Letras libertinas

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El universo del ser que se puede “sentir” (todo aquello que es y se puede “tocar”) es tan grande que más bien se debería hablar de universos y que estos son incontables.

Cada universo tiene estrellas y, a veces, esas estrellas tienen un sistema de planetas y en cada planeta superficies y en cada una, eventualmente, formas de vida como el ser humano y de estos, al menos existen 8,231 millones.

Para dar una idea más cercana, la cantidad de seres humanos equivalen a 82,310 estadios “Azteca” llenos (considerando que el estadio tiene capacidad para albergar a 100,000 personas)

Si se asiste a ese estadio ¿A cuántas de las personas que están presentes conoce? 5, 10, 20; eso es muy poco, pues si fueran 5 personas equivale a un 0.005% de esas 100,000.

Incluso, de ese 0.005% ¿A cuántas conoce suficientemente como para decir que realmente las “conoce”?

Esto mismo ocurre con todo ser o cosa que existe (animales, plantas, materia) en el mundo sensible, esto es, el que percibimos por los sentidos de la vista, el oído, etc.

Pero al lado de este mundo sensible, existe un mundo que no es físicamente sensible: las ideas, por ejemplo.

Si se miran las cosas así, es posible afirmar que cada persona que existe desconoce una gran, gran, gran parte del universo o de los universos.

Intentar conocer algo más del universo que está más allá del entorno inmediato o, incluso, también del entorno próximo, necesita de técnicas, mecanismos e instrumentos, como un telescopio o un microscopio; pero igualmente de las letras que construyen palabras y con las palabras oraciones, ideas y dan paso a la elaboración de realidades.

Es entonces que se puede entender la importancia de las palabras (otros datos también) frente a ese universo desconocido o muy precariamente conocido.

Solo de esa manera, se puede imaginar a Saturno como un planeta gigante, gaseoso, de muchas lunas y con anillos enormes; o a una neurona como una estrella de tejido con muchas raíces.

Pero si nosotros omitimos esas palabras y no percibimos ni a Saturno, ni a una neurona, entonces es muy probable que esa “realidad” no exista, al menos, para quien no sabe de ella (y no sabrá de ella por la ausencia de letras).

Puede parecer una exageración, que no lo es tanto, que se diga que “aquello que no existe en palabras, no existe en la vida” pero es algo que está cerca de ser verdad.

El otro extremo es que muchas personas pueden hablar con palabras de los planetas y las neuronas (por ejemplo) y cada una verlas de manera diferente, con lo cual habrá distintas interpretaciones o imágenes de la realidad y eso tendría una consecuencia destructiva, porque habría tantas maneras de ver la realidad como personas y no habría al mismo tiempo ninguna.

Sin embargo, la realidad es que, si bien cada persona tiene “matices” al interpretar y expresar las cosas, en general hay muchos campos de coincidencia, y esto es lo que permite la construcción de la realidad y de la vida. Si se sostiene un modo de ver distinto por una persona, tendría que convencer a la mayoría de que eso es lo válido.

Un expresidente en un yate blanco es un expresidente en un yate blanco, con otras personas, a una hora, en un lugar en donde se encuentran y realizan actividades naturalmente acordadas, así que no estaban en un modesto café desayunando o en una lancha en Pátzcuaro, era un yate blanco.

Las cosas suceden como suceden, con datos visibles, audibles y las palabras dan cuenta de ello, esa es la realidad, a menos claro que se sostengan sin vergüenza “letras libertinas”

JCC

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