Los bueyes detrás de la carreta
En alguna ocasión, al concluir un curso –concerniente al proceso legislativo, técnica, argumentación, interpretación y discurso- que impartí en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, un legislador se acercó a mí para saber mi opinión de por qué la gente cree en el presidente actual –Andrés Manuel López Obrador- y cómo es que la gente podía creer en los partidos, funcionarios y políticos de la oposición.
La respuesta a esa pregunta, como lo he escrito en otras ocasiones, no es una, son varias respuestas que se pueden condensar en lo siguiente: 1. Depende de la credibilidad que por sí genere la persona –física o moral- en cuestión; 2. Influye también el discurso suasorio y convincente que reciben las personas destinatarias –el pueblo, los ciudadanos, simpatizantes…; y, 3. Finalmente influye el manejo que la persona en cuestión haga de las emociones, pasiones y sentimientos de las personas en quien se quiere instalar una imagen determinada.
Todo lo anterior, entendido en un contexto de tiempo, espacio y factores determinados, pues no opera igual en un momento que en otro.
Por esa razón, se comentó a aquel legislador que lo que debían hacer ellos como oposición era cambiar su conducta (no usar carros caros, por ejemplo), emitir discursos reales y coherentes, y atender a las emociones -de justicia, solidaridad…- del ciudadano (no omitir escucharles, evitar el ninguneo a las personas, etc.)
Esto mismo pasa en prácticamente cualquier ámbito de la vida, así, por ejemplo, en una panificadora o una fábrica de botanas, no es la envoltura, el osito, el color amarillo o cualquier otro aspecto lo que va a posicionar el pan o la botana, son las bondades del pan y de la botana lo que posicionan las cosas y eso lleva al osito, al color amarillo que, incluso, puede cambiar, así, por ejemplo, hay que recordar el ejemplo de tuiter y “X”, o bien la relación PRD-Morena y el valor sustantivo no se pierde.
Lo mismo pasa con las redes sociales: una red no te va a hacer conocido o posicionarte políticamente, es más bien tu hacer y posición política lo que te impulsará en las redes.
Así, no veo, por ejemplo, a un candidato presidencial “orange” posicionado por el solo influjo de las redes, los zapatos o el colorcito refrescante.
Las obras que se pueden considerar serias sobre el particular, justificadamente manejan lo anterior, y desinflan las posturas publicitarias, de marketing o de expertos en redes sociales. Esto es, la publicidad, el marketing o las redes sociales, son herramientas secundarias, más que causales, aunque desde luego quien saque ventaja de ello, sostendrá y defenderá vehementemente lo contrario, pero es la misma postura de un médico cirujano que defiende la alternativa de operar necesariamente a una persona, aunque existan otras oportunidades de tratamiento.
Si los políticos quieren gastar recursos en publicidad y marketing –muchas veces repartiendo el beneficio- va bien, pero eso no les hará cambiar, ni ganar, aunque la foto, el colorcito o demás se vean y suenen bien.
Aunque le suene “…movimiento…” “…el futuro está…” me parece que la gran mayoría no votará por esta opción, ni cambiará el ser de sus candidatos, ni le ayudará a ganar más votos (gana más atacando al adversario y aproximándose a la posición fuerte).
El trabajo que se hace a piso, con tiempo, convenciendo, es lo que dará un soporte real a un político, a un partido. No se pueden ganar voluntades con papelitos, colorcitos, siglas, etc. Es justo al revés.
No hay que poner primero a los bueyes y luego a la carreta, salvo que se quiera gastar y repartir dinero.
rmr