manera sutil: haciendo valer argumentos formalmente apoyados en derechos humanos, o en valores como justicia, igualdad, democracia y un largo etcétera, cuando en realidad eso no representa más que una fachada para atender a los intereses genuinos que los impulsan.

Estos “funcionarios sin interés” durmientes y que despiertan de vez en cuando, al final, no son más que una especie de “infiltrados” en el nuevo gobierno que ya se encuentra en su parte final y que solo obstaculizan su ejercicio, y esto reconociendo que ningún gobierno es perfecto.

Lamentablemente, cualquiera que sea el “funcionario sin interés” durmiente, es un elemento pernicioso para el sistema social y político de nuestro país y no se ha diseñado un mecanismo para que efectivamente sea independiente y autónomo, sea quien sea quien lo elija o el gobierno en turno.

En ese sentido, deberían ensayarse mecanismos de refrendo, revisión y refrendo, ratificación o cualesquiera otro que tiendan a garantizar que los “funcionarios sin interés” en efecto sean “sin interés” y no simples durmientes que despiertan para provocar pesadillas.

rmr

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